Cuando Henequeneros quedó campeón

Juan Manrique, Julio Germán Fernández, Eduardo Cárdenas, Lázaro Junco, Carlos Kindelán, Fernando Sánchez, “Pepito” Estrada, Jorge Luis Valdés... así de imponente era el equipo matancero que ganó, de la mano de Gerardo "Sile" Junco, el título en 1991.

Han pasado 29 años desde el triunfo de Henequeneros en la Serie 30, el último título matancero en el béisbol cubano. Foto: Paquito Quintana.

Matanzas y Camagüey protagonizan otra final beisbolera 29 años después. Mucho ha llovido desde aquella trigésima edición de la Serie Nacional en 1991, un campeonato dividido en dos zonas en el que La Habana y Santiago de Cuba fueron punteros en sus respectivas llaves, pero ambos cayeron en la semifinal cruzada ante Camagüey y Henequeneros, los inquilinos de la disputa por el oro.

Ese antiguo nombre de la novena matancera, dirigida por Gerardo “Sile” Junco y cuyo segundo al mando era Armando Ferrer, es el engañoso dato que hizo suponer que la actual final entre agramontinos y matanceros era un duelo inédito.

Para los yumurinos, el recuerdo de aquella época es la evocación a una de sus mejores generaciones de peloteros, entre los que se pueden mencionar a Juan Manrique, Julio Germán Fernández, Eduardo Cárdenas, Lázaro Junco, Carlos Kindelán, Fernando Sánchez y “Pepito” Estrada.

También para los agramontinos, pues a pesar de estar por debajo de otras novenas en su época, el line up de Luis Ulacia, Sergio Quesada, Pablo Primelles, Leonel Moa, Orlando González, Miguel Zayas, Alcides Masó y Miguel Caldés ha sido la mejor de sus constelaciones.

Ya en la final, Henequeneros y Camagüey enfrentaron a par de dúos de zurdos abridores: Jorge Luis Valdés y Carlos Mesa contra Buenafé Nápoles y Andrés Luis Martínez. “Sile” Junco tenía, además, a Jorge Martínez, y Camagüey a un buen relevista como Felipe Fernández, pero los principales ases estaban más habituados a trabajar con menos días de descanso, como exige un play off.

Aun cuando hubo división de honores en el estadio Victoria de Girón, el retorno al Cándido González marcó una debacle para los agramontinos, pues “Taty” Valdés y Mesa inutilizaron casi por completo a Ulacia, Quesada y al joven Caldés, lo cual unido a la enfermedad de Masó obligó al debutante manager Felipe Sarduy a buscar variantes más ofensivas con la utilización de infielders en los jardines.

Henequeneros se mostró muy superior, con certera ofensiva y magnífica defensa. Eduardo Cárdenas le empujó dos a Andrés Luis en apoyo a la lechada 4-0 de su equipo. Mientras, Fernando Sánchez siguió sumando hits a su performance histórico, Lázaro Junco no sacó pelotas, pero sí fletó a compañeros a bordo, y José Estrada implantó récord de bateo en postemporada (de 32-20).

El quinto y último partido fue un festival de batazos, con cinco indiscutibles en la primera entrada ante Buenafé, hasta casi marcar el fuera de combate a no ser por un jonrón de Caldés. Con el marcador 10-1, Henequeneros obtuvo la corona en patio ajeno, un estadio casi vacío ante la decepción local.

Es así el lejano recuerdo de aquel manager con voz ronca que hizo a los matanceros campeones. Casi tres décadas después, los ahora denominados Cocodrilos de Matanzas añoran la corona esquiva desde entonces, y los Toros de la Llanura pretenden alcanzar la que no pudieron entonces.

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