Cae el Acuerdo con la MLB, vuelve la zozobra

Cuba volverá a perder peloteros a raudales. No sería extraño ver una nueva ola de salidas del país con el objetivo de buscar suerte en el cada vez más enrevesado universo profesional.

Dusty Pixel Photography / Getty.

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“Los jugadores cubanos y sus familiares tenían razones para la esperanza con el Acuerdo; ahora todo eso se ha extinguido”. Aunque suenen un tanto trágicas, estas palabras de James Williams, presidente de Engage Cuba, resumen perfectamente el sombrío panorama que afrontará el béisbol cubano y sus relaciones con Estados Unidos a partir de que el gobierno de Trump cancelara el Acuerdo con MLB.

Volverán los días de zozobra generalizada, para los peloteros, para sus familiares, para la Federación Cubana, para la MLB y para los fanáticos, el corazón del juego, quienes serán testigos, una vez más, de la ruptura forzada de un sinfín de atletas con su país.

Nadie gana con esta cancelación, salvo los cabilderos que, justo el 19 de diciembre del 2018, comenzaron la presión para dinamitar el Acuerdo desde sus cimientos.

Ellos se enfrascaron en buscarle la quinta pata a la mesa por intereses políticos, porque cuesta creer que a la camada opositora (Mario Díaz-Balart, Marco Rubio, John Bolton, etc.) tenga algún interés real por el béisbol y por los destinos de los peloteros cubanos.

En este caso, se agarraron de puntos frágiles del Acuerdo, como el hecho de que había sido negociado, en principio, bajo la administración de Obama, cuyas pautas ahora son cuestionadas y revertidas desde la Casa Blanca.

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Además, se puso en duda desde el primer momento la condición de “institución no gubernamental” de la Federación Cubana de Béisbol, la cual le permitía negociar y recibir dinero de  la MLB, una organización estadounidense, sin violar el embargo.

Dicha línea, clave en la cancelación del Acuerdo, podía ser desmontada sin muchos problemas a pesar de la legitimidad legal de la Federación, afiliada al Comité Olímpico Cubano y sin aparentes vínculos gubernamentales.

Y justo en esa dirección se enfocó el trabajo del Departamento del Tesoro durante los últimos cuatro meses, tiempo suficiente para revertir la regla de Obama que permitía la negociación y el flujo monetario entre Cuba y la MLB.

Si bien las Grandes Ligas tiene acuerdos similares con Japón, Corea del Sur, China y ahora México, ninguno de esos países está sometido a un embargo, y ninguno de los peloteros de esas naciones –salvo por los aztecas, y en mucha menor medida– han pasado por las mismas vicisitudes (tráfico, chantajes, travesías ilegales por mar, cruces de fronteras) de los atletas cubanos para emigrar.

Pero más allá de esa razón humana, la repercusión de la cancelación en el ámbito estrictamente deportivo es nefasta.

Cuba volverá a perder peloteros a raudales. No sería extraño ver una nueva ola de salidas del país con el objetivo de buscar suerte en el cada vez más enrevesado universo profesional.

Se marcharán, probablemente, algunos veteranos que han soñado desde hace tiempo probarse más allá de las fronteras nacionales, y se marcharán también jóvenes que no visualizan un futuro promisorio en la Isla.

Para colmo de males, debe frenarse también el retorno a Cuba de muchos jugadores varados en el Caribe o en el propio Estados Unidos, hombres que no han tenido la suerte, no digamos ya de triunfar, sino de al menos conseguir contratos dignos para pagar las cuentas.

Todo ello conducirá a una espiral catastrófica en términos deportivos.

En primer orden, sin la posibilidad de contratos que dejen una entrada monetaria considerable en las arcas de la Federación, será muy compleja la financiación –como Dios manda– del eslabón de base, vital para el resurgimiento y desarrollo del béisbol en Cuba.

Además, el inevitable flujo de peloteros hacia fuera del país deteriorará, todavía más, el nivel cualitativo de los torneos domésticos, ya profundamente deprimidos por el éxodo de casi medio millar de jugadores en la última década.

Una frase del colega Yasel Porto, periodista de la televisión en la Isla, coloca en su justa dimensión las consecuencias de la cancelación: “El béisbol cubano ha perdido una batalla de grandes proporciones, y solo el destino dirá si la guerra también toma el mismo camino”.

El panorama, sin medias tintas, es triste. Es triste porque la marcha de muchos jugadores supone un peligro para sus vidas, supone un camino demasiado arriesgado para cumplir sueños, y supone un quiebre del vínculo con la nación, con sus fanáticos, con sus amigos y hasta con sus familias.

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La MLB y las franquicias del circuito estadounidense, por su parte, también reciben un golpe duro en sus aspiraciones de “pescar” el talento cubano en calma y sin presiones.

El Acuerdo les colocaba en la inmejorable posición de volver a explotar –como antes de 1960– uno de los mercados más ricos del mundo, uno de los mercados que siempre han codiciado por la calidad innata de los peloteros de la Isla. El pacto les daba la opción de llegar y seleccionar a los jugadores que verdaderamente necesitaran, y que verdaderamente convencieran con sus herramientas.

Ahora volverán a su caza a ciegas, sin la posibilidad de explorar las cualidades y aptitudes de los peloteros que van a firmar. Volverán a los showcase de dos o tres horas, que ponen a prueba distintas condiciones de un atleta, pero no develan totalmente la personalidad y probable impacto del jugador.

Desde el punto de vista económico, sus inversiones volverán a ser de alto riesgo, una de las cosas que buscaban minimizar con la consecución e implementación del Acuerdo.

Habrá quienes celebren este desenlace; habrá quienes disfruten observando cómo se desangra Cuba y su pasatiempo nacional; habrá quienes comiencen a negociar a costa de los peloteros de la Isla. Este es un triste final, este es el regreso a los tiempos de zozobra.

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