¿Por qué Javier Sotomayor no saltó más de 2.45?

Han pasado 30 años y Javier Sotomayor mantiene su récord mundial del salto de altura. Algunos se preguntan si pudo ir más allá.

Javier Sotomayor (derecha) junto a Mike Powell (izquierda), recordista del mundo en longitud, el 23 de julio de 1993, poco después de que el cubano impusiera su mítica marca de 2.45 en el salto de altura. Foto: Tomada de MARCA.

En Las Pistas del Helmántico, en Salamanca, hay una placa incrustada en el suelo, cerca de la portería del fondo sur del recinto. Es un objeto anacrónico en medio del verde, pero está cargado de simbolismo, como mismo sucede con el listón ubicado a 2.45 metros de altura en los jardines del Museo Olímpico de Lausana. Ambas piezas, podría decirse, son el recordatorio perenne de cuáles son los límites humanos cuando este ser apunta al cielo solo con el impulso de sus pies.

Aunque distantes, Salamanca y Lausana están conectadas por estos dos objetos que, a su vez, nos ponen delante de un semidiós: Javier Sotomayor Sanabria (Limonar, 1967), el mejor saltador de altura de todos los tiempos. Ese cartel, grandilocuente y absoluto, encaja a la perfección con la figura del “Príncipe de las alturas”, quien tiene 55 años y lleva casi 40 siendo recordista mundial, lo cual también podría considerarse para los Guinness.

Placa en Las Pistas del Helmántico, Salamanca, en honor a Javier Sotomayor y a los dos récords mundiales en salto de altura que logró en dicho estadio. Foto: Tomada de MARCA.

Su primera plusmarca del orbe, y tal vez la más impresionante según sus propios relatos, llegó en 1984, cuando era todavía un adolescente desconocido. El 19 de mayo de ese año, en La Habana, llegó hasta los 2.33 metros con solo 16 años y 219 días. Ese podría ser el punto de partida para una carrera cargada de récords, que tuvo su punto culminante el 27 de julio de 1993, hace justamente tres décadas.

Pasaron exactamente 2 minutos y 24 segundos desde que Javier Sotomayor se quitó la ropa de calentamiento hasta que pasó por encima de la varilla a 2.45 metros. En Salamanca, España, eran 9:15 de lo que ellos llaman tarde.

Aparentemente, fue muy poco el tiempo que transcurrió, pero casi podría hacerse una película con la secuencia que arrancó detrás de una pequeña pantalla marca IBK. Allí, el Soto dejó al descubierto sus largas piernas después de sacarse un pantalón negro y salió caminando, completamente aislado del mundo. En la pizarra electrónica de IBK brillaba el imponente 2.45 como altura a vencer.

Para el cubano había sido una jornada tranquila. Comenzó saltando en 2.32 luego de renunciar a los 2.29, una marca que hoy es quimera para la mitad de los especialistas. Tras superar esa altura, volvió a renunciar a los 2.35, devoró los 2.38, dejó correr los 2.41 y fue directo al 2.45. Tenía hambre de récord.

Javier Sotomayor - Record Mundo salto altura - High Jump World Record - WR - 2.45 m

Las gradas de Las Pistas del Helmántico estaban llenas, pero Sotomayor no hacía ni el más mínimo contacto visual. En la primera fila, un chico joven que ahora tendrá más de 50 años se quitaba la gorra que lo protegía del sol salamantino y se tomaba el pelo, como quien no cree lo que miraba. Otro, un poco más arriba, se mordía las uñas. Mientras, el matancero buscaba energías desde Limonar para viajar directo a otra dimensión.

Su armadura era de un pulcro blanco: zapatillas Adidas hechas especialmente para él, pantalones cortos y camiseta con ribetes negros y verdes. En el medio del pecho, lleva el número 76 debajo de una delgada línea roja promocionando la Coca Cola, y una fina cadena dorada. Treinta años después, uno mira su estampa, sus gestos, su determinación, y entiende que de ninguna manera esa jornada podía terminar sin un récord mundial.

Antes de dar los 7 pasos que lo impulsaron a la cima del planeta, Sotomayor revisó algunas marcas en la pista, caminó de espaldas a la varilla, hizo flexiones, encorvó su cuerpo, se agarró las rodillas y clavó su mirada en el suelo antes de voltearse a enfrentar el monstruo. Con las manos en la cintura y los ojos cerrados, dibujó en su mente la carrera endemoniada, los pasos de gigante y el ataque a la barra, ubicada un centímetro por arriba de lo que mide una portería de fútbol.

Sotomayor, el 27 de julio de 1993, cuando saltó 2,45m en Salamanca. Foto: Tomada de MARCA.

El resto es historia. La historia. Sotomayor volando hasta los 2.45, o hasta los 2.44999, porque rozó la varilla con las nalgas. Sotomayor corriendo desde el colchón para abrazarse con Guillermo de la Torre, su entrenador. Sotomayor rodeado por decenas de desconocidos que buscaron alzarlo en brazos y mantearlo, sin éxito. Sotomayor corriendo por Las Pistas del Helmántico, donde 5 años antes había logrado su primer récord de mayores, y donde tiempo después se colgaría su nombre en la entrada.

Con 26 años y las 3 mejores marcas históricas del salto de altura en su poder, no se conocía cuál sería el límite de Javier Sotomayor al terminar la temporada de 1993, en la que llegó al menos a 2.35 en 13 competencias diferentes. Como mismo sucede ahora con Armand Duplantis o Yulimar Rojas, o como mismo sucedió en el pasado con Jonathan Edwards o Usain Bolt, todos esperaban por el siguiente récord del matancero, pero nunca llegó.

Todavía hoy muchos se preguntan por qué el yumurino no logró subir otro peldaño, aunque hay algunas señales que explican las causas que le impidieron empujar los límites un poco más allá de lo normal. Las lesiones en los tobillos y las rodillas, una hernia discal, la muerte de su entrenador José Godoy y el cambio en el mapa competitivo de la disciplina se revelan ahora como sus principales obstáculos.

De todos ellos, Sotomayor siempre ha hecho especial hincapié en las lesiones y en la muerte del Godoy, “El Viejo”, con quien “había un toque humano, una química” después de trabajar juntos desde la adolescencia.

Javier Sotomayor tiene las tres mejores marcas de la historia en el salto de altura. Foto: Getty Images.

“Yo intenté 2.46 en varias ocasiones, pero no pude alcanzar esa marca, e incluso el 2.47, por dos cosas. La primera fue la muerte de Godoy, con quien trabajaba desde que tenía 14 años. Me costó la adaptación a mi nuevo entrenador Guillermo de la Torre, sin quitarle ningún mérito pues el récord vigente lo logré con él.”

“En segundo lugar, las lesiones se incrementaron y fueron cada vez más graves (…) Me perjudicaron, sobre todo porque se volvieron permanentes, no eran solo dolores en una competencia, que se aguanta, era el dolor que me impedía entrenar, que aplazaba los ejercicios de fuerza, las sesiones de saltos técnicos y espirométricos. Era el dolor que te aleja de las pistas, y eso al final te pasa factura”, me contó el matancero en una entrevista hace una década.

Otro detalle que influyó en que el récord no fuera más allá fue el momento. “Con los medios y la tecnología de hoy, calculo que podía haber saltado 2 centímetros más: 2.47, quizás 2.48”, dijo Sotomayor hace un par de años en una entrevista con El Mundo.

Por otra parte, la rivalidad o, más bien, la falta de ella, modificaron un tanto las exigencias de Sotomayor. Desde finales de los años 80 hasta 1993, el cubano no tuvo paz y encontró, indistintamente, la resistencia del rumano Sorin Matei, de los soviéticos Rudolf Povarnitsyn, Gennadiy Avdeyenko y Sergey Malchenko, del sueco Patrick Sjoberg o de los estadounidenses Hollis Conway, Doug Nordquist y Charles Austin.

Sotomayor: “¿El mejor?, eso de mi boca nunca va a salir”

Sin embargo, esa competitividad extrema se enfrió en los años posteriores. Por ejemplo, entre 1994 y 1995, solo Troy Kemp logró saltar al menos 2.36 en más de una ocasión, marca que Sotomayor consiguió en 15 competencias diferentes. Fuera de ellos 2, nadie más superó esa marca en esas 2 campañas.  

“Hace unos años, Patrick (Sjoberg) estuvo por La Habana haciéndome una entrevista, y yo le dije, ‘¿sabes quién es el culpable de que yo hice récord del mundo?, tú mismo’… Para ser mejor tuve que saltar más que él, y él saltaba dos cuarenta y tantos (…) Si no tienes esos sueños, tan grandes, esa necesidad interior de ser el mejor, no lo logras. Fue lo que me pasó a mí. Tuve al lado mío a grandes competidores y yo quería ser el mejor. Nunca me faltó esa ambición. Si te conformas…”, aseguró Sotomayor en una entrevista con El País.

En el caso de Sotomayor, no puede decirse que le faltó ambición o que fue conformista. Entre 1994 y 1995, saltó 2.40 en 8 oportunidades y fue el rey absoluto de la mayoría de los certámenes. Después no tuvo la misma consistencia, pero se mantuvo peleando por los puestos de avanzada hasta obtener la plata olímpica en Sydney 2000, su última gran competencia.

En septiembre de 2014, cuando solo tenía 23 años, Mutaz Essa Barshim impresionó al mundo: su espectacular salto de 2.43 metros lo convertía en el segundo hombre que más alto había llegado en la historia. Nadie se había acercado tanto a la mítica figura de Javier Sotomayor como el catarí, que enseguida se convirtió en el principal candidato a romper el récord del cubano.

Sin embargo, después de alcanzar otras 10 veces la barrera de los 2.40, Barshim se rompió los ligamentos del tobillo en 2018 y no ha vuelto a ser el mismo. Coincidentemente, la lesión llegó cuando intentaba superar el récord de Sotomayor con la varilla en 2.46 durante el Gyulai István Memorial de Hungría.   

“Creo que todo sucede por alguna razón. Cuando intenté saltar los 2.46m, ningún humano lo había conseguido jamás, así que no podía dar solo el 60 %, o el 80 %, o el 100 %. No, tenía que dar el 200 %, el 300 %. Así que cuando iba corriendo sabía que me estaba arriesgando, era un intento muy peligroso. Estoy seguro de esto, pero es mi decisión, es mi trabajo”, precisó Barshim en El País.

Javier Sotomayor (izquierda) y Mutaz Essa Barshim (derecha) durante la gala de los premios AS del deporte en Madrid, España. Foto: Tomada de AS.

En la propia entrevista, el catarí aseguró que, pese al tiempo alejado de las grandes marcas, batir el récord del mundo sigue siendo un objetivo personal. No obstante, justo el día que se cumplen 30 años del 2.45 de Sotomayor, parece más distante la posibilidad de que alguien rompa la marca.

“Yo creía que mi récord duraría poco. En 1988, cuando hice mi primer récord del mundo, no imaginaba que duraría tanto como plusmarquista. En aquella época, en altura, un récord duraba como mucho cuatro años. Hablar de límite en atletismo es complicado, pero cuanto más alto llegas, menor es el margen que queda. Por lo que ha durado este récord, estoy bastante seguro de que si algún día alguien llega a 2,50 metros, yo ya no lo veré”, dijo Sotomayor a Mundo Deportivo.

En medio de celebraciones por la fecha, a Sotomayor no parece importarle demasiado si mañana se salta 2.46, a fin de cuentas, cree que ese día llegará, porque nada es eterno. Mientras, sigue instalado en el trono, desde donde aguarda por alguien que logre empujar su límite un poco más allá: “Si no es Barshim, será otro. Desde 1988 estoy a la espera de que algún saltador me supere.”

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