Carpintero de jonrones

Allá al semidesierto cubano, en el Oriente de Cuba, donde el sol pega tan fuerte que hay que correr para no quemarse, fuimos tras las huellas de un hombre sin el cual bastante mal andarían algunos equipos de pelota en esta Isla. Se trata de Eliécer Ortiz Lores, carpintero con manos mágicas para convertir duros troncos en bates jonroneros.

Su taller está en Imías, municipio al sur de Guantánamo. Desde allí, con la ayuda de un joven nombrado Nelson, fabrica y “exporta” para las provincias de Santiago de Cuba, Granma, Holguín, Las Tunas, Pinar del Río y Villa Clara, lo que él llama “mi arte”. Es un trabajador por cuentapropia.

“Comencé a confeccionar bates empíricamente, a partir de que en las Series Nacionales se sustituyera el aluminio por los maderos (1999), primero con el propósito de auxiliar a los peloteros del municipio, amigos en lo personal, luego la ayuda se extendió a todo el equipo”, nos narra en medio de los ruidos la sierra eléctrica que su ayudante, insistentemente, opera.

La carpintería de Eliécer es pequeña y, por supuesto, de madera. Los bates cuelgan del techo como de una tendedera. Sierras, el sinfín, un torno de madera y la lijadora de mano, son algunas de las máquinas que usa.

¿Y qué tienen de especial sus bates que vienen desde tan lejos a comprarlos?, inquirimos y el carpintero, más sonriente que enojado por la pregunta, nos responde:

“El interés por mi producto se debe a su calidad, el país los compra en el extranjero pero se parten con facilidad por el tipo de madera con que se hacen, yo trabajo con Majagua azul, extraída aquí en Imías”.

La Majagua azul no es un árbol raro. De hecho, su madera de hermoso color, de mediana dureza, resistente y fácil de moldear es mundialmente usada para la confección artículos deportivos, finos muebles yen la artesanía.

“A mi casa han venido hasta miembros de la Comisión Nacional de Béisbol que en el 2012 incluso trajeron algunas instrucciones para la confección de los implementos. Por ejemplo, en la presente campaña, el diámetro del bate es menor”, agrega.

Cuando nos aparecimos en su negocio, Eliécer y Nelson cortaban la madera y usaban, casi como un disfraz, las mascarillas que les protegen la boca y la nariz del polvillo de la madera. También se protegen con gafas, para esquivar los disparos de aserrín.

Sin demasiado protocolo, al instante, el sencillo creador comentó cuán difícil es lograr un buen bate: “La complejidad va desde la selección de la madera hasta el tratamiento del secado, los pasos para cortar y marcar el trozo seleccionado, el maquinado para darle forma y luego lijar, la pulimentación y finalmente la colocación del sello que los identifica, aunque para mí, lo más complicado de lograr es el producto final”.

Confiesa también que, actualmente, su producción es baja porque le falta materia prima y tiene problemas con la transportación, pero a pesar de eso la demanda aumenta.

“Me llegan pedidos de 20 a 80 bates y hasta más, en dependencia de la necesidad del cliente, que lo mismo pueden ser atletas, entrenadores o padres.
“No solo los confecciono para el campeonato de mayores, hay algunos que durante el proceso se agrietan o se les hace un nudo, estos quedan inservibles para la primera categoría, sin embargo, la madera se aprovecha, se les disminuye el tamaño y de esta forma pueden ser utilizados por los niños o en los torneos juveniles”, concluye.

No hay en Cuba muchos carpinteros tan expertos como Eliécer Ortiz Lores en este tipo de elaboración. Lo demuestra el hecho de que fuera uno de los grandes premiados del IV Fórum Nacional de Generalización, muy valorado por Instituto Cubano de Educación Física, Deporte y Recreación (INDER).

Pero tampoco él es quien único se dedica a solventar las necesidades materiales del deporte nacional. Entonces, ¿de dónde salen los bates cubanos?, pues tanto de la industria deportiva nacional como de carpinterías particulares como la de Eliécer donde la innovación, siempre a flor de piel, permitió superar la violenta escasez del Período Especial en la década del 90 y todavía hoy impulsa y materializa los sueños de un jonrón.

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