Otro swing al aire del béisbol cubano

El aplazamiento del II Coloquio Museo y Salón de la Fama del Béisbol Cubano abre un mar de dudas sobre la posibilidad de una nueva exaltación

Tras el aplazamiento del II Coloquio Museo y Salón de la Fama del Béisbol Cubano es casi imposible que haya alguna exaltación de peloteros antes que termine el año. Foto: Reynier Batista

Tras el aplazamiento del II Coloquio Museo y Salón de la Fama del Béisbol Cubano es casi imposible que haya alguna exaltación de peloteros antes que termine el año. Foto: Reynier Batista

Como si no fueran pocas las penas de la pelota cubana y del movimiento atlético en sentido general, los organismos rectores del deporte de las bolas y los strikes en el país decidieron aplazar (por tiempo indefinido) el II Coloquio Museo y Salón de la Fama del Béisbol Cubano, y la consiguiente exaltación de jugadores al templo de inmortales.

Quizás llevamos mucho tiempo pensando que este Salón de la Fama no existe, o de que fue tragado por años y años de descuido. Quizás por eso, entonces, algunos obvien la enésima pifia de las autoridades beisboleras, pero, en realidad, estamos ante una situación de enorme gravedad.

La Federación Cubana de Béisbol (FCB) y la Dirección Nacional (DNB), de conjunto, dieron un portazo en las narices de los aficionados.

“Resta trabajo por hacer para lograr la debida institucionalización del Museo y Salón, del Premio Martín Dihigo, de la Comisión de Cronistas e Historiadores del Béisbol, y de otras acciones que este proyecto se propone llevar adelante”, explica la nota.

Horas antes de emitir este comunicado, Yovani Aragón, comisionado nacional, reconoció a Oncuba que el Salón de la Fama es “una asignatura pendiente”. Además, señaló que deben perfeccionarse los mecanismos “desde el punto de vista institucional, de modo que el Salón de la Fama no esté en el aire, sin un orden y sin respaldo jurídico.”

Ciertamente, estos son argumentos a considerar de cara al futuro, en los cuales, no hay dudas, hay que seguir profundizando a fin de lograr un Salón de la Fama con el mínimo de fisuras.

Sin embargo, con las bases sentadas hace cuatro años bien se podía acometer un nuevo y legítimo proceso, tal cual se hizo en el 2014 con la exaltación de diez peloteros y la entrega del Premio Martín Dihigo a Fidel Castro.

¿O acaso se llegará al extremo de decir que por falta de institucionalidad y rigor jurídico todo aquello caerá ahora en un saco roto?

Los argumentos determinados e impuestos por la FCB y la DNB no deberían servir por sí solos para anular de un golpe la inminente exaltación y el necesario debate entre cientos de historiadores, estadísticos y periodistas, enfocados en el objetivo común de rescatar y elevar a un lugar de respeto la ya maltrecha memoria histórica de nuestro béisbol.

Dar continuidad a siete meses de trabajo de la propia Comisión Nacional junto a un grupo de especialistas dedicados en cuerpo y alma a revivir el Salón de la Fama era lo que verdaderamente hacía sentido ahora, porque se podría ahondar mucho más en los aspectos tratados hasta el momento y perfeccionar todas las cuestiones que no se han aclarado.

En cambio, lo que realmente no servirá para nada es el silencio de los próximos días, sin Coloquio y sin las discusiones que el mismo provocaría.

El inmovilismo mata, y eso deberían saberlo, de sobra, los dirigentes del béisbol y del deporte cubano, cuya mano anda detrás de esta decisión.

Otro detalle frustrante ha sido la forma abrupta de comunicar el aplazamiento del Coloquio, a solo tres días del inicio del mismo, cuando ya se había dado forma a un plan de trabajo, cuando ya se habían convocado a cientos de especialistas de todo el país. ¿Cuántos de ellos habrán ocupado su tiempo en moldear ideas y preparar ponencias para ahora quedarse con las maletas hechas?

Desde el punto de vista comunicativo, las autoridades deportivas vuelven a dejar mucho que desear, como ya ha sucedido antes en múltiples ocasiones.

En el Salón de la Fama, ¿hay bola escondida?

Al margen de las “razones” explicadas por la FCB y la DNB, ya se sospecha en algunos círculos que otros motivos han pesado mucho en el aplazamiento del Coloquio, como la decisión de no incluir a peloteros que, en un determinado momento de su vida, decidieron irse de Cuba.

Horas antes de darse a conocer la noticia, Oncuba conversó con el comisionado Yovani Aragón, quien nos aclaró que, de acuerdo a la política de las autoridades beisboleras, un pelotero solo podrá ser exaltado al Salón de la Fama si “cumple con los requisitos deportivos y también con los principios de la Revolución”.

Esta declaración, explícita donde las haya, quizás deje en la cuerda floja a hombres con sobrado historial para ser inducidos al Salón de la Fama en el proceso que se avecinaba o, a lo sumo, en la siguiente exaltación.

¿Hay alguna forma de explicarle al aficionado que el único medallista olímpico cubano como jugador y como manager no puede pasar al templo de los inmortales?

¿Hay alguna forma de explicar que un completísimo bateador de 1 300 empujadas y más de 700 extrabases no sea exaltado?

¿Podremos convencer a miles y miles de fanáticos de que sus ídolos Agustín Marquetti o “El Duque” Hernández, ambos con una rimbombante hoja de ruta nacional e internacional, jamás serán tomados en cuenta para este Salón de la Fama?

Sin dudas, estas son barreras que siempre provocarán una ruptura, porque el Salón de la Fama debería ser un espacio de alto valor que se enfoque en el quehacer de los jugadores única y exclusivamente en el diamante, siempre y cuando no hayan cometido ninguna violación de los principios del juego.

Darle vida estable y legítima a un espacio de este tipo, como bien señalara el colega Joel García, se lo debemos a los jugadores, consagrados por años y años en los terrenos, a la afición, fiel escudera sin importar los tiempos que corran, y a la cultura nacional, porque el béisbol, más que un deporte, es parte inconfundible de nuestra idiosincrasia.

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