Recompensas

Yarisley Silva se empinó hasta el bronce en Londres. Foto: Diego Azubel / EFE.

Yarisley Silva se empinó hasta el bronce en Londres. Foto: Diego Azubel / EFE.

Decía Gay Talese, clásico vivo, que el deporte trata de gente que pierde y vuelve a perder. Gente que persevera en su ambición, por encima de los resultados. Pasa, ni más ni menos, como en la vida misma.

Yarisley Silva volvió a perder ayer. Había fracasado estrepitosamente en la Olimpiada de 2016, y ahora en Londres tampoco pudo alzarse con la gloria aunque, todo sea dicho, se puso el bronce al cuello. Solo saltó 4,65 pero, insisto, salió recompensada.

Yarisley Silva: las nubes de la revancha

Su proyecto, de más está decirlo, era tomar revancha allá. Quería vengar el duro golpe en Río, mas sus fuerzas no están a la altura de las de Stefanidi o Morris y fue incapaz de derrotarlas. Lo confieso: he llegado a pensar que va a costarle mucho hacerlo en el futuro.

No obstante, la pinareña rompió el hielo de la delegación y llegó a un trío de preseas mundialistas tras el tercer puesto en Moscú y el oro de Beijing. Lo hizo con ese nuevo look de morena platinada, y también (a mi juicio) con menos intensidad competitiva.

Su aventura empezó por los 4,45 metros, que venció sin urgencias. Luego rozó el listón colocado a 4,55 del piso, pero éste ejecutó la danza del suspense (se cae, no se cae”) y a la postre nunca se vino abajo, por fortuna.

Falló entonces al intentarlo sobre 4,65, habló duro con ella y enseguida consumó un segundo y exitoso intento. Lo hizo fácil, como en los viejos (¿viejos?) tiempos, e igualó así el registro de la venezolana Peinado, con quien compartiría el tercer escalón del podio. Sin embargo, después no pudo más, y una parte del reino ganado en estos años fue a parar a manos invasoras. Pero del lobo un pelo y de la garrocha, un bronce.

El podio de la pértiga femenina. De izquierda a derecha: Sandi Morris (plata), Ekaterini Stefanidi (oro), Yarisley Silva (bronce) y Robeilys Peinado (bronce). Foto: Franck Robichon / EFE.
El podio de la pértiga femenina. De izquierda a derecha: Sandi Morris (plata), Ekaterini Stefanidi (oro), Yarisley Silva (bronce) y Robeilys Peinado (bronce). Foto: Franck Robichon / EFE.

Distinto fue el guion de Yorgelis Rodríguez. La heptalonista regresará a casa sin ningún premio que enseñar, y otra vez empezará el ciclo rutinario de los entrenamientos con el sueño de encaramarse a un podio grande. Justo el punto en que el perder y volver a perder de Talese alcanza su más alto grado de elaboración.

Pero ojo, la chiquilla estuvo inmensa. Incluso más que Silva. Lo que ocurre es que el deporte es la novela de las ingratitudes. Un libraco donde Merlene Ottey –chapeau, su Majestad– siempre llega tercera, y Ana Fidelia queda huérfana de títulos olímpicos por solidaridad con Corea del Norte.

Destacada en los saltos, cumplidora en carreras, limitada en lanzamientos. Tal es la ficha técnica de una Yorgelis que se quedó a las puertas de la felicidad, no sin antes lanzar el aviso de que ella puede y quiere.

Yorgelis Rodríguez. Foto: Diego Azubel / EFE.
Yorgelis Rodríguez. Foto: Diego Azubel / EFE.

Tal vez en par de años se le vea subida a algún estrado, ensayando ese gesto trivial de morder un pedazo de metal. Quizás nunca suceda y le toque pasar por las matrículas como una estudiante cualquiera, sin mérito especial. El hombre tiende a ser olvidadizo y no dejarle espacio en la memoria a ciertos episodios de apariencia intrascendente. Como este, su memorable cuarto puesto en el Mundial.

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