Andrés Ayón, retrato de época

Foto: Abraham Jiménez Enoa

Foto: Abraham Jiménez Enoa

Andrés Ayón tiene 79 años y no deja de fumar. Se la pasa todo el tiempo tabaco en mano. Gusta de darse sillón en su terraza y soltarle el humo a las estrellas. A lo lejos, viéndolo desde la inclinada calle Sexta esquina Central, en la barriada de Lawton en La Habana, parece la efigie de un prócer. Un hombre parado en el tiempo. Lleno de humo. Que busca en su memoria lo que fue.

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Son casi las 10 de la noche de un día de agosto de 2015 y Andrés Ayón me recibe en su casa en Cuba. Lleva encajada una gorra de los Orioles de Baltimore, un pantalón gris de tela con cinto y un pulóver y zapatillas blancas. Habíamos acordado para mucho antes, pero un retraso mío y un juego de béisbol de veteranos que se extendió más de lo previsto, hicieron que nos sentáramos a conversar cuando sus pies ya no daban más.

“Me voy a quitar los zapatos. ¿No te molesta verdad?” Y acomoda en la fresca terraza, frente a frente, dos sillones de madera.

Ni Ayón  mismo sabe si vive en México o en Cuba. Se pasa el año viajando de un lado a otro, como en sus tiempos de jugador profesional de béisbol. “México es mi segunda patria, me ha abrazado siempre”.

Ayón vive de su retiro salarial en Mérida y en ocasiones “me llaman para impartir conferencias en las universidades”. Cuando está en Cuba su vida es más bohemia, más de compartir con los amigos en la terraza y tomarse un trago, más de reunirse con los veteranos de su época y rememorar después de un partido de cinco innings aquellos tiempos memorables del béisbol profesional en Cuba.

Andrés Ayón es el último cubano exaltado al salón de la fama del béisbol profesional mexicano / Foto: Abraham Jiménez Enoa
Andrés Ayón es el último cubano exaltado al salón de la fama del béisbol profesional mexicano / Foto: Abraham Jiménez Enoa

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Presagios del destino: la primera vez que Ayón salió de Cuba a jugar béisbol fue a México, tenía 20 años y había integrado el seleccionado nacional para intervenir en el primer campeonato mundial para jugadores juveniles. Al regresar del torneo, Napoleón Reyes, scout de los Rojos de Cincinnati en La Habana, le hecho el ojo y le propuso firmar como profesional.

Durante cuatro temporadas en la liga cubana ganó 21 juegos y perdió 11.

En Cuba dejaste muy buenos números pero los viejos aficionados del Marianao no te perdonan aquel intempestivo cambio de chamarreta. ¿Por cruzaste a Almendares?

“Con Marianao estuve dos temporadas y cuando iba a comenzar la tercera, a mi regreso de New Jersey en ligas menores, los directivos no quisieron ofrecerme un contrato de acuerdo a mi ficha. En ese momento tenía una oferta ostentosa en Venezuela, pero Almendares decidió pagarme lo que valía”.

En Almendares corrió con suerte, pues su manager, Regino Otero, era además el coach de tercera base de los Rojos de Cincinnati. De ahí que las estelares actuaciones de Ayón en Cuba retumbaran en las oficinas de los reds.

Nunca llegaste a Grandes Ligas. ¿Sientes algo de frustración?

“Fue cuestión de suerte. Estuve en tres ocasiones a punto de llegar. En el 60, mi equipo de ligas menores no quería que viniera a Cuba pues acababa de triunfar la revolución. Decidí venir y ese percance me costó no hacer el equipo. En el 62, el manager Dave Briton me dijo que me quedaban dos partidos para subirme, pero nació mi hijo y tuve que regresar a la isla. Ese mismo año, estando en Cuba, el Cleveland me contrata, pero a mí y a otros 32 peloteros no nos dejaron salir del país”.

La concentración del Cleveland ya había comenzado y el tiempo apremiaba. Ayón estaba contra la pared. Su anhelo por lanzar en Grandes Ligas estaba a la vuelta de la esquina pero no lo dejaban salir del país.

Se levantó a las 6 am y se montó en su Cadillac dorado. Emprendió rumbo el vedado hasta detenerse frente a una panadería en calle 12 y línea. Se disponía a interceptar a Fidel Castro en uno de sus recorridos. A eso de las 8 am vio acercarse los carros de la escolta y plantó su Cadillac en pleno semáforo. Levantó sus brazos para declarar de antemano que  no era un ataque, pidió hablar con Fidel y en el medio de la calle se suscitó un breve diálogo.

“Le dije que venía en representación de los peloteros profesionales porque no querían  dejarnos salir a cumplir nuestros contratos. Me citó para las 9 pm en el Estadio del Cerro. Ese día jugaban Industriales y Santiago de Cuba y el asistiría. Delante de mí, Fidel le dijo al ministro LLanusa que ese era nuestro trabajo antes que triunfara la revolución y que había que arreglar todo para que saliéramos y regresáramos sin problema  y así ayudaríamos al béisbol cubano”.

Al llegar a Cleveland, solo quedaban 10 partidos para el comienzo de la temporada. “Me mandaron a Triple A”.

¿Allí sufriste en carné propia la discriminación racial en el béisbol profesional de Estados Unidos?

“Fue una etapa enriquecedora como jugador, pero sufrida como persona. En la década del 50 los negros éramos demonizados, habíamos pocos, teníamos que ser un extra clase para poder jugar, pero con eso y todo, siempre se impusieron los Jackie Robinson y los Orestes Miñoso. Recuerdo que cuando nos transportaban en bus, a la hora de la comida, a nosotros los negros nos dejaban arriba para que no nos vieran. Yo me bajaba y no comía”.

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1969 fue el parte agua en la carrera de Andrés Ayón. Había encontrado un nuevo contrato de liga menor con San Diego pero ya estaba cansado de deambular por las sucursales de las franquicias. Por la tele anunciaban un partido entre los Pericos de Puebla y los Diablos Rojos de la Liga Mexicana y allí se fue como aficionado.

Reconoció a dos cubanos en el diamante: Pedro Cardenal y Daniel Morejón. Además, Tony Castaño, cubano también, era el manager de los Pericos. El ambiente en el graderío lo cautivó, todavía le eriza la piel, era otra cosa, quizás aterrizaba en el lugar idóneo.

“Castaño habló por teléfono con unos directivos del equipo sobre mí posibilidad de contrato. Al día siguiente, en las oficinas del club, me dijeron que con el dinero de mi ficha ellos compraban a cuatro lanzadores”. Castaño les dijo: “pero ninguno lanza como él”.

Los Pericos de Puebla viajaron a Veracruz y Castaño se llevó a Andrés sin contrato. Lo subió al box. A la altura del quinto inning había llenado de ceros el pizarrón y lanzaba juego perfecto. Castaño se le acercó al dueño del equipo y le dijo que ese muchacho que estaba lanzando no tenía contrato firmado. “Busca un papel de donde sea y que firme ahora mismo”, le dijo.

Lanzó durante 14 temporadas consecutivas. Hizo de sus actuaciones un mito. Se volvió un emblema. Después de jugar con los Pericos de Puebla, vistió las chamarras de los Charros de Jalisco, los Piratas de Sabinas y los Saraperos de Saltillo.

En tres campañas ganó más de 20 partidos y fue el segundo lanzador en propinar un juego perfecto. A lo largo de su trayectoria tuvo un histórico balance de 169 juegos ganados y 98 perdidos (segundo de por vida en la liga), salvó 21 encuentros, trabajó para un promedio de 3.15 carreras limpias y propinó 942 ponches.

En 1997 fue exaltado al Salón de la Fama del béisbol mexicano. Después, más ningún cubano ha recibido esa condición. Ahora, su estatuilla reposa junto a los también encumbrados Martin Dihigo, Adolfo Luque y Orestes Miñoso.

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Según Ayón, la calidad de la pelota cubana ha mermado producto de la incapacidad de los managers de las Series Nacionales / Foto: Abraham Jiménez Enoa
Según Ayón, la calidad de la pelota cubana ha mermado producto de la incapacidad de los managers de las Series Nacionales / Foto: Abraham Jiménez Enoa

A principios de la década del 80, la Serie Nacional de béisbol en Cuba se vio envuelta en un escándalo de corrupción. Varias de las estrellas de aquel entonces fueron separadas de por vida de sus carreras deportivas y  a otras les fue impuesto la privación de libertad. En ese contexto, Andrés Ayón se hizo cargo de la dirección de Industriales.

“Lo primero era la disciplina, había que amar el equipo y la bandera que defendíamos. Había muy malas costumbres. Tuve mis encontronazos”.

Te marchaste porque no pudiste con el vestuario?

“En el último año ocurrieron cosas que me llevaron a tomar la decisión. Era muy difícil lidiar con todos esos jugadores, estaba Verde, Vargas, Marquetti, Medina y nunca se estaba bien con todos ellos. Además, me habían expresado que yo iba a ser el manager del equipo Cuba y en los entrenamientos desistieron. Hablaba demasiado claro y eso no gustaba”.

¿Tengo entendido que también dirigiste en la liga profesional de México?

“Fue como manager interino, cuando despidieron a algún director en el medio de la temporada. Estuve con Saltillo y con los Piratas de Sabina. Después han querido hacerme un contrato pero he dicho que no”.

¿Quisieras dirigir hoy en Cuba?

“Estoy en condiciones de ayudar al desarrollo del béisbol en Cuba, pero no me llaman. Parece que hay muy buenos entrenadores –sonríe con ironía-, estoy en el olvido. El año pasado Víctor Mesa quería llevarme para Matanzas, pero le dije que dos locos ahí no cabían. No hay dudas de que él sabe muchísimo de pelota y que tiene su estilo propio, pero a mí no me gusta maltratar a los peloteros”.

¿Cómo ves a la pelota cubana?

“En Cuba se comete el error de fusionar las especialidades. Usted puede ser un buen coach de pitcheo o un buen preparador físico pero no las dos cosas. Aquí no se valora la importancia del entrenador de pitcheo, en el mundo entero ese es el segundo director”.

“En general, el nivel de la pelota está muy bajo, lo que más afecta esa calidad son las direcciones de equipos. El talento y las condiciones de los jugadores existe, los managers son los que tienen mayor déficit, realmente muchos no están capacitados para dirigir. No porque uno haya sido un gran jugador puede llegar a ser un buen director”. (Foto 2)

Ayón no se ha despegado del béisbol, no se ha hastiado de él. Lo sigue bebiendo. Cuando está en Cuba trata de ver algunos partidos de la Serie Nacional. Cuando está en México sigue la liga azteca y a los cubanos que están en la Major League Baseball (MLB). Habla de ellos con certeros criterios, acaricia estadísticas, está al tanto de lo que ocurrió la última semana en la Gran Carpa.

¿Podremos salir del bache?

“El oro está ahí, solo falta pulirlo. Los peloteros cubanos tienen mucha más calidad que cuando nosotros firmamos como profesional en los años 50”.

 

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