La larga historia de Cuba frente al béisbol asiático

Desde principios del siglo XX, selecciones antillanas enfrentaron y dominaron a rivales asiáticos, esos que últimamente se han vuelto indescifrables para el béisbol cubano.

La derrota de Cuba ante Japón en la final del primer Clásico Mundial marcó un punto de giro entre los resultados de los equipos cubanos ante naciones asiáticas. Foto: Marco Vasini.

Lunes 20 de marzo de 2006. Final del primer Clásico Mundial. A los pocos minutos de transmisión televisiva, la afición cubana veía crispada y afligida como los corredores nipones parecían ninjas sobre las bases y sin apenas sacar la bola del cuadro fabricaban cuatro carreras a la postre decisivas.

A partir de entonces, los enfrentamientos contra Japón o Corea del Sur han sido frustrantes. La impotencia ha sido el factor común para nuestro béisbol, otrora campeador entre amateurs y que en la actualidad no puede con la hegemónica escuela profesional asiática.

Una y otra vez Cuba pierde ante ellos, los roles están invertidos y ya han quedado atrás los tiempos en que los equipos de extremo Oriente luciera excelente pitcheo, pobre bateo y recibiera lecciones latinas en ciertas filosofías de juego.

Hasta tanto se demuestre lo contrario, el primer encuentro entre cubanos y asiáticos ocurrió en 1915 con la visita de un equipo con nombre en inglés, Chinese, compuesto íntegramente por jugadores chino-estadounidenses, quienes cursaban estudios universitarios en Hawai. Foto: Cortesía del autor.

Pero los duelos entre Cuba y las naciones del continente asiático tienen una larguísima historia, que en algunos casos se remonta a principios del siglo pasado. En aras de ganar mayor claridad en el asunto, OnCuba les propone un viaje por los desafíos contra las selecciones orientales y repasa su evolución beisbolera.

Contra China

Parece, hasta encontrar otro dato histórico que lo refute, que el primer encuentro entre cubanos y asiáticos ocurrió en 1915 con la visita de un equipo con nombre en inglés, Chinese, pues se componía íntegramente de jugadores chino-estadounidenses, quienes cursaban estudios universitarios en Hawai.

Esa novena arribó a La Habana no como endeble novata, sino con todas las herramientas de los descendientes chinos ya aclimatados al juego en Norteamérica, y prueba de ello fue el castigo endosado a un big leaguer como Adolfo Luque, del Almendares, uno de los cinco triunfos en doce encuentros de exhibición ante clubes profesionales y amateurs cubanos.

Los jugadores Apan, Yin, Lee y Lai conectaron por encima de .300 en una serie donde los Chinese midieron fuerzas de manera aleatoria contra Habana y Almendares y dos equipos de la Unión Atlética, los Marqueses del Vedado Tennis Club y los Caribes de la Universidad de La Habana.

En ese momento resultó un hecho exótico, tal vez algunos habitantes del barrio chino habanero asistieran al Almendares Park a vitorear en mandarín o cantonés a sus coterráneos, pero hubo que esperar hasta el mundial de 1972 para lidiar versus Taipei.

También es oportuno mencionar que en 1940 nos visitó Hawai, durante la segunda Serie Mundial Amateur, y si bien geográficamente pertenecen a Oceanía y políticamente a los Estados Unidos, la mayoría de sus integrantes eran descendientes de japoneses, mestizos maoríes o “chinos de ultramar”. Ellos lograron decoroso quinto lugar, con apretada derrota ante Cuba 1-3.

Encuentros con samuráis

El contacto con la pelota japonesa se dilató demasiado por culpa de la Segunda Guerra Mundial, momento de ruptura diplomática con Tokio tras el ataque a Pearl Harbor y el dictamen de Batista para el encarcelamiento forzoso hacia Isla de Pinos de todos los nipones varones residentes en la Isla.

Con la postguerra y la eliminación de tensiones, el empresario Roberto “Bobby” Maduro logró en 1955 traer al primer equipo japonés que se enfrentaría a los cubanos, en este caso el profesional Gigantes de Yomiuri ante el pujante proyecto de los Cuban Sugar Kings. El 4 de marzo comenzó el tope en el estadio del Cerro con laurel 4-1 para el derecho Raúl “Salivita” Sánchez; un día después vino el desquite visitante con crédito para Takumi Otomo, y finalizó la serie con poderosa ofensiva de 11 carreras por parte de los Reyes del Azúcar y gran pitcheo del veloz Julio “Jiquí” Moreno.

Hideo Furuya, lanzador submarino que enfrentó a Cuba y provocó un gran espectáculo, así como la imitación de muchos jóvenes en los pitenes de la Isla. Foto: Cortesía del autor.

Precisamente, en 1955, Humberto Barbón fue el primer profesional cubano en jugar en las Grandes Ligas japonesas, hizo historia en ellas, a quien le siguieron otros cuatro hombres pertenecientes a la etapa prerevolucionaria.

¿Y cuándo volvieron los desafíos luego de 1959? Cuba apostó por el deporte amateur, razón por la cual hasta el Mundial de Nicaragua en 1972 no coincidió internacionalmente contra Japón. Esa ocasión fue histórica. Los del “Sol naciente” fueron la sensación del evento (amén de la ofensiva criolla) a pesar de su cuarto puesto gracias a un balance de 11 y 4, en especial a causa de su perfeccionista pitcheo (Zengo Ikeda, Furuya, Ideo Ikegaya, Niimi, Ishikawa y Takara) que extendió a 109 las entradas sin carreras, válidas para ocho blanqueadas.

Por los antillanos, José Antonio Huelga los frenó con sus bolas rápidas, aunque el submarino Hideo Furuya provocó gran espectáculo con un raro wine up y ese ángulo poco común, al extremo de causar la imitación entre cientos de muchachos en los pitenes callejeros cubanos.

Japón en aquel año ya lucía como un equipo rapidísimo en el robo y corrido de bases, hábiles en el toque y buena defensa, no obstante, como apuntaba el periodista Eddy Martin, su poder al bate era pobre y sus jardineros carecían de buen brazo. Llovió mucho hasta hablar de la impotencia actual contra los nipones y del slugging ostentado por Ichiro Suzuki y Shinnosuke Abe

¡Ah, también en 1972 hubo otros “asiáticos”! No olvidemos a la novena de Brasil, repleta de hijos de japoneses. Allí estuvieron los boletos recibidos de Keiji Nakamori y el descontrol de Keiji Yui, el serpentinero con más bases por bolas.

Otros topes desde los 70

En la estela de las relaciones binacionales, en 1974 por primera vez los equipos hicieron visitas de cortesía.

Cuba había ganado el torneo de Haarlem cuando hizo la gira japonesa por espacio de casi un mes, tres juegos en el estadio Korakuen, de Tokio, y sendos en Yubari, Sapporo, Morioka, Kyoto y Shizuoka. El primer juego lo perdió Cuba 3-5 contra Hawai, ganó el resto (siete), uno de ellos contra el campeón nacional y otro contra una selección de estrellas (Todo Japón).

El equipo antillano incluía a establecidos y a novatos: Julio Romero, Vinent, Changa Mederos, Urquiola, Laffita, Navaja González, Capiró, Lázaro Pérez, Puentes, Muñoz, Anglada, Jesús Guerra, Oliva y Medina. Los más destacados fueron los jonroneros Marquetti (tres) y Cheíto (seis), este último con dos de sus bambinazos a costa de pitchers submarinos (uno de ellos a Furuya).

Luego, los japoneses devolvieron la visita con escalas en La Habana, Santiago de Cuba, Camagüey, Las Villas, Matanzas, Pinar del Río, y tres encuentros contra el equipo nacional. Para entonces, la calidad de los jugadores japoneses aficionados (mientras su liga profesional seguía sin mostrarse) iba en incremento gracias a la estabilidad de su director Katsuji Kawashima.

Habían ganado la Copa Intercontonental de 1973, quedaron segundos en el 75 y terceros en el mundial 76 y en la Intercontinental del 77, cuartos en el campeonato del orbe del 78 y en la copa de 79 solo perdieron contra el home club Cuba.

Entre 1985 y 1997 ambos hicieron el uno-dos en siete Intercontinentales consecutivas, hasta que en Barcelona se sacudieron con demoledor 11-2 sobre los cubanos. Vinieron tres olimpiadas, e incluso en el 2006, en Taichung, los criollos superaron a los asiáticos, pero ese mismo año tal vez fue el Clásico el punto de giro con la entrada de los samuráis de Grandes Ligas.

Los coreanos

Corea del Sur ha sido un verdugo para los equipos cubanos durante los últimos años. Foto: Yuki Ohboshi.

El último oponente que nos resta es Corea del Sur. Con la espina de la plata olímpica en 2008 y la supremacía impuesta por “los Kim” en sucesivos eventos internacionales, ya pocos se acuerdan de cuando comenzaron los partidos entre ambas naciones o que antes Cuba los superaba, no sin sustos, en copas y mundiales.

Pues el primer encuentro entre coreanos y cubanos no ocurrió en el sur del paralelo 38, sino al norte, en Pyongyang, con una visita de un Cuba B (con integrantes como Alfredo Street y Oscar Romero) en 1974. Dos años después, en el mundial de la AINBA en Colombia, les tocó el turno a los del Sur, quienes nos aplicaron la fórmula de un lanzador en cada tercio, con Hyung Chel Kye, Ho Joong Kim y Ho Kyen Young.

Corea del Sur se coronó en la intercontinental 77 (con ausencia de Cuba) y a partir de entonces coincidieron en las ediciones 1981, 83, 85, 87, 89, 91, 93, 95, 99, 2002, 2006; en los mundiales 78, 80, 84, 86, 88, 90, 94, 98, 2001, 2005, 2007, y en las olimpiadas 96, 2000 y la ya mencionada Beijing 2008.

Con la entrada de los mejores profesionales disponibles, bateadores como Seong Yeop Lee y Jong Beom Lee aportaron la fuerza que faltaba, mientras Min Han Son, Chan Ho Park y Jae Seo siguieron la tradición de los monticulistas.

Ya el Segundo Clásico tuvo una final asiática, una supremacía mundial que no parece acabar.

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