Premier 12: Schiller salva a Cuba

El equipo cubano derrotó in extremis a Australia y, a pesar de su pobre bateo, se matuvo con vida en el torneo.

Yosvani Alarcón anota la carrera de la victoria en el triunfo 3x2 del equipo cubano de béisbol frente a Australia en el torneo Premier 12 en Seúl, Korea del Sur, el jueves 7 de noviembre de 2019. Foto: Jit / Facebook.

Yosvani Alarcón anota la carrera de la victoria en el triunfo 3x2 del equipo cubano de béisbol frente a Australia en el torneo Premier 12 en Seúl, Korea del Sur, el jueves 7 de noviembre de 2019. Foto: Jit/Facebook.

Harvey Schiller, presidente de la ya extinta IBAF, se inventó hace más de diez años una regla para acortar la duración de esos partidos de béisbol que se iban más allá del noveno episodio. Al colocar dos hombres en circulación sin outs en el décimo inning, el margen de error de los lanzadores se reducía al mínimo y, por ende, se forzaba al rápido desenlace de los choques.

Cuba agradece hoy por tal invento. Sin la regla Schiller hubiera sido muy complicado ganarle (3-2) a Australia en la segunda puesta en escena del Premier 12, teniendo en cuenta las enormes deficiencias que ha presentado la selección nacional, no digamos para producir carreras, sino para algo tan elemental como entrar en circulación.

En 71 comparecencias al rectángulo ofensivo, los antillanos solo han logrado embasarse en 14 oportunidades por todos los conceptos (jits, errores, boletos…) y en 21 ocasiones ni siquiera han podido poner la pelota en juego. Ganar así es casi un milagro.

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Los números: Hace mucho tiempo un cuerpo de lanzadores de la Isla no recetaba tantos ponches en un par de encuentros. Esto ha limitado el trabajo defensivo del conjunto, algo particularmente positivo para las esquinas de los jardines, los puntos más bajos al campo.

Los serpentineros antillanos han retirado a 26 bateadores por la vía rápida, aunque también han embasado a 15 corredores por boletos o pelotazos. Por el contrario, nuestros toleteros solo han entrado tres veces en circulación por esos conceptos.

Los caribeños han perseguido una brutal cantidad de pelotas fuera de la zona de strike, incluso cuando se han colocado delante en la cuenta.

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Solo en el partido con Australia, fueron mayormente controlados por Josh Guyer, Peter Moylan y Ryan Serle, quienes se encargaron de extender el partido hasta la décima entrada amparados en una única virtud: bordear las esquinas del plato y sacar de balance a la desesperada artillería caribeña.

Lo peor es que esa “agresividad” cubana no ha servido de nada, pues solo tres veces en 19 innings han logrado embasar al primer bateador de la entrada.

Revertir esta corriente será muy complicado frente a un pitcheo superior como el del Corea del Sur, el cual atacará con muchos más recursos las deficiencias antillanas en el duelo de cierre de la llave.

Los aciertos: He estado completamente tentado a dejar en blanco este acápite, porque los errores opacaron las virtudes en otro desafío sin demasiado brillo por ambas partes. No obstante, la faena monticular de los cubanos, el bateo de Yordanis Samón o el brutal fildeo de Aaron Whitefield en el jardín central merecen un punto y aparte.

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Lázaro Blanco se encargó de arreglar el despropósito de la dirección cubana en el mismo episodio inicial, al que salió con las bases llenas sin outs después de una apertura descontrolada de Vladimir Baños.

La irrupción del diestro granmense y el consiguiente cero no es un acierto de la dirección, que mostró una pésima lectura de las exigencias del duelo. Pero Blanco demostró ser uno de los principales serpentineros de la nave, con cinco sólidas entradas a ritmo de siete ponches, tres jits y par de carreras, una de ellas por jonrón de Tim Kennelly, el más peligroso de los australianos.

También Freddy Asiel Álvarez, Raidel Martínez y Liván Moinelo cumplieron con determinadas encomiendas cuando se subieron a la lomita. El villaclareño sacó cinco outs importantes y solo aceptó un jit que perfectamente pudo no serlo, pues la conexión dio en pleno guante de Raúl González.

Por su parte, Raidel enseñó su velocidad y liquidó un inning, aunque su descontrol le impidió continuar y complicó a Cuba en el noveno. Afortunadamente, Liván Moinelo arregló el asunto y trabajó como un verdadero apagafuegos, con tres ponches y dos elevados ante cinco bateadores.

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El zurdo pinareño fue la antítesis del hombre que no encontró la goma en el pleito con Canadá, en el cual, según Miguel Borroto, acusó unos misteriosos e inexplicables problemas para adaptarse a la bola del Premier, al parecer diferente a la de la Liga Japonesa.

Aquella sentencia del mentor cubano es digna de memes, porque cualquier mínima diferencia que pueda existir entre las pelotas, no deberían significar un contratiempo mayor para un lanzador profesional de máximo nivel.

En el choque con Canadá, Moinelo simplemente salió mal, no hay que darle tantas vueltas al asunto ni buscar justificaciones absurdas. No es una máquina, y en el béisbol, en el deporte y en la vida, todos los días no son de fiesta, todos los días no se puede ganar, incluso si los protagonistas son estrellas de talla mundial.

Moinelo falló un día, como falló en alguna jornada de su exitosa carrera en Japón y como fallará en alguna de las salidas que le queden por delante en su vida. Lo más importante es que supo sobreponerse, hacer los ajustes pertinentes y rendir a la altura de las expectativas y de las necesidades de Cuba.

Los fallos: Por muchas vueltas que le demos, no podremos entender cuál fue la máxima que siguió la dirección cubana para mandar a Vladimir Baños a la lomita y guardar en la recámara a Lázaro Blanco.

Y decimos guardar por decir algo, porque en realidad los estrategas antillanos le indicaron que realizara su calentamiento a la par del abridor, en aras de que estuviera listo al más mínimo pestañazo.

Solo así puede entenderse que luego de unos escasos 13 lanzamientos de Baños, después de dos rápidos jits y un boleto, ya el granmense estuviera en condiciones de entrar en escena con las bases llenas sin outs.

¿Era realmente necesario pasar por este sobresalto? ¿No era más prudente darle la bola sin dudar al mejor y más consistente lanzador de Cuba en los últimos cuatro años? Esas son preguntas que pasan a engrosar la lista de dudas que Borroto y compañía tendrán que responder cuando regresen a la Isla.

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Los otros desaciertos del choque tienen más que ver con el desempeño ofensivo, de nuevo muy por debajo de las posibilidades reales de la plantilla cubana. Quizás el alto mando debió mover un poco más la mata de inicio y revolucionar una alineación que había sido humillada contra Canadá.

Dejar a Yurisbel Gracial de tercer madero y cargarlo con la responsabilidad de jugar en el jardín derecho, una posición casi desconocida y muy complicada, así como darle continuidad a Frederich Cepeda tras una de sus peores presentaciones internacionales, fueron solo dos de las cuestiones en las que Borroto pudo profundizar un poco más.

Otro punto que urge corregir es la oportunidad con hombres en circulación, sobre todo de Gracial y Alfredo Despaigne, los auténticos limpiabases del elenco. Los dos sluggers deben intentar sacarse la presión de encima, soltarse un poco más, ajustarse y recortar los swines para buscar mejor contacto.

A pesar de todo esto, recuerden, el béisbol es un deporte tremendamente impredecible, en el que una novena apagada y sin alto nivel cualitativo puede despertar de la noche a la mañana. A esa máxima se apegarán los antillanos frente a Corea del Sur, campeones defensores y hoy un escalón por encima de nuestra escuadra.

Cuba todavía tiene vida y está a un paso del golpe de suerte.

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