Premier 12: Cuba y el miedo a un golpe de suerte

Para el futuro del béisbol cubano, ¿es mejor ganar o perder en el Premier 12?

Ganar se ha convertido en una obsesión para el béisbol cubano, y eso solo aumenta la presión sobre los jugadores. Foto: EFE/ Carlos Lemos

Ganar se ha convertido en una obsesión para el béisbol cubano, pero una victoria ahora en el Premier 12 probablemente solo nos nuble el juicio. Foto: EFE/ Carlos Lemos

Cuba regresará el próximo sábado del Premier 12. El sueño de clasificación olímpica quedará postergado, y se abrirá de nuevo el debate sobre los movimientos urgentes que debe adoptar el béisbol antillano para salir del atolladero de los últimos 15 años.

Este es un pronóstico que, si bien está acorde con la realidad del deporte de las bolas y los strikes en la Isla, algunos tildarán de pesimista y derrotista. Es normal, un amplio sector de la fanaticada todavía sueña con el mágico resurgir de la pelota o tiene pánico a perder, a pesar de que ese ha sido el denominador común de los últimos años.

Pero también, aunque cueste creerlo, deberíamos tener miedo a ganar (entiéndase ganar por pasar a la Super Ronda y clasificar a Tokio 2020).

Cuba ya viaja al Premier 12

En principio, esos parecen objetivos distantes, casi utópicos para buena parte de los especialistas. Sin embargo, la posibilidad de triunfo no está tan lejana como pudiéramos pensar, incluso si tenemos en cuenta el nivel del Premier.

El béisbol es un deporte profundamente veleidoso, en el que el favorito, el “mejor”, muchas veces queda a años luz de la cima, golpeado por algún contrario de menor calibre y sin la mitad del arsenal.

Visto así, Cuba guarda opciones de ganar en el Premier, al igual que Australia, en teoría el plantel más flojo de la llave que se jugará en Seúl. Aunque la mayoría de los expertos le otorgan ventaja a Canadá y Corea del Sur, antillanos y aussies pueden, en efecto, dar la clarinada.

Por ejemplo, la selección de la Isla es notablemente superior a la de los Juegos Panamericanos de Lima, el referente más cercano. Ahora hay hombres capaces de cambiar los destinos de un juego con un swing, hay otros con defensiva de alto calibre y algunos lanzadores de altas prestaciones llegan en mejores condiciones que hace unos meses.

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Entonces, la calidad individual de quienes deben liderar la novena, unido a un sustancial golpe de suerte, podría lanzar a Cuba y conducirnos a una experiencia similar –salvando las distancias– a la del Clásico Mundial del 2006, cuando quedamos totalmente embriagados por el éxito de nuestras estrellas mientras la estructura interna del béisbol se desmoronaba en pedazos.

Ahora ganar tendría efecto similar, balsámico si se quiere, pero la sensación dulce de la victoria sería absolutamente transitoria, digamos que duraría hasta el final de los Juegos Olímpicos del año próximo.

Después de eso, el béisbol cubano regresaría a las penumbras, sumido en su ya perenne crisis estructural. Probar nuevamente el sabor del éxito no va mejorar el nivel organizativo interno, y no va a influir en la motivación de los prospectos para quedarse flotando en un sistema obsoleto donde desarrollarse es demasiado complejo.

Dadas las experiencias anteriores, ganar solo reactivaría el chip triunfalista de los que mandan y disponen, quienes enarbolarían sin reparos las desgastadas banderas del “sí se puede” y de “hacer más con menos”. Ganar, en conclusiones, nos atraparía nuevamente en una burbuja de ilusiones ficticias.

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