Béisbol cubano: las sanciones y los malos precedentes

Los castigos por indisciplinas en el béisbol cubano han sido muy variables en los últimos años, independientemente del tipo de infracción que se haya cometido. Actos similares han sido sancionados de manera muy diferente.

Pelea del 2018 entre peloteros de Industriales y Holguín. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

El 23 de noviembre del 2018, Noelvis Entenza todavía militaba en Industriales, mientras Yasiel Santoya era refuerzo de Holguín en la 58 Serie Nacional de Béisbol. Ahora ellos son compañeros en los Cocodrilos de Matanzas, pero en aquel momento se fueron a las manos luego de que el serpentinero le pegara dos veces la pelota al inicialista.

Esa es una de las trifulcas más recordadas de los últimos años en el clásico cubano de las bolas y los strikes, porque se desató un cruento intercambio de golpes y la “acción” continuó fuera del estadio en medio de provocaciones e insultos. Como consecuencia, Entenza y Santoya, los principales protagonistas de una subserie violenta que incluyó más expulsiones por pelotazos, fueron castigados con 12 y nueve juegos de sanción, respectivamente.

Casi un año después de aquel incidente, de nuevo Industriales y Holguín se vieron involucrados en otra fuerte discusión por un pelotazo de Enmanuel Chapman a Jorge Alomá. La precipitada expulsión del lanzador oriental por parte del árbitro Juan Manuel Licourt, y los precedentes entre los dos conjuntos, desataron otro intercambio de golpes en el que Lisbán Correa se convirtió en protagonista con una patada voladora que dio la vuelta a las redes.

https://www.youtube.com/watch?v=2MGCFgINrKQ

Quienes vieron las peleas de 2018 y 2019, coinciden en que fueron bastante parecidas, sin embargo, los directivos del béisbol cubano no midieron con la misma vara y tanto Chapman como Correa quedaron apartados un año de los terrenos, aunque en el caso del jugador capitalino su sanción se redujo a seis meses luego de un largo proceso de apelación.

Pero vamos un poco más atrás. En el 2014, durante un duelo entre Matanzas y Villa Clara, el jugador suplente Demis Valdés salió del dogout con un bate a ajustar cuentas con Freddy Asiel Álvarez, quien había propinado un pelotazo a Víctor Víctor Mesa. Aquello no terminó bien, sobre todo para el inicialista naranja Ramón Lunar, quien tuvo que someterse a una cirugía tras un fuerte golpe en el rostro.

Valdés recibió un año de castigo por su flagrante y desmedida agresión, mientras Freddy, quien solo se defendió ante un acto que puso en peligro su vida, fue separado por el resto de la 53 Serie, sin opciones de competir en la postemporada.

Más de dos años después, en agosto del 2016, el receptor tunero Yosvani Alarcón perdió la compostura y, tras un lanzamiento pegado de Alexander Rodríguez, corrió hasta el box para enfrascarse en una pelea con el lanzador guantanamero, que entonces militaba en las filas de los Cocodrilos de Matanzas.

Alarcón no utilizó bate ni ningún otro implemento en la discusión, pero una sanción anterior por una agresión a un árbitro sirvió de agravante y, como Demis Valdés, también recibió un año de castigo y se perdió el Tercer Clásico Mundial. Usted puede analizar los videos de los dos sucesos y juzgar si verdaderamente los dos jugadores merecían la misma condena.

Bronca Alarcon vs A  Rodríguez

Esta breve revisión histórica nos deja una clara evidencia: no ha existido un criterio uniforme para sancionar las indisciplinas en la Serie Nacional de Béisbol. Por una parte, hemos creado precedentes de mano blanda y por otra nos hemos ido a la severidad extrema, sin mucha coherencia. Para colmo de males, en ocasiones ha primado la indolencia, al punto de aceptar la reinserción en el sistema deportivo de un jugador que, solo de milagro, no mató a otro pelotero al atacarlo con un bate.

Así de complicado es el sistema de sanciones del béisbol cubano, condicionado por la subjetividad y la apreciación de un reducido grupo de personas, quienes han alternado indistintamente castigos duros y flojos ante hechos similares.

El enésimo ejemplo ha llegado en la semana que recién concluyó, luego de una pelea entre tuneros y matanceros. En la sede neutral del Huelga, sin público en las gradas pero con miles de seguidores por la televisión, se vaciaron las bancas y se produjo un acalorado intercambio de golpes, como en un ring de boxeo, todo a partir de un deslizamiento malintencionado del patrullero oriental Héctor Castillo sobre las piernas de Aníbal Medina.

Los rumbos de la pelea en territorio espirituano no distan mucho de las que protagonizaron holguineros e industrialistas en el pasado, o la que tuvo como centro a Yosvani Alarcón y Alexander Rodríguez. Puñetazos, bancas vacías, sangre caliente… nada nuevo.

Sin embargo, no más de cinco juegos de sanción cumplirá Héctor Castillo, el principal responsable de la trifulca del pasado domingo, mientras Yunieski Larduet y Yadir Drake, enfrascados en un duelo particular, recibieron dos y un partido de castigo, respectivamente.

https://www.youtube.com/watch?v=4u_xAXGaXto&t=24s

A simple vista y comparando con el modus operandi del pasado, las sanciones parecen un chiste, pero la Dirección Nacional de Beisbol ha alegado que los implicados no eran reincidentes, que no utilizaron implementos (bates, pelotas, etc) para agredir, que hubo arrepentimiento, saludos y disculpas públicas, y que estamos en medio de la postemporada y uno de los equipos sigue en competencia, por lo que sería el más afectado.

Aunque esos son argumentos válidos, no hay manera de aplacar el descontento de las masas por los malos precedentes en este asunto. Se ha sido muy inconsistente en el pasado, pero por lo general ha primado la mano dura y, lógicamente, tan adaptados como estamos a las medidas catastrofistas y a los castigos excesivos para dar el ejemplo ante las indisciplinas, las sanciones de ahora nos parecen un juego, una burla, aunque no lo son.

Realmente, este criterio es similar al que se da en ligas extranjeras, donde las peleas no son nada raro. La gran diferencia es que en otros circuitos hay sistemas de multas que también sirven de escarmiento, algo que en Cuba no tenemos, obviamente, porque no hay tampoco una política de pago ni parecida a la del profesionalismo.

Teniendo en cuenta que ninguna de estas circunstancias va a cambiar de manera inmediata, la gran duda que nos asalta es si mantendrán los criterios ahora aplicados para condenar hechos similares en el futuro. Si se vuelven a dar situaciones idénticas, ¿se castigará de la misma manera o existirán variaciones, por ejemplo, si estamos en partidos de temporada regular y no en play off?    

Eso está por ver. Lo que es verdaderamente imprescindible es cultivar un estilo coherente, revisar una y otra vez el Reglamento para que este no se convierta en un arma de doble filo, para que no deje brechas ni permita la mano blanda, pero que tampoco siente las bases de los castigos excesivos del pasado. Todos los extremos son malos, por ello hay que hallar ese punto de equilibrio que tanto nos ha faltado en el pasado.

A la par, hay que fomentar una cultura de mayor respeto en el juego. Que el calor del momento nos impulse a discusiones, intercambios de palabras y alguna que otra pelea, es hasta comprensible, pero lo que no se puede permitir, bajo ninguna circunstancia, es que un jugador, por fogoso que sea, vaya a intentar hacer daño a un contrario en una acción de partido. Quienes cometan este tipo de infracciones deben recibir siempre los castigos más duros porque atentan contra la esencia del deporte.

Por último, ya es hora de que los directivos del béisbol cubano apunten también contra los árbitros. Si ellos, la máxima autoridad en el terreno, no son capaces de reaccionar y actuar ante actitudes antideportivas que después provocan peleas, también deberían ser sancionados en público y no llevarse solamente una reprimenda en privado. Si no existen estas exigencias, el espectáculo seguirá a expensas del caos.

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