Serie Nacional 58: la pelota y la desmemoria

Luego del fiasco de Barranquilla 2018, el béisbol cubano apenas si ha tenido tiempo para lamerse las heridas. La Serie Nacional 58, que inicia este jueves con el choque entre los Alazanes campeones y los Leñadores subtitulares, arrancará con las banderillas de la última derrota clavadas en lomo, en medio de la creciente resignación de los aficionados.

Ni siquiera el intento por ensalzar la clasificación a Lima 2019, lograda con la victoria postrera sobre Colombia, alcanzó para mejorar el alicaído espíritu del deporte nacional. Perder la corona centrocaribeña multiplicó por cero el acostumbrado triunfalismo y fue la gota –otra más, en realidad– que desbordó la copa de la amargura.

Sin ir más lejos, las decepciones se han venido acumulando a mares en 2018 a pesar del emotivo cierre del torneo doméstico. La caída en la Serie del Caribe, la insípida Serie Especial preparatoria para los Centroamericanos, la derrota ante los universitarios estadounidenses y la pésima imagen dejada en la Semana Beisbolera de Harlem, fueron un mazazo tras otro antes de la estocada sufrida en Barranquilla.

Como si a estas alturas, los desencantos no hubiesen sido suficientes. Como si ya las alarmas no estuviesen encendidas.

Béisbol cubano con las alarmas encendidas

Ante la grisura del paisaje, en el que la prensa cubana no se guarda lamentos e incluso pone en duda la clasificación a los Juegos Olímpicos de Tokio, los fanáticos mascullan en voz baja –que ya ni vale la pena pelarse la garganta en el Parque Central o la Plaza de Marte– y miran de soslayo, entre la ilusión y la indiferencia, el campeonato que está a punto de comenzar.

Para eso ha quedado la Serie Nacional: para servir de consuelo a la afición, para ser el último reducto emotivo de quienes todavía gozan y padecen la pelota cubana. En sus juegos se dirime más que el orgullo local o regional, más que el premio de ceñirse la corona; en ellos respira sus más vitales bocanadas de oxígeno la pasión por el béisbol en Cuba. Todavía.

Las autoridades deportivas lo saben y se aferran a la Serie como tabla salvadora. Saben –confían en– que aunque los estadios no se llenen desde el inicio y muchos prefieran ver fútbol por la televisión, poco a poco la pelota irá calando en la gente, colándose en las conversaciones y animando a los aficionados hasta alcanzar el paroxismo con los play off.

Luego, ya podrán repetir que el torneo fue un éxito y Barranquilla, si te he visto, no me acuerdo.

Aun con la calidad magullada y las –nuevas o ya conocidas– ausencias de los que partieron a otras ligas, ya sea por su cuenta o a través del Inder, la Serie Nacional funciona como una pastilla para el olvido, como un bálsamo de desmemoria, aunque su efecto sea temporal. Resulta un pacto tácito, forzoso pero eficaz, entre directivos y aficionados, peloteros y periodistas, para posponer el futuro por unos meses.

Para romper la apariencia de estatismo, las autoridades beisboleras mueven un poco las fichas. Solo un poco. Este año, por ejemplo, los seis equipos que clasifiquen a la segunda etapa solo arrastrarán los resultados de los partidos entre ellos en el primer tramo. Otras novedades serán la presencia de un coach de banca y un estadístico por cada equipo, según lo anunciado en el Consejillo Técnico.

Novedades con sal y pimienta para la Serie 58

Lo demás, de acuerdo con lo informado en la reunión, son los datos previos de siempre: el número de novatos –que esta vez, sintomáticamente, se acerca al centenar–, los horarios que se mantienen –7:15, 4:00 y 2:00 PM–, la cifra de municipios en que se jugará (52) y la confirmación de que será la pelota Mizuno la que chocarán los bates.

La pizarra electrónica –marca Samsung– del estadio Latinoamericano ya se había robado la largada noticiosa, como el juego pirotécnico del año. Antes también lo hizo la designación de Rey Vicente Anglada al frente de Industriales, para poner fin al culebrón de pretemporada en el que, otra vez, tuvo protagonismo Víctor Mesa.

Precisamente, Mesa había funcionado en los últimos tiempos como un resorte emocional para el béisbol cubano, una especie de canal paralelo para avivar o desahogar las pasiones, lo mismo superhéroe que chivo expiatorio según batiese el viento o se agriase su carácter. Pero ahora ni eso.

La Serie Nacional tendrá que ser –debería ser– un show en sí misma, aun sin el explosivo manager. Un espectáculo deportivo y también extrabeisbolero, un viejo reclamo de la afición que no se sastiface con música grabada, algunas gorras y cajitas de comida.

“Las condiciones están creadas para brindar un buen espectáculo”, aseguró este martes Yovani Aragón, director nacional de Béisbol, buscando despejar cualquier nubarrón de dudas. Veremos, en definitiva, si las que están –sean las que sean– alcanzan esta vez para dejar a un lado las recientes heridas.

Y, lo principal, para empujar el carro más allá del bache. Para que la Serie sea un revulsivo para la pelota cubana, como el emergente que conecta un jonrón en el noveno inning, y no un jarabe para adormilar el presente.

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