Triple quiere decir jonrón

Cristian Nápoles ancló en un meritorio cuarto puesto en el triple de Londres 2017. Foto: Diego Azubel / EFE.

Si le digo que cinco de los doce finalistas del triple salto en el Mundial de Londres habían nacido en Cuba, posiblemente usted hará una mueca de incredulidad o asombro. ¿Cinco? ¿Casi la mitad?

Y si añado que el mejor triplista cubano del momento no pudo competir allá por razones reglamentarias de la IAAF, entonces quedarán abiertas las interrogantes: ¿Pudieron ser incluso seis? ¿Será que estamos en condiciones de pelear con los Estados Unidos por la designación de “paraíso universal” de esta especialidad?

Sucedió que a la etapa crucial del campeonato concurrieron los jovencitos Cristian Nápoles, Andy Díaz y Lázaro Martínez, junto al semidesconocido –pero también hijo de la Mayor de las Antillas– Yordanys Durañona, quien compite hace algún tiempo por el pabellón de Dominica; y el veterano Alexis Copello, que ahora se desempeña para Azerbaiján pero antes vistió la camiseta insular y fue bronce en Berlín 2009 y cuarto en Daegu 2011.

Súmele a ellos el nombre de Pedro Pablo Pichardo, plateado en las dos ediciones  mundialistas más recientes, que ahora se vio inhabilitado de participar debido a que no ha recibido el permiso de la Federación Internacional para lidiar bajo una bandera diferente a la de Cuba.

Pedro Pablo Pichardo: ¿salto al vacío?

Finalmente, el jovencito Nápoles ancló en un peleado cuarto puesto con el mismo registro de su coterráneo Copello (17.16), pero lo hizo dos veces mientras el ahora azerí quedó 10 centímetros por detrás en su segundo mejor salto para terminar quinto.

Andy Díaz, que llegó a Londres con la mejor marca de los inscritos por Cuba, también aportó a la tabla por puntos con su séptimo escaño (17.13). Martínez (16.25) y Durañona (16.42) anduvieron bien lejos de los líderes –el podio lo coparon los favoritos estadounidenses Christian Taylor, Will Claye y el veteranísimo portugués Nelson Évora–, pero ni aun así se les puede borrar el mérito de haber clasificado entre los doce mejores.

Cabe sentir asombro. En medio de una crisis que ha golpeado severamente a todo el deporte de la Isla, este evento ha conseguido mantenerse en la élite de los campeonatos del orbe a través de un montón de figuras que han ido desde Yargelis Savigne y Yoelbi Quesada, únicos titulares del país en esta clase de certámenes, hasta  Mabel Gay, Yamilé Aldama, Yoandri Betanzos, Aliecer Urrutia, Yoel García, Osniel Tosca o Arnie David Giralt.

Yargelis Savigne (derecha) y Mabel Gay hicieron un histórico 1-2 en el Mundial de Berlín 2009.
Yargelis Savigne (derecha) y Mabel Gay hicieron un histórico 1-2 en el Mundial de Berlín 2009.

En ninguna especialidad atlética hemos gozado de un éxito así. Las vallas cortas nos han sido propicias, y también la jabalina, el disco, el salto alto… Pero ocurre que el triple ya lleva 15 finalistas en 16 ediciones de la justa, con una docena de preseas alcanzadas. No digo yo que hayamos sido fundadores de una escuela en la modalidad –frase tan recurrente en boca de los supuestos analistas insulares–, pero sí que se nos da de maravillas.

¿Habrá alguna receta singular? Ciertamente, jamás nos han faltado entrenadores de nivel en la modalidad, ni tampoco tradición competitiva: para corroborarlo bastaría remontarse casi medio siglo atrás, cuando Pedro Pérez Dueñas estampó un récord del mundo en los Panamericanos de Colombia. Pero también sospecho que algo hay en el triple que lo asemeja al baile, y es esa coordinación que exige después de cada paso (1,2,3…1,2,3…). Ese respeto por el ritmo, imprescindible para que las cosas salgan bien.

No es el caso de las pruebas de sprint, que reclaman explosividad. O de los saltos verticales, tan exigentes en materia de concentración.  El triple no es mejor ni peor, pero sí diferente, porque da la impresión de que viene con ritmo –instrumentos de vientos y percusión– incorporado. Y eso, la música, es un chip en el ADN del cubano.

Tal vez por ahí ande el secreto.

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