Cómo romper una promesa

Foto: Getty Image

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A simple vista nadie pensaría que Liván Moinelo es lanzador, y de los buenos. Normalmente los pitchers estelares son hombres espigados, con un tren inferior imponente y unos brazos que podrían tocar las nubes. Moinelo no es así. Para decirlo a tono con la jerga nacional, Moinelo es un negrito.

Reza en su ficha que solamente pesa 63 kilogramos, unos 40 por debajo de la mayoría de los serpentineros de las Ligas Mayores. Dice además que su estatura dista de la mágica barrera de seis pies –parece un niño intruso en el bullpen cuando se acerca a Lázaro Blanco o Miguel Lahera-, y que apenas ha cumplido veinte años.

Sin embargo, un fenómeno de la naturaleza provocó que Moinelo llegara a la vida con las condiciones que ya quisieran Blanco y Lahera para ellos. Su recta frisa las 90 millas. Su curva engaña como una chica mala. Tiene disposición y temple por arrobas. Sobre todas las cosas, es un zurdo dotado de control, esa especie que casi siempre triunfa en los montículos.

Está claro que podría ganar millones a costa de su brazo izquierdo. Su familia es de un pueblito pobre, Río Feo, y él podría asegurarle el porvenir económico y las cuotas de tranquilidad espiritual que derivan de un porvenir económico seguro. Así pues, su brazo –tan aparentemente frágil, tan raquítico- es un cheque al portador.

Pero el negrito no lo sabe, o finge no saberlo. Por estos días, durante el tope contra Estados Unidos, calentó en todos los juegos y trabajó en la mayoría, asándose al fuego lento de los partidos vespertinos, exprimiéndose el codo para dejar contentos a unos dirigentes (beisboleros y no) que tenían que ganarle a los americanos sin importar el costo.

Inocente, Moinelo se prestó para ese juego. No simuló un dolor que lo exonerara de ir al box. No protestó por la flagrante desconsideración. Se limitó a salir al ruedo con mansedumbre de novillo, lanzó, lanzó, lanzó, y por ese camino le cupo el oscuro privilegio de perder los dos últimos encuentros.

Tal vez piense que a él –a su brazo de lanzar- no le pueden hacer lo que le hicieron a los de Máels Rodríguez, Giorge Díaz, Deinis Suárez, Valeri García, Ifreidi Coss…; a los de ese montón de promesas del pitcheo que hemos roto por la ciega ambición de la victoria.

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