Julita Osendi entrevista a Julita Osendi

“Mi cumbre no era el dinero, sino hacer lo que siempre soñé: estar al lado de mis deportistas, serles fiel a ellos y ellos a mí”.

Julita Osendi, una de las figuras más polémicas del periodismo deportivo cubano en los últimos 30 años. Foto: Foto: Jorge Alfonso Pita/Alma Mater.

Julita Osendi, una de las figuras más polémicas del periodismo deportivo cubano en los últimos 30 años. Foto: Jorge Alfonso Pita/Alma Mater.

Julia Osendi Díaz (Cerro, 1954) está sentada frente a Julita en la sala de su casa. Se reconocen. El mismo pelo corto, rubio dorado, los mismos monos deportivos, la misma mirada penetrante y la misma palabra provocadora. Una pregunta con la espada afilada, la otra responde con la bola de fuego. Esa es su naturaleza, impetuosa, indomable…

“Mira, yo tengo una cosa, mi autoestima es ilimitada. Digo que mejor que yo, la tierra, y la piso. Me voy a morir así. Yo soy una figura emblemática del beisbol cubano, lo puedes poner en el titular que te dé la gana”.

No hay espacio para el sosiego en este cara a cara. Rectas duras van, líneas sólidas vienen; a veces, solo a veces, un pitcheo quebrado provoca algún desbalance, un dolor efímero que no llega a convertirse en lágrima.

– Si tú eres tan fuerte, ¿por qué no terminaste narrando, como querías? Dime por qué.

– Todo el mundo no da para eso, y tú lo sabes. Yo primero soñé con trabajar en Prensa Latina, nada que ver con la televisión, pero esa fue la vía que encontré para salir de la radio, que nunca me gustó. Ya en la televisión entonces soñé con ser narradora, y Eddy Martín me decía que yo no podía meterme en eso.

Un día en Ciego de Ávila me dieron el micrófono. Era mi oportunidad de narrar. ¡Ay! ¡Si la gente me oye! Lo mío era que si Roger Machado está bueno, que si la sonrisa de Roger Poll, que si mira a este muchacho tan simpático. Y en medio de todo aquello, las líneas andando, y fulanito llegaba a segunda y no me enteraba.

«Soñé con ser narradora, y Eddy Martín me decía que yo no podía meterme en eso». Foto: Play Off Magazine.

¡Era pa´ morirse! Pero alguien sí me escuchó.

Al otro día nos fuimos a un potrero de esos de municipio. La serie era entre Ciego y Pinar, lanzando José Ariel Contreras. Después del juego, yo hice una esquina caliente y un señor se abrió paso entre la gente y me dijo: “¿Yo le puedo pedir un favor? Mire, siga haciendo esquinas calientes y siga haciendo entrevistas, pero no narre, no narre más”.

Y en efecto, al tiempo, esperando un fin de año, le dije a Eddy Martín: “Padrino, qué va, no voy a narrar.”

***

Para mantener el paso de las Osendi, hay que correr, pero no a ritmo de fondista, porque te fundes en la primera curva. Hablan de atletismo, de los Industriales, del Latino, del Cerro, de mami, de papi, de periodismo, todo a la vez, y echan combustible con un buche de café a cada rato.  

– Tenías que seguir en la corredera…

– ¿Y tú crees que yo no lo intenté, chica? Yo quería seguir en el atletismo. Le gané a cuanta velocista me pusieron, pero era blanca y rubia. No hubo forma. Al cabo de los años, me enteré de que efectivamente había un prejuicio racial muy fuerte. Decían que no tenía fuerza explosiva y lo mejor era mi arrancada. Mira tú.

– Cosas del Orinoco…

– Eso nadie lo entiende. Pero al final nadie pudo acabar con la locura que tenía con el deporte. Por mami, todo por mami, porque si es por papi, ni fútbol veía, y eso que era español. Mami no, ella jugaba, a los cuatro años ya me había puesto un bate en la mano; iba al Latino, era almendarista e industrialista y le encantaba Natilla Jiménez. Te acuerdas cuando le decía: “Oye, mira pa´ ca, que Natilla es de los Azucareros”. Ella sí era pelotera, hasta ganó con mis tías unos campeonatos escolares de High School en Tampa. 

– Lo que no sé es cómo te dio por el periodismo…

– Yo quería estar en el deporte, no ser embajadora, ni ninguna otra cosa. Las opciones que me quedaban eran la medicina o el periodismo. Entonces pensé: ¿dónde puedo opinar, llegar al atleta y que la gente lo vea? El periodismo era la respuesta; lo que no fue fácil llegar a hacer deporte en los medios.

Cuando me gradué, primer expediente de la Universidad, me mandaron a Radio Cadena Habana a informar de cosechas de papas y viandas. ¡Imagínate tú! Lo que a mí hay que matarme. Por mi propia inspiración, extra al trabajo que hacía, creé el noticiero deportivo 600 segundos en órbita, con el colega Luis Sarmiento. 

«Empezar en el periodismo deportivo fue complejísimo, efectivamente, por el trato con los atletas, no con los compañeros de trabajo». Foto: Jorge Alfonso Pita/Alma Mater.

– La salvación fue Eddy…

– Eddy Martín es decisivo en mi carrera. Un día llegó a la emisora con Héctor Rodríguez y René Navarro, a evaluar a los periodistas deportivos. Vi a todo el mundo corriendo con tremendo alboroto y, cuando supe lo que era, hablé con el director para hacer las pruebas. Ya tú sabes, trató de persuadirme…

Protesté, solo quería una oportunidad y la vida me dio la razón. Aprobé el examen, hice de todo, y sin preparación cogí 85 puntos. Así es como me llevan a la televisión.

Y Eddy, seguro, fue la salvación, no solo por ese momento, sino por todo lo que me enseñó después. Me decía que si era industrialista me lo tenía que guardar, que si era fanática no iba a llegar a ningún lado. Es la persona que más yo he querido y respetado dentro del ámbito deportivo.

***

Los pasillos del Instituto Cubano de Radio y Televisión forman un laberinto tenebroso. Aunque estén alumbrados, siempre resalta ese matiz oscuro, sombrío, silencioso… Cuando Julita entró por primera vez ahí, a principios de los ochenta, sabía que iba directo a la boca del león. Mujer, joven, con ansias de hacer periodismo deportivo, estaba destinada a derrumbar un muro de prejuicios…

– Los atletas eran los que más difícil lo hacían todo…

– Empezar en el periodismo deportivo fue complejísimo, efectivamente, por el trato con los atletas, no con los compañeros de trabajo. En la redacción no hubo problemas, pero con los peloteros sí. Fue un choque, feo, con los jugadores, no con los directores, que eran más receptivos. Tuve que ponerme dura y a veces ser cualquier cosa menos decente…

Ellos me miraban, con mis chiquillos a cuestas, haciendo reportes de esto y lo otro, y no me daban mucho paso. Pero empecé a intentar cosas que no se habían visto. Me aparecía con una crónica que musicalizaba imágenes de un récord de ponches, que ponía al lanzador en cámara lenta, con música sinfónica por detrás.

– Muchacha, ¡qué clase de locura!

– En aquellos tiempos, ponerle una música sinfónica a un pelotero era inaudito. Me acuerdo de una bronca con Julia Mirabal cuando le puse a Mozart y Beethoven a Marquetti. “¿Y eso qué cosa es?”, me decía ella, y yo le respondía que por qué no, ellos también lo merecían. No me podía quedar callada.

– ¿Y ya con eso fue suficiente para conquistar a los peloteros?

– No, ¡qué va! Al final siempre tienes que demostrar también tus conocimientos sobre béisbol, tu destreza para reconocer lo verdaderamente extraordinario dentro de un juego que en aquellos años sí era de tremenda calidad. Eso creo que lo logro poco a poco en Out en home, una sección que se mantuvo hecha a lápiz hasta que me retiré.

Se volvió muy popular, y los peloteros la esperaban; querían verse ahí o ver lo que tenía que decir sobre algún suceso en particular del béisbol. Ojalá nada de eso se hubiera perdido cuando colgué los guantes, pero nunca supe si alguien se interesó en darle continuidad, y en este punto de verdad que no me interesa. Como ellos me olvidaron, a ras, pues yo también me olvidé.

Julita Osendi con el prestigioso narrador y comentarista deportivo René Navarro, y la voleibolista Raiza O´Farrill, doble campeona olímpica. Foto: cortesía de la entrevistada.

– Pero no te hagas la dura, tú querías seguir trabajando…

– En parte sí. Yo admito que hasta me brindé a permanecer ahí sin devengar ningún gran sueldo y con objetivos muy puntuales, como seguir trabajando con el patrimonio y ocuparme de los estudiantes que entraran o de los muchachos jóvenes que venían saliendo. A la par,  solicité que me dejaran hacer una emisión del Dominical al mes y un Noticiero Deportivo a la semana. Eso eran 300 pesos más para aumentar mi pensión. Además, era una forma de desentrenarme, de seguir aportando, yo misma me iba a salir en algún momento, pero… aquí estamos.

– Al final, había que quitarse a la incómoda de encima…

– Ya te dije que mi autoestima es ilimitada. Yo soy autosuficiente con base, porque trabajé el triple que cualquiera. En aquellos tiempos, era inconcebible que un hombre limpiara, lavara o cuidara niños en hospitales. Todo eso yo lo tuve que hacer a la par de mis responsabilidades en la televisión.

Yo me iba por la tarde de la redacción a recoger a los niños, darles la comida y dejarlos tranquilos con el padre. Entonces regresaba al ICRT caminando, a hacer de todo. Me metía madrugadas enteras editando, el paso mío no había quien lo aguantara. Y lo más lindo, muchas cosas las hacía por puro amor, porque de verdad quería hacerlas. ¡Chica, tú sabes que por más de la mitad de mis documentales no cobré un medio!

Con eso yo me podía y me puedo parar delante de cualquiera. Mira, ahora mismo en la pandemia, el Noticiero Deportivo estuvo no sé cuánto tiempo sin salir al aire. Si yo estuviera ahí, me hubieran tenido que matar. ¿Cómo va a salir Meridiano, que surgió hace nada, cómo va a salir el cultural every day, y el deportivo, que tiene tropecientos años, en el olvido? ¡No! ¡La vida me hubiera costado! 

Lo que he hecho yo no lo hacen otros, y no te hablo solo de esfuerzo, sino de ideas, de ímpetu, hasta de locura. Dime quién se ha metido en un baño con los peloteros a filmarles una entrevista o a tomar un plano distinto para un documental. El último fue Yunieski Maya en el primer Clásico. Ahí están las imágenes, con Maya enjabonao. Eso es mío, lo hice yo, porque el camarógrafo decía que no entraba al baño.

A las chiquillas siempre les decía que se peinaran, que si el moño, que si los aretes. Nadie está en eso y hoy se ve, que ni los arreglan ni nada cuando salen en cámara. Ese es mi sello. Pero no me creo cosas, si Julita Osendi no existiera, otra mujer hubiera venido a hacer lo mismo que yo hice, o más, a abrirles el camino a todas las periodistas que hoy están saliendo en el mundo deportivo.

***

El huracán de las Osendi se ha quedado estacionario, solo por algunos instantes. En un día normal, siempre llega el punto en que tienen que dejar de confrontar. Cuando llega ese momento, se ponen a ver televisión, lo mismo Chicago Fire que Grey’s Anatomy, lo mismo una película de acción que novelas brasileñas y mexicanas.

Ahora, después de terminar un capítulo de uno de esos culebrones, buscando en el disco duro, chocan con una carpeta de documentales. Todo lo que encuentran ahí es historia viva, imágenes de los momentos más espectaculares del deporte cubano en los últimos 40 años.

Un documental de Marquetti, otro de Medina, otro de los Juegos Olímpicos de Atlanta, otro de no sé qué Serie Nacional o de un Mundial de atletismo… Julita, con una mezcla de orgullo e insulto, no se puede contener:

“La verdad que hoy me acuerdo de un documental que hice y se me olvida otro. No hay manera de que pueda llevar la cuenta clara. ¡Y lo que se ha perdido! Ahora no aparece el de Casanova, El Señor Pelotero”.

DOCUMENTAL TSUNAMI

– No te pongas a hablar de eso, que te alteras.

– ¿Cómo no me voy a alterar? Si tú ves un casete que dice: “Carrera de Juantorena en Montreal NO BORRAR”, yo creo que el mensaje es bastante claro. A mí me borraron el jonrón de Edmonton de Pedro Medina, que es el jonrón más mencionado en un juego que se perdió. Estaba en el casete 4 del juego Cuba-Estados Unidos de la Copa Intercontinental de 1981, y lo cogieron para grabar un partido entre Isla de la Juventud y Metropolitanos.

Por esa gracia tuve que hacer el documental de Medina (“Otro grande dice adiós”) sin las imágenes en colores de aquel jonrón. Eso me pasó porque en aquellos tiempos yo todavía confiaba. Era muy noble; tenía mi carácter asturiano, pero era muy noble, ni malas palabras decía. Después aprendí a ser más fuerte, a trompicones y machetazos para lograr el objetivo en cada trabajo.

– Y lo que costó…

– Tremendos disgustos, empezando por mi casa, porque mucho de lo que hacía no me lo pagaban. Yo quería hacerlo y no me arrepiento, pero es del carajo. Entonces después alguien se aparecía a decir que no me bajaba del avión. Yo me lo gané con mi trabajo.

Además, no iba solamente yo a las coberturas. Carlos Alberto González también estuvo en muchos lugares, merecidamente, porque para mí es el mejor periodista deportivo de esa redacción, el más culto, el que más sabe de comunicación y en la práctica demostraba que era estelar.

Pero bueno, a lo que íbamos. Aquí ha existido mucha despreocupación por la historia del deporte cubano, en todos los niveles. No se puede culpar a una o dos personas nada más. Yo involucro a todo el mundo, hasta el INDER, porque les pedí ayuda para rescatar algunas cosas y nunca me hicieron caso.

Por suerte, yo pude salvar un montón de sucesos con la ayuda de muchas personas, el más importante de ellos, Adonay Villaverde. Fueron horas de hacer transfer a betacam y después digitalizar. Así logramos llevar a patrimonio unas cuantas cosas que hoy están bien guardadas. También tengo de todo en la casa y mis puertas están abiertas para quien lo necesite, no solo de La Habana, sino de Cuba entera. Muchas veces me acusaron de que yo hacía eso para vender las imágenes, pero al final lo que hago es ofrecérselas a los muchachos nuevos, para que tengan material de consulta.

***

Ya es más de la una de la tarde. Por manía, Julita toma el mando del televisor y empieza a cambiar. Un documental chino en Multivisión, reggeaton en el Canal Clave, el Noticiero del Mediodía por cuatro canales… y la Serie Nacional en Tele Rebelde. Cuando llega ahí, se detiene el tiempo por unos segundos. Parece durar una eternidad el choque de miradas de las Osendi, que por primera vez en el día parecen coincidir en todos sus pensamientos.

“Yo me ′espantaba′ los dobles juegos en el Latino y no me lo sentía, porque había calidad, había rivalidad, había un pitcheo exquisito. Te encontrabas con la sagacidad de un pelotero como Luis Ulacia, la energía de Víctor Mesa y Enriquito Díaz, la calidad de los Sánchez, de Giraldo Iglesias, y más para acá Yasser Gómez, Carlos Tabares…

“Había pelota, coño, ahora ya no sé lo que hay. Por eso no la veo, ni la veré. Faltan muchas cosas, y no solo ahí en la Serie Nacional. Mira para abajo, a la base. Recuerdo que cuando salía a recorrer el país con los play off, había terrenos de béisbol en todas partes y la gente los utilizaba para jugar béisbol, no como ahora que se han convertido en cualquier cosa.

Mujeres en los estadios de béisbol en Cuba. Foto: Ricardo López Hevia.

“En esas giras yo hacía 30 trabajos de masividad y 25 eran de pelota de base. ¿Dónde está eso ahora? ¡Perdido! Los muchachos de estos tiempos cogen una pelota y lo que quieren es meter goles.

“Dicen que el béisbol es caro, pero lo que falta es voluntad. Yo jugaba pelota con un palo y las bolas se hacían de cualquier cosa. Ah, el lío es que los activistas también se han desaparecido, no hay motivación para ellos. Si antes les daban poco, ahora les dan menos. Y lo mismo con los entrenadores. Si no les das atención, no tienen más remedio que irse a otro lado, o hacer otra cosa. No ha existido una política de estimulación coherente con el esfuerzo que hacen esos hombres y mujeres.

“Al final, todo eso se convierte en una cadena desastrosa que va matando a los fanáticos. El interés de la gente es directamente proporcional a la calidad del espectáculo que pueden consumir. Y hoy, en el béisbol cubano, el que se juega aquí, no hay calidad. Desgraciadamente.

Yo no sé lo que van a hacer. Es muy difícil para el que está dirigiendo, llámese Higinio, llámese Reynoso, llámese Aragón… el que pongan. Si no tienes una base, es muy difícil, con todo y que surjan peloteros de la nada. Mira, Luis Robert salió de la nada, se fue de Cuba y al otro día estaba dando jonrones en Estados Unidos. Ese es un ejemplo de que, a pesar de la situación, siguen saliendo peloteros de primer nivel.

“Hace falta un cambio, pero no creo que pueda hacerse, no hay con qué. Si ahora le dices al atleta que va a ganar en dólares, ¡ohhhh!, yo te voy a decir a ti si no vuelan en las bases. Pero no lo puedes hacer porque no lo hay. ¿Cómo pretenden lograrlo? ¿Con la moral? ¿Con el Cerro Pelado? Eso no existe ya.

“Ahora cualquiera cree que se lo merece todo, incluso si es en detrimento de otros deportistas de Cuba como luchadores, judocas o boxeadores, quienes verdaderamente llevan a este país a un lugar no tan desastroso en Olimpiadas. A esos les dan muy poco, cuando lo comparas con el béisbol.

“¿Y qué da la pelota? ¿Distracción? Esa tanda de tres juegos en un día no la ve nadie. Un partido a pleno día que sale a las diez de la noche… Eso no atrapa a nadie. A mí me duele en el alma. Yo sufrí y pataleé con la pelota durante años. Yo llevo esa pelota en la sangre. Fíjate que digo esa pelota, la de aquí, la mía, no Grandes Ligas ni Japón. Por eso no la veo ahora, no puedo sufrirla después de lo que viví.

«Mi función de madre siempre va a estar, con todos, donde quiera que estén». Foto: Jorge Alfonso Pita/Alma Mater.

“Eso sí, me llevo de lo mejor con varios peloteros. A algunos los tengo en Facebook y conversamos. Con Despaigne, Moinelo, allá en Japón… Les digo que tengan calma, que no se desesperen, que hagan las cosas así o asao. Mi función de madre siempre va a estar, con todos, donde quiera que estén. Lo mismo con los Gurriel, con los Mesa, con los Despaigne, para mí todos son peloteros cubanos, no hago distinciones.

“Mira, cuando se fue Contreras, un colega dijo que ojalá se le partiera el brazo. Yo nada más que lo miré. ¿Cómo tú le vas a decir eso? ¿Cómo vas a desear eso a un hombre que lo único que ha hecho es salir a luchar su casa, su economía, el bienestar de su familia, y que ha puesto y siguió poniendo el nombre de Cuba en el Everest?

A mí me dolía en el alma no poder tener más a Contreras y a otros, pero si los de allá y los de aquí se abrieran, Contreras y otros podrían haber seguido jugando con sus cuatro letras en el pecho. En fin, la política. Mira, vamos a cambiar el tema, vamos a almorzar y después te cuento de la única vez que se me salió el color azul haciendo mi trabajo”.

***

Cuando el Latino explota, las paredes del hogar de Julita Osendi se estremecen. Ella no conoce del todo esa sensación de ver temblar su casa mientras miles de personas gritan en el Coloso del Cerro. Ell ha estado allí, en el centro de un volcán en ebullición.

“De niña iba con mami a ver a los Industriales, a gritar por mis azules. Soy fanática a morir. Y bueno, después he pasado más tiempo en el Latino que en cualquier otro lugar, por el periodismo, aunque viviendo todo de manera muy diferente. Yo no sé cómo lo hice, pero entraba al estadio y me sacaba el azul de adentro. El que ganó, ganó, y el que perdió, perdió. Incluso cuando Industriales ganaba, me tenía que aguantar para no irles arriba”.

– ¿Y de verdad vas a contar cuándo se te salió el color azul?

– Una sola vez. Fallé. Fue en el 2002, cuando Enriquito Díaz comete aquel error contra Pinar del Río y después Daniel Lazo da un jonrón para decidir el play off. Fui a entrevistar a Lazo y me rompí a llorar. Cuando Jorge Fuente me vio, fue para allá y me dijo: “¿Qué te pasa, Julia Osendi? Tú eres una profesional”.

Él sabía que no me gustaba que me dijeran Julia, y me habló fuerte. Bueno, ya hasta Lazo, que es lo más noble del mundo, se había ido y él lo mandó a llamar en el túnel para que lo entrevistara. Lo que le dije a Lazo no lo puedo repetir, pero logré hacer el trabajo. Después también le puse la cámara a Fuentes y, a pesar de todo, me dio declaraciones. Ese es un caballero. 

– Antes de retirarte, nunca dijiste en público que eres industrialista. ¿Hay alguna otra cosa que hiciste, o que no hiciste, de la que te arrepientas?

– A lo único que dije “no” y era “sí” es lo de ser católica. Siempre fui católica y, cuando me preguntaron, dije que no, cosa de la que me arrepiento. Desgraciadamente, para avanzar en aquel sistema había que decir que no. Ahora lo digo una y mil veces, mi respuesta tenía que haber sido “sí”.

De lo demás, todo lo que dije fue porque lo sentí. Mi cumbre no era el dinero, sino hacer lo que siempre soñé, estar al lado de mis deportistas, serles fiel a ellos y ellos a mí. ¿Que cumplía con las pautas del Sistema Informativo? Claro, el que paga manda, aquí y en cualquier lugar. Las cosas funcionan así.

No obstante, la gente se queda solo con lo que ve. Nadie piensa en lo que está por detrás, en las broncas que uno se mete para que las cosas salgan mejor. Yo tengo una muy famosa, la del jonrón decisivo de Kendrys Morales en el Mundial del 2003. Ese año el béisbol cubano ganó los Panamericanos de Santo Domingo, ese Mundial y el Preolímpico de Panamá, justo donde se dio el show con Kendrys, y lo viran para Cuba.

Julita Osendi - El jonrón fantasma de Kendrys Morales y por qué desapareció - Swing Caliente (Ep 16)

Después él se fue, para su suerte, y yo hice un documental resumen de la temporada, en el que incluí su jonrón, su llegada a home, con todo el mundo cayéndole arriba. Entonces me dijeron que eso no podía salir y tuve que elegir entre sacrificar ese momento o todo el trabajo, en el que ya se había invertido tiempo y dinero.

Le di una vuelta, que quedó horrenda. Se le dio más protagonismo al triple de Yulieski Gurriel, que ahora tampoco se podría poner. En fin, son cosas que quizás no volvería a hacer, porque tengo otra forma de pensar. Han pasado los años y lo que yo soñaba no se ha vuelto realidad, además, cosas que yo pensaba que era imposible que pasaran, han pasado.

Mira, yo tuve que vender mi carro para arreglar la casa. Eso es inconcebible. Que una profesional deba recurrir a ese extremo, mientras hay personas, sin un historial y sin nada, que tienen carros y casas y todo lo que quieran, por ser nietos de alguien.

Cuando ves esas cosas, te das cuenta de que lo que te metieron en vena, no es. Te lo digo a ti y se lo digo a cualquiera. Tenemos cosas buenas, que siempre hemos tenido: la salud, la educación, que se lucha por la gente, pero no, nada es lo que yo imaginaba. Por eso tienen que cambiar cosas, hay que abrir las mentes y el diapasón, hay que conversar y no apretar.

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