Arruebarruena: “Soy uno más de Cuba”

Erisbel Arruebarruena se fue de Cuba en 2013 y llegó como un expreso a las Grandes Ligas, aunque su paso fue efímero y lleno de incertidumbres. Hoy, todavía con 29 años, está de vuelta en la Isla y piensa que es posible regresar a la selección nacional.

Erisbel Arruebarruena en el Victoria de Girón. Foto: Aliet Arzola Lima

Erisbel Arruebarruena en el Victoria de Girón. Foto: Aliet Arzola Lima

Bárbaro Erisbel Arruebarruena Escalante (Abreus, 1990) lleva una gorra de los Dodgers de Los Ángeles con el logo de la Liga del Cactus de Arizona, donde alguna vez, en alguna primavera, luchó, sin demasiada suerte, por ascender hasta la colina de Chavez Ravine.

Dos enormes cadenas de oro cuelgan de su cuello; no hay rastros de los collares extravagantes que usaba en el pasado. En los spikes, rojos y azules, se divisa el número 1 y la bandera cubana.

Uno de los guantes de Arruebarruena tiene ribetes dorados, aunque lo más llamativo es el intenso azul que contrasta con el rojo que domina el escenario en el Victoria de Girón, en Matanzas.

Arruebarruena en los entrenamientos de Matanzas. Foto: John Vila Acosta/ACN
Arruebarruena en los entrenamientos de Matanzas. Foto: John Vila Acosta / ACN.

A simple vista, el fastuoso conjunto y la figura en sí de Arruebarruena no encajan en el vetusto mosaico del béisbol cubano, carente de brillo y colores, pero eso, a todas luces, a él no le importa.

“No soy ni el que se fue para Estados Unidos ni el que jugó en Grandes Ligas, soy uno más de Cuba”, dice el sureño, quien nos deja ver que no hay motivos para trazar una línea divisoria con los repatriados: son como cualquier otro cubano.

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Casi al mediodía, Arruebarruena no ha salido todavía al terreno. Ha tardado más de lo habitual en comenzar el entrenamiento. Primero una entrevista, luego come algo –es diabético tipo 1, a los 29 años–, después reposa, toma agua y sale al terreno de último, cuando ya toda la preselección yumurina desafía el sol de mayo, en Cuba tan caliente como si fuera verano.

Contrario a las apariencias, Arruebarruena no es vago. A veces da la impresión de jugar a medio gas, de no esforzarse, pero en realidad tiene un don.

“He aprendido a lidiar con que me digan que no juego fuerte, que no soy explosivo, que no me entrego… Muchos me lo han dicho. Yo nací con el don de jugar el béisbol y hacer cosas sin esforzarme a un 120 %, pero eso no quiere decir que no trabaje”, dice el torpedero a OnCuba.

De hecho, Juan Miguel Vázquez, su compañero por años en Cienfuegos, dice que “El Grillo” es una máquina. “Después de los entrenamientos buscaba una caja de pelotas y le decía a cualquiera que le diera rollings, muchos rollings. Las prácticas de bateo no le entusiasmaban demasiado, pero fildear en el campo corto lo volvía loco. Nunca más he visto algo así”.

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"Yo me fui con un propósito: jugar el mejor béisbol del mundo. Sin embargo, el proceso en Estados Unidos no terminó como esperaba", dice Arruebarruena. Foto: John Vila Acosta/ACN
“Yo me fui con un propósito: jugar el mejor béisbol del mundo. Sin embargo, el proceso en Estados Unidos no terminó como esperaba”, dice Arruebarruena. Foto: John Vila Acosta/ACN

El 19 de diciembre de 2018, la Federación Cubana de Béisbol y MLB firmaron un pacto con la idea de normalizar el flujo de peloteros antillanos rumbo a distintos circuitos profesionales. Se abría una nueva ventana de oportunidades para los jugadores residentes en la Isla, y también para los que estaban fuera y quisieran regresar.

Cuando se supo que Arruebarruena estaría de vuelta en Cuba, con intenciones de jugar en la Serie Nacional, muchos pensaron que se debía al acuerdo, pero en realidad no era así.

“En principio, que Cuba y MLB firmaran no incidió en mi decisión. A fin de cuentas, si quería jugar en Grandes Ligas, ya yo estaba ahí y podía seguir intentándolo, aunque no fuera en los Dodgers. Tenía otras ofertas y pensé en cambiar de aires, pero al final desistí.”

Entonces, ¿por qué regresaste?

Yo me fui con un propósito: jugar el mejor béisbol del mundo. Sin embargo, el proceso en Estados Unidos no terminó como yo esperaba. La diabetes me sacó de mis casillas, y solo pensé en estar tranquilo con mi familia, disfrutar tiempo con mis niños. Después de casi un año sin jugar, entonces decidí venir a Cuba.

¿Por qué Matanzas y no Cienfuegos?

Mi primer paso cuando vine a Cuba fue ir a mi provincia a hablar con el comisionado Liván Angarica. Me dijo que tenía que ir a Inmigración y poner todos mis papeles en orden para entonces evaluar la posibilidad de que pudiera jugar. También me dijo que pidiera la guía de Pavel Quesada y Edwin Vassel, que ya habían pasado por eso con mil problemas, porque estuvieron casi un año sin poder jugar.

Después de eso, no fui a ver más a nadie de la dirección del béisbol en Cienfuegos, sentí que no tenían interés en ayudarme y llevarme de nuevo al equipo.

¿Pero tú querías estar ahí?

¡¿Cómo no voy a querer jugar yo con mi provincia!? Mi casa está detrás de estadio, allí tengo todas las comodidades, pero con los precedentes de Pavel y Edwin, creo que me iba a pasar lo mismo.

Además, todos los equipos quieren ganar, y para ganar hay que buscar variantes. Por ejemplo, si llega un jugador probado dispuesto a reinsertarse, como dirigente debes esforzarte un poco por ayudarlo, no dejarlo a su suerte en trámites burocráticos. Yo sentí que eso era lo que me iba a pasar en Cienfuegos.

Me duele decir estas cosas, porque esa es mi provincia, donde nací, pero me cuesta entender esa actitud.

Y la idea de Matanzas, ¿de dónde sale?

Creo que son cosas del azar. Armando Ferrer conoció mi situación casi de casualidad y enseguida se me acercó. Comenzó, junto conmigo, todos los trámites. Llevó mi caso al comisionado, a la dirección del INDER en la provincia y, en la medida de lo posible, me ayudó con todas las gestiones para que pudiera jugar.

Ni Ferrer ni nadie aquí en Matanzas me conocían, porque yo nunca había tenido vínculos con la provincia, pero a pesar de eso, se esforzaron por traerme aquí. Después de que esas personas dieron el paso y me ayudaron, ahora no los voy a dejar tirados.

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Arruebarruena debutó pronto con los Dodgers, pero su paso por las Mayores fue efímero. Foto: Tomada de El Nuevo Diario
Arruebarruena debutó pronto con los Dodgers, pero su paso por las Mayores fue efímero. Foto: Tomada de El Nuevo Diario

El 24 de julio de 2018 Arruebarruena fue cesado por los Dodgers de Los Ángeles. En cuatro años con la organización, jugó menos de 200 partidos en todos los niveles, lo cual es un chiste en un béisbol que acumula más de 140 partidos solo en una temporada.

Cuando habla del tema, el cienfueguero no evita una palabra: frustración. “Cobré mi dinero, estuve ahí, me superé, pero no cumplí el objetivo que era jugar pelota. Es frustrante, y lo fue mucho más después de saber de la diabetes. No lo podía creer. Cómo un tipo con el físico que yo tengo puede tener diabetes.”

¿Pensaste en no jugar más?

Por un momento sí. No importa que tengas todo el dinero del mundo, estás enfermo en un país que no es el tuyo. Para vivir no había problema, porque tenía a mi familia cerca, ellos me ayudaron en todo, pero jugar ya es otra cosa, se necesita apoyo en el mundo del béisbol, y eso es más difícil de encontrar.

Pero, cuando llega la diabetes, ya tenías problemas en los Dodgers…

Sí, desde mucho antes. En Estados Unidos a veces hay que tener doble cara, y nosotros los cubanos no nos caracterizamos por eso, somos de decir lo que pensamos sin pelos en la lengua. Independientemente de que yo me haya equivocado en algún momento, lo que de verdad frenó cualquier posibilidad de ascenso en los Dodgers fue que tuve problemas con la dirección del equipo, y allí el negocio funciona todo el tiempo. Cuando te quieren joder, te joden.

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En las afueras del Victoria de Girón, Arruebarruena conversa con un niño, que dice que Matanzas va a ser campeón este año. “El Grillo” no deja de sonreír y lo apoya. Otros chicos de la preselección matancera lo rodean y tratan de descubrir los secretos que se esconden detrás del big leaguer.

La idolatría que despierta su figura hace pensar a Arruebarruena que una realidad no ha cambiado en Cuba: los jóvenes quieren llegar al mejor béisbol del mundo, a Grandes Ligas, y todo lo que venga de allí les sirve de espejo.

“Esa idea la teníamos siempre y sigue siendo igual. Es normal, en la vida buscamos cumplir los sueños”, apunta “El Grillo”, quien, como casi todos, lamentó la cancelación del acuerdo con MLB que permitiría a los cubanos contrataste en Estados Unidos sin correr tantos riesgos.

“Ahora la cosa se ha puesto difícil, y aventurarse a decir que se va a resolver es crear falsas expectativas. Pero me parece que tanto Cuba como las Grandes Ligas necesitan ese acuerdo; van a mover cuantas piezas se puedan mover para revivirlo.”

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Erisbel Arruebarruena y José Abreu en el Tercer Clásico Mundial, en el 2013. Foto: Getty Images
Erisbel Arruebarruena y José Abreu en el Tercer Clásico Mundial, en el 2013. Foto: Getty Images

Erisbel Arruebarruena vio desde el banco del Tokyo Dome como Andrelton Simmons mandaba a volar los sueños del béisbol cubano en el Tercer Clásico Mundial. Era 11 de marzo y amanecía en la Isla.

“El Grillo”, que había sido titular en el campo corto, miraba los toros desde la barrera tras ser sustituido por un emergente (Yosvany Peraza) en el quinto episodio. Aunque ese no fue su último juego con la selección nacional (estuvo cuatro meses más tarde en el Torneo Interpuertos de Rotterdam), ahí terminó realmente su aventura con el Cuba.

Después vino Haití, vino República Dominicana, vinieron los scouts, los Dodgers, los 25 millones de contrato, el sueño americano… Durante todo ese período, la incertidumbre fue el denominador común en la vida deportiva de Arruebarruena, en torno a la cual solo había una certeza: difícilmente volvería a vestir la casaca de las cuatro letras.

Sin embargo, hoy esa posibilidad existe, es real. “Mi primer objetivo es ayudar a Matanzas. Nos estamos armando bien y el objetivo es ganar el campeonato. Voy a jugar aquí como jugaba en Cienfuegos, y hasta más duro, porque es mi regreso y quiero luchar también por un puesto en el equipo nacional, por ayudar a Cuba”.

Ganar el campeonato suena demasiado ambicioso…

Todo el mundo aquí está enfocado en esa meta. Hay una buena base, muchos aquí han estado en play off. Ferrer conoce la dinámica del béisbol profesional, no ha trabajado en Estados Unidos, pero sí lo hizo en México y en otros países. Ese detalle va a ser muy positivo para mí, que me adapté a la dinámica profesional, y también va a ser muy bueno para el equipo por las cosas que puede aportar desde su experiencia.

¿Crees que sea una motivación para los peloteros de Matanzas jugar al lado de un ex Grandes Ligas?

La motivación es mía, estar aquí es una motivación. Hay muchas expectativas porque Arruebarruena regresó a Cuba y va a jugar de nuevo. Yo quiero cumplir con esas expectativas, rendir al 110 % de mi capacidad, ayudar a todos los que pueda en el equipo y transmitir siempre pensamiento positivo.

¿Tú te arrepientes de algo?

No. Me fui porque quería probarme en el mejor béisbol del mundo. No logré establecerme, pero hoy soy mejor pelotero que antes. A veces uno piensa que se las sabe todas y no, hay mucho que aprender. Ahora tampoco me arrepiento de estar aquí. Soy un cubano más que regresó a jugar pelota y quiere dar lo mejor. Voy a hacer todo lo que tenga que hacer para volver al equipo nacional.

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