“El Rey Anglada»: un libro justiciero

Cuando leí El Rey Anglada, de Juliana Venero Bon, quedé con ese agradable sabor de boca que nos dejan los actos reivindicativos. Hacía más de treinta años de los hechos en que fueron involucrados el mítico camarero capitalino y otros peloteros, y todavía no existía un libro que repasara aquellos episodios tan enigmáticos como el Triángulo de las Bermudas, el asesinato de JFK o el Monstruo del Lago Ness.

Para quienes no lo vivieron, no se acuerdan o no quieren recordarlo, les dejo este fragmento de la Nota Informativa aparecida en Granma el 20 de marzo de 1982:

“Luego de un largo, paciente y minucioso trabajo investigativo, la Policía Nacional Revolucionaria comprobó por pruebas testificales y confesión de los encartados, la culpabilidad de varios peloteros y entrenadores, así como de otros elementos antisociales en relación con diferentes actividades delictivas. Se descubrió una red de banqueros, apostadores e intermediarios que con una conducta corrupta, indigna e inmoral, se dedicaban a lucrar con lo que para ellos era un provechoso negocio.

(…) El Instituto Nacional de Deportes, Educación y Recreación, teniendo en cuenta la propuesta de la Comisión Nacional de Béisbol y valorando la gravedad de los hechos, ha decidido:

–Suspender con carácter definitivo de toda competencia deportiva por su condenable actitud a los atletas y entrenadores siguientes: 1. Jorge Beltrán Lafferté, 2. Dagoberto Echemendía Pineda, 3. Rey Vicente Anglada Ferrer, 4. Ernudis Poulot Pérez, 5. Eladio Iglesias Martínez, 6. Radamés Maceo Cué, 7. Ramón Luna Rodríguez, 8. Eduardo Herrera Tamayo, 9. Leonardo Alemán Hernández, 10. José R. Cabrera Romero, 11. Omar Ramos Mesa, 12. Dagoberto García Rodríguez, 13. Carlos Jiménez Rodríguez, 14. Bruno Cousso Linares, 15. José Alpízar Ibáñez, 16. Lázaro Martínez Cárdenas, 17. Félix  Batalla de la Rosa”.

A partir de aquel momento, el béisbol cubano debió prescindir de uno de los jugadores más espectaculares que le han nacido jamás, y Anglada fue a prisión por espacio de casi tres años. Su imagen había quedado degradada ante aquel público que repletaba el Latino para verlo hacer las maravillas que sabía. Sin embargo, el número “36” nunca aceptó los cargos que se le imputaban.

Del libro referido –que dicho sea de paso es mención Premio UNEAC 2011 en Testimonio- entresaco esta conversación deliciosa sostenida por Anglada con su amigo Ulises Fariñas:

“¿Tú crees que yo, un pelotero que dejaba el pellejo en el terreno, que no salía, no merendaba, no comía cuando perdíamos, fuera capaz de eso?” Me quedé así [cuenta Fariñas] y le comenté: “Pero, Rey, tuvo que haber alguna causa”, y me dijo: “Simplemente me tocó a mí porque jugaba como un profesional, pensaba como un profesional y me vestía como un profesional. Esa fue toda mi culpa”.

Al cabo de los años –prácticamente dos décadas-, aquel hombre golpeado hasta el cansancio recibió lo que muchos entendieron como un desagravio cuando le entregaron las riendas de Industriales, primero, y después del team Cuba. Pero el daño estaba hecho, como lo dice él mismo en las páginas de El Rey…

“La prisión fue algo más que desagradable y la inocencia siempre conmigo; era lo que más me alentaba y a la vez más me molestaba. Yo decía: si cometí un delito tengo que pagárselo a la sociedad. Pero el saber que no había hecho nada y estar recluido no fue fácil, sobre todo para mi familia, que sufrió. Mi mamá lo llevó por siempre, esa carga la llevó toda su vida; era lo que más me molestaba”.

Bastaría con los párrafos citados para justificar la existencia de esta biografía estructurada en tres capítulos: “El Glamour”, sobre su etapa de gloria deportiva; “La Oscuridad”, en torno a los sucesos del 82; y “La Revancha”, que se ocupa del retorno de Anglada como manager.

No obstante, hasta el momento nadie ha decidido publicarla en nuestro país, y la autora –después de mil y una gestiones infructuosas– optó por la posibilidad que le ofrecía la editorial Alexandria Library Publishing House, de Miami. Una vez más, y por desgracia, los vacíos informativos domésticos eran copados allende los mares.

“Hemos padecido por años el síndrome de la censura y de la autocensura –explica Venero Bon. Los censuradores o los que tienen el poder de decidir lo que se publica y lo que no, por lo general cuidan mucho de sí mismos. Creo que lo que realmente me impulsa, en primera instancia, a tratar de publicar el libro fuera de Cuba es darme cuenta de que estaba censurado, algo que inicialmente no había percibido. Posiblemente fui ingenua. Solo alguien en una de las últimas editoriales donde estuvo el libro me dijo, como un favor personal, que no fue aprobado ‘de arriba’. Entonces desperté”.

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Juliana Venero Bon. Foto: Katheryn Felipe

¿Qué razones crees tú que han motivado la no publicación del libro en Cuba?

Soy editora hace más de veinte años, y no creo que este libro sea censurable: es más, nunca pensé que iba a suceder. Primero, porque Anglada jamás se fue del país, y segundo, porque inclusive le dieron la oportunidad de volver a la pelota. Siempre creí que se iba a publicar aquí, donde hablar de estos hechos es una necesidad. Pero ya ves, terminó en una editorial de Miami, donde varias personas –sobre todo el hijo de Bobby Salamanca- apoyaron mucho para que saliera adelante. Es absurdo que haya salido allá y no acá, que es el destino principal de esta obra.

¿Sientes que te esforzaste lo suficiente para que viera la luz en Cuba?

Por seis años traté de publicarlo sin éxito en varias editoriales: Letras Cubanas, Extramuros, Ediciones Cubanas (dos veces), Pablo de la Torriente Brau, Ciencias Sociales, En Vivo… Ni siquiera la mención en el concurso Premio UNEAC le otorgó el aval requerido, al parecer.

¿Cómo surgió la idea de biografiar a Anglada?

A mí me encanta la pelota. Me crie en ese ambiente e iba mucho al estadio. Recuerdo bien aquel equipo Metropolitanos, y para mí fue traumático dejar de ver a Rey. Esos hechos nunca fueron esclarecidos, y todo seguía como en un limbo. Pero en 2005 le hice una entrevista para Alma Mater, y ahí salió a relucir el famoso juicio en el que no se les acusa de venta de juegos, sino de peligrosidad, y todas esas sombras despertaron mi interés por emprender un libro.

Después de terminado el texto, ¿estás convencida de la inocencia de Rey Vicente Anglada?

Él es un hombre que lo que piensa lo dice y no tiene miedo. Bravo por él, por defender su inocencia, por aprovechar la oportunidad que la vida le dio con este libro —no tuvo otra antes— para desgarrarse y no contar solo sus glorias sino también los dolores, los daños, las injusticias. Decía Cicerón que la justicia es reina y señora de todas las virtudes, y este libro responde a un acto de justicia. Para contestar a tu pregunta puedo decirte que ahí está el libro. Si no creyera en su inocencia hubiese mirado para otro lado después de aquella entrevista en 2005. Desde ese momento supe que había una deuda por saldar con este hombre que merecía el beneficio de la duda, y también con toda la afición de la pelota.

¿Consideras cumplido el propósito que te movió a investigar?

Habría querido entrevistar a más implicados en el caso, tanto de una parte como de la otra. De todos modos, lo que me interesaba más era que se supiera lo que pasó en la vida de este hombre al que se le acusó de algo que no se pudo probar, cumplió prisión, y luego tuvo que ganarse la vida como podía, desde manejando camiones hasta como electricista. Nunca va a estar de más retomar la historia, y si algunos se equivocaron, que lo reconozcan. Eso sería un paso grande en el camino. Como aficionada de este país que ama la pelota y perdió con Anglada a uno de sus ídolos, pienso que estos hechos merecían un libro, para que no quedara a oscuras esa parte de nuestra historia beisbolera.

Juliana Venero Bon es Licenciada en Filología y Máster en Lingüística Aplicada. Ha trabajado como editora en Letras Cubanas, Gente Nueva, Abril y actualmente lo hace en el Instituto de Literatura y Lingüística. Es autora además del libro De Buena Fe (Editorial Extramuros 2010 y Ediciones Cubanas 2011), cuentos suyos han sido incluidos en varias antologías, y recibió el Premio Palabra Nueva del Arzobispado de La Habana en Reportaje (2006). Como periodista su firma ha aparecido en El Caimán Barbudo, La Jiribilla, Alma Mater, Esquife, Librínsula y En Vivo, entre otras publicaciones.
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