Ángel Herrera: “Esto no es la escuela, es boxeo”

Bicampeón olímpico, fajador, agresivo... La imagen espectacular de Ángel Herrera batiéndose a puro golpe sobre el cuadrilátero no la pueden olvidar los millones de apasionados del boxeo en la Isla.

Ángel Herrera, bicampeón olímpico, dice que le dejaba la vista fija a los rivales antes de los combate: "Si me respondía dejándola fija me daba cuenta de que el tipo era realmente duro”. Foto: Otmaro Rodríguez

Ángel Herrera, bicampeón olímpico, dice que le dejaba la vista fija a los rivales antes de los combate: "Si me respondía dejándola fija me daba cuenta de que el tipo era realmente duro”. Foto: Otmaro Rodríguez

Por la barriada de Peñas Altas, en la periferia de Guanabo, basta con preguntar por “El Campeón” para dar con Ángel Herrera. Este guantanamero de nacimiento, campeón olímpico en Montreal 1976 y Moscú 1980, así como en los mundiales de Belgrado 1978 y Múnich 1982, llegó a ser, en sus mejores años, el capitán de aquella escuadra cubana de ensueño, que contaba en sus filas con figuras de la talla de Teófilo Stevenson, entre muchos otros.

“Cada vez que subía al cuadrilátero y me colocaba en la esquina, le afincaba la vista al rival, para ver si cambiaba la mirada. Si me respondía dejándola fija me daba cuenta de que el tipo era realmente duro”, dice mientras regresa al pasado, con el ansia interminable de un gladiador nato.

“Yo no fui un boxeador técnico, pero sí muy agresivo. Todos mis logros fueron gracias a mi preparación física. La gente se preguntaba: «¿Este hombre no se cansa?», porque en vez de agotarme, en el tercer round yo estaba mejor. La temperatura iba subiendo.”

Ángel Herrera asegura que la preparación física y la agresividad sustentaron sus éxitos. Foto: Archivo de Oncuba
Ángel Herrera asegura que la preparación física y la agresividad sustentaron sus éxitos. Foto: Archivo de Oncuba

– Se trataba de la división de los 57 kilogramos. Sin embargo, muchas de tus peleas terminaron en K.O. ¿Cuál era el misterio?

– Yo dije que no iba a viajar tan lejos para hacer papelazos, así que en esas competencias lo daba todo. En el Playa Girón del 76 nadie me conocía, sin embargo, aquella fue mi consagración en el equipo nacional. Ese mismo año gané el oro olímpico en Montreal, es uno de los recuerdos más grandes que puede tener un atleta, porque me di a conocer muy rápido, nadie podía esperar eso de mí. En aquel momento me quedó claro que tenía que dejarlo todo y dedicarme por entero al deporte.

Allí en Montreal me tocó una final dura, frente al alemán Richard Nowakowski. Medía seis pies, pero increíblemente tenía mi peso. Yo quería molestarlo antes del combate, así que lo busqué para sacarlo del paso, pero no me hizo caso ninguno.

Más tarde llegó la hora de la pelea y Alcides Sagarra me dijo: “Vamos a estudiarlo”. Y yo le respondí: “Profe, con el mayor respeto, esto no es la escuela, es boxeo, a este hay que caerle a piñazos rápido”. Pero fui obediente y le hice caso al entrenador.

Cuando comenzó la riña, en el primer round me terminó ganando 20-0. Ni lo toqué. Llegué a la esquina casi perdido y el profesor me dijo: “Haz lo que quieras”. Entonces cambió la historia. Fui a buscarlo en cuanto inició el segundo round. Le tiré un jab y por encima de mi brazo me pegó un derechazo que vi más de 15 000 estrellas. Sin embargo, no me detuve, ni bajé la guardia. Me recuperé poco a poco y en ese instante vi un bulto delante de mí y le fui pa’rriba. A penas le veía, era como una sombra.

Se me corrió para el lado opuesto y con una finta lo traté de colocar para mi mano zurda. ¡Y ahí se la solté! El hombre cayó al suelo, pero yo seguía casi sin poder ver. Entonces ocurrió lo más gracioso, porque Alcides subió y me llevó para la esquina, y yo no entendía lo que había ocurrido. “Profe –le dije– ¿qué pasó?” “¡Pero tú no sabes, míralo ahí!”, me respondió señalando hacia abajo. Entonces fue cuando vi al alemán tendido en el ring (sonríe, mientras se le aguan los ojos).

– Múnich 82 fue tu segundo título mundial, pero también el último.

– Tenía 32 años, una edad significativa. Ya los eventos de primera categoría no eran para mí. No fue un momento fácil. Siempre pensé que en el 84 hubiese podido ser campeón olímpico por tercera vez, pero no participamos en Los Ángeles, ni en Seúl 88. Fueron dos eventos en los que dejamos de ir porque no había seguridad para la delegación cubana.

Angel Herrera vs Viktor Demyanenko -60 kg Finals Olympic Games 1980 Moscow

– Ídolos.

Teófilo Stevenson, Rolando Garbey y Adolfo Horta.

– ¿Qué opinas del boxeo cubano actual?

– Es lo que tenemos y con eso hay que tirar. Para mí el boxeo cubano actual es como el Ballet de la Televisión Cubana. En mis tiempos también existían boxeadores estilistas como Adolfo Horta, Candelario Dubergel o Rolando Garbey, pero en el momento de intercambiar había que hacerlo. Ahora van para atrás tirando los golpes al aire, mientras que el rival les está pegando con todo y los tienen sobre las cuerdas. Eso me incomoda.

Además, nosotros teníamos otra disciplina y otra preparación. Cuando éramos escolares había que batirse con los mayores, así aprendimos. Por eso ahora no tenemos los resultados de antes. Por otro lado, aquí se tiene que seguir boxeando por el honor a la bandera, no por dinero. Y cuando hay entrenamiento para competencias grandes no se puede salir de fiesta. Ahora todos los campeones mundiales tienen carro y dinero, pero para mantener el máximo nivel hay que dedicarle tiempo al entrenamiento, algo que se ha perdido. De todos modos, el boxeo sigue siendo el deporte que más lauros da a Cuba en cada evento, aunque podrían ser más, a pesar de todas las dificultades que hay.

Pongo otro ejemplo fuera del boxeo, ¿dónde están los peloteros? Antes, caer con Cuba en un sorteo de cualquier competencia significaba perder. Ahora hasta los equipos más malos nos ganan. Por tu país, aunque no te paguen, tienes que darlo todo, porque es tu patria, donde te hiciste persona y atleta. Así es en todas las latitudes, nosotros no tenemos que ser la excepción. El sacrificio de tus entrenadores tienes que pagarlo con resultados.

Ángel Herrera guarda imágenes de sus tiempos dorados sobre el ring. Foto: Otmaro Rodríguez

Ángel Herrera guarda imágenes de sus tiempos dorados sobre el ring. Foto: Otmaro Rodríguez– ¿Qué boxeador de estos tiempos te llama la atención?

– Lázaro Álvarez y Andy Cruz son de lo mejor que tenemos ahora mismo en la escuadra cubana. Roniel Iglesias un día está bien y otro mal. Y ahora Cuba sí tiene rivales, hay que sudar la camiseta. Nuestros conocimientos se han regado por el mundo y hay muy buenos boxeadores en varios países.

– ¿A qué te has dedicado después de tu retiro?

– Cumplí varias misiones. Estuve en Perú tres años. Allí trabajé con escolares y también con juveniles. Muchos de mis alumnos están ahora en el equipo nacional. Cuando tuve que regresar a Cuba, no querían que me fuera. También anduve por República Dominicana un tiempo.

– ¿El Inder se preocupa por ti?

– No. Ellos, al parecer, no quieren tener relaciones con nosotros, porque yo estoy aquí, y hay personas que cobran un salario en la comisión de atención a los jubilados, pero a mí ni se acercan. Siempre se preocupan por las mismas glorias deportivas: Ana Fidelia, Sotomayor, Juantorena; ya ni al difunto Teófilo lo nombran.

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