Cuba en Tokio 2020: Top 10 de momentos olímpicos

Con la delegación olímpica más pequeña de los últimos 57 años, Cuba logró un meritorio lugar 14 en la cita estival de Tokio. ¿Cuáles fueron los momentos cumbres de la comitiva antillana?

Mijaín López recibió el premio como mejor atleta del año en Cuba, pero no fue reconocido como tal en su provincia. Foto: EFE

El 2021 se ganó la condición de año olímpico por la pandemia de coronavirus, que impidió el normal desarrollo de la cita estival en el verano del 2020. Este contratiempo, si bien forzó competencias a puertas cerradas, no incidió tanto como se pensaba en la calidad del espectáculo deportivo en la magna cita de Tokio, donde los atletas cumplieron con las expectativas de millones de fanáticos.

Decenas de récords y actuaciones espectaculares quedaron grabadas en las memorias de los Juegos Olímpicos, incluyendo, por supuesto, historias escritas de puño y letra por los deportistas de la delegación cubana, ubicada en un meritorio puesto 14 pese a competir con la comitiva más pequeña de los últimos 57 años.

La armada antillana cosechó su mejor actuación desde Atenas 2004 tras conquistar siete títulos y 15 medallas en total, con destaque para la lucha, el boxeo y el canotaje, las tres disciplinas que aportaron coronas. Sin dudas, el factor diferencial en esta actuación fue la eficiencia en deportes con aspiraciones de podio, poniendo en vigor como nunca la manida frase de “hacer más con menos”.

Con su faena, la delegación de la Isla se convirtió en la cuarta (tras Turquía en 1960, Rumanía en 1988 e Irán en 2012) que consigue siete medallas de oro con menos de 70 atletas desde los Juegos de Roma 1960. En este cierre de año, OnCuba rescata algunos de los pasajes más relevantes que narramos sobre las actuaciones del pabellón caribeño en suelo nipón.

10. Poder femenino

Ludia Montero obtuvo un histórico sexto lugar para Cuba en las pesas femeninas de los Juegos Olímpicos de Tokio. (AP Photo/Luca Bruno)

Si miramos el medallero de Cuba en Tokio, los hombres se llevaron las siete coronas de la Isla, pero no quiere decir esto que la labor de las mujeres quedara en un segundo plano. Idalys Ortiz agrandó su leyenda en los tatamis, Yaimé Pérez conquistó el bronce en el lanzamiento del disco, mientras Roxana Gómez y Liadagmis Povea avanzaron a las finales de los 400 metros planos y el triple salto, respectivamente.

En otras notas muy destacadas, las jóvenes Yarisleidis Cirilo y Katherin Nuevo fueron sextas en el C-2 a 500 metros, Kaliema Antomarchi luchó una meritoria quinta plaza en los 78 kilogramos del judo, Arlenis Sierra mejoró su posición de los anteriores Juegos Olímpicos en la ruta femenina, y Marina Rodríguez repitió entre las ocho mejores de las pesas (63 kg) por segunda edición consecutiva de las citas estivales.

También en la halterofilia, Ludia Montero terminó sexta en los 49 kilogramos, la mejor actuación de una pesista cubana en la historia de los Juegos Olímpicos. Con solo 22 años, la granmense dio otra prueba de su talento y demostró que sus medallas de plata en el Mundial de Pattaya, Tailandia, hace tres años, no fueron obra de la casualidad.

Por desgracia, muchos pueden pensar que estas son actuaciones secundarias, obviando lo complejo que resulta llegar a una final olímpica. Pero vamos a detenernos por un momento a pensar cuántas mujeres entrenan y luchan día a día por superar sus marcas en cualquier prueba, por ejemplo, la división de 49 kilogramos en las pesas.

En un cálculo conservador, diría que, al menos, un centenar de atletas persiguen dicha meta solo en esa categoría de peso. De ella, algunas llegan a clasificarse a la cita estival y unas pocas logran ganar medallas o un diploma olímpico si se meten entre las ocho mejores. Pues bien, en ese último grupo se coló Ludia Montero, el nuevo rostro distintivo de las pesas cubanas.

9. Rafael, el Alba de la delegación

El taekwondoca Rafael Alba celebra tras obtener el bronce y la primera medalla para Cuba en Tokio. Foto: José Méndez/EFE.

Cuando el taekwondoca Rafael Alba perdió contra el macedonio Dejan Georgievski en su primera pelea de Tokio, pensó que una vez más se truncaría su sueño de subir al podio olímpico. Condenado a la incertidumbre del repechaje y dependiente por completo de la suerte de su desconocido verdugo, el santiaguero esperó pacientemente y su hora llegó.

Georgievski, impetuoso e irreverente, subió como la espuma y no paró hasta la final, lo único que le importaba a Alba, quien no desperdició la segunda oportunidad y venció al marfileño Seydou Gbane y al chino Hongyi Sun para colgarse la medalla de bronce, la primera de la delegación cubana en Tokio.

“La medalla olímpica es muy merecida, la única medalla que me faltaba en mi palmarés. Se demuestra que el sacrificio que estamos haciendo los deportistas no es en vano”, apuntó tras su vibrante triunfo el gigante indómito, uno de los mejores atletas cubanos de los últimos diez años.

Con su presea de bronce, Alba inscribió su nombre junto a Ángel Valodia Matos, Urbia Meléndez, Yanelis Labrada, Daynelis Montejo y Robelis Despaigne, los otros representantes de la Isla que han ganado preseas en el taekwondo de los Juegos Olímpicos.

8. La última pirueta de “El Gimnasta”

En el duelo por el bronce en Tokio, Reinieris Salas (izq.) derrotó al azerí Sharif Sharifov. Foto: Ritchie B. Tongo/EFE.

Una polémica decisión de los jueces dejó a Reinieri Salas sin medallas en los Juegos de Río de Janeiro 2016. Con esa espina clavada en su pecho, “El Gimnasta” transitó todo un ciclo olímpico plagado de dudas y no muchas certezas, sobre todo en la recta final de preparación rumbo a Tokio.

Un cambio de división, una fractura de tobillo y ligamentos rotos, eran algunos de los obstáculos a sortear por el capitalino en su último tren estival, el cual no dejó escapar. Salas pasó por encima de todo y solo sufrió una derrota ante el ruso Abdulrashid Sadulaev, un chico que, con 25 años, ya es doble campeón olímpico y candidato a convertirse en una leyenda de la lucha libre.

Salvo ese traspié, su ruta hasta la tierra prometida en la capital japonesa fue impecable. Pese a las molestias en el tobillo, supo manejar bien cada combate, administrando fuerzas y buscando el momento exacto para atacar y obtener los puntos clave. Fuerza de voluntad, esa fue la mayor virtud de Salas, quien venció al bronce europeo del 2019, al bronce mundial del 2019 y al titular olímpico de Londres 2012 y bronce de Río 2016, este último su escollo en la discusión de la medalla de bronce, definida por estrechísimo margen.

Con 34 años, “El Gimnasta” cierra una carrera muy consistente, que incluye tres preseas mundiales y este bronce olímpico como resultados de primer nivel. No obstante, a Reinieris Salas habrá que recordarlo también por su dedicación y su voluntad para levantarse ante cada zancadilla de la vida.   

7. La plata agridulce de Juan Miguel Echevarría

Maykel Massó (de frente) y Juan Miguel Echevarría, ganadores de las medallas de bronce y plata en el salto de longitud de los Juegos Olímpicos de Tokio. Foto: Reuters.

Uno de los títulos más espectaculares de Cuba en Juegos Olímpicos es el alcanzado por Iván Pedroso en el salto de longitud de Sydney 2000. “El Saltamontes” iba detrás del anfitrión Jay Taurima en la ronda conclusiva, pero se estiró hasta los 8.55 metros a la hora de irse y apagó los fuegos artificiales en territorio australiano.

En Tokio, los saltadores cubanos fueron testigos de una historia similar, aunque en esta ocasión el protagonismo se lo robó el griego Miltiadis Tentoglou, quien desplazó de la cima al camagüeyano Juan Miguel Echevarría en su último intento y se quedó con la presea dorada.

El competidor helénico, líder de la temporada, aguantó la presión hasta el final, cuando alcanzó los mismos 8.41 metros que tenía Echevarría desde su tercer intento. Pese a la igualdad, el griego consiguió la victoria en el desempate, al tener un mejor segundo salto (8.15 por 8.09).

Pero eso no fue lo peor. Al antillano se le vino el mundo encima, presa de la frustración, porque después del tercer sintió un pinchazo en la parte posterior del muslo derecho y ya no pudo competir otra vez. Después del salto de Tentoglou, salió a la pista en un último intento, pero no pudo ni completar la carrera de impulso.

Juan Miguel no olvidará nunca esta jornada, no solo por el espectacular desenlace, sino por el hecho de haber podido compartir el podio con su compatriota Maykel Massó. El santiaguero fue la gran sorpresa de la jornada con estirón de medalla de bronce. Hasta los 8.21 llegó Massó en el primero de los dos únicos intentos que pudo concretar, pues también se lesionó y tuvo que renunciar a sus últimos cuatro oportunidades.

6. Leuris Pupo y una madrugada de infarto

El tirador cubano Leuris Pupo ganó la medalla de plata en la final de la pistola rápida a 25 metros en los Juegos Olímpicos de Tokio. Foto: Reuters.

Cuba esperaba con ansias el amanecer del 2 de agosto para presenciar las finales del Luis Orta y Mijaín López en la lucha grecorromana, pero unas horas antes, en una madrugada para no pegar los ojos, Leuris Pupo hizo vibrar a la Isla con una descomunal medalla de plata en la pistola rápida.

En otra prueba vibrante que hizo recordar por momentos aquel glorioso episodio dorado de Londres 2012, el holguinero cargó su arma, controló el pulso y la respiración, visualizó los objetivos y, con su casta de campeón, logró dar en la diana en 29 oportunidades durante la discusión de las medallas, en la que evadió la eliminación con dos rondas perfectas y otras dos de cuatro unidades.

Mientras Pupo tiraba, sólido, caían poco a poco el chino Junmin Lin, el alemán Christian Reitz y el sudcoreano Daeyoon Han. Despejadas todas esas variables y el podio definido con el también chino Yuehong Li, el cubano y el francés Jean Quiquampoix, solo era cuestión de ordenarse. A la postre, el galo sacó la mejor parte y terminó con registro de 34 dianas, igualando el récord olímpico impuesto por el propio Pupo en Londres. El cubano no estuvo fino en las dos últimas ronda, sin embargo, le alcanzó para marcar diferencias con Li.

Este es una de las historias de superación y constancia más admirables del deporte cubano, porque los tiradores de la Isla sufren como nadie el pobre rodaje competitivo y unas condiciones de entrenamiento precarias, sin balas, sin pistolas y sin un escenario verdaderamente acondicionado para la práctica de alto rendimiento.

5. Luis Orta, pura energía

El luchador en la modalidad de lucha grecorromana, Luis Alberto Orta, celebra tras ganar la primera medalla de oro para Cuba en los Juegos Olímpicos de Tokio. Foto: EFE.

La delegación cubana en Tokio no tuvo otra jornada tan frenética como la del lunes 2 de agosto, y uno de los máximos responsables fue el luchador Luis Alberto Orta, quien conquistó una sorprendente medalla de oro en los 60 kilogramos del estilo grecorromano.

El capitalino, natural de La Güinera, alteró las pulsaciones de un país y abrió la senda dorada para Cuba en los Juegos Olímpicos, algo que no estaba previsto ni en el más fantasioso de los pronósticos. La nación todavía tenía las marcas de las sábanas al amanecer de aquella, cuando Orta le pintó la cara al doble campeón mundial japonés Kenichiro Fumita, fulminado por la velocidad y la determinación del gladiador de 27 años, quien se había colado en la final con victorias ante otros dos medallistas del orbe.

El espectacular rendimiento del antillano puso a soñar a la Isla y confirmó a la lucha grecorromana como el motor de arranque de las comitivas caribeñas en citas estivales, pues en cinco de las últimas ocho ediciones olímpicas esta modalidad ha marcado la apertura dorada del medallero cubano.

Orta se unió a una lista de nombres ilustres como Héctor Milián (1992), Filiberto Azcuy (1996), Mijaín López (2008) e Ismael Borrero (2016), los otros grequistas que han inaugurado la senda dorada para Cuba en el magno evento.

4. El boxeo tiene la llave

El boxeador cubano Roniel Iglesias (d), durante los Juegos Olímpicos de Tokio. Foto: Roberto Morejón / Jit / Archivo.

Cuando en Cuba se cataloga al boxeo como “Buque insignia” del movimiento atlético nacional, no es por obra de la casualidad. Ciertamente, el deporte de los puños lleva la voz cantante en citas múltiples y los Juegos Olímpicos no son una excepción. En Tokio, por ejemplo, cuatro títulos salieron del cuadrilátero, refrendando el notable dominio de la Isla en esta disciplina.

El experimentado Roniel Iglesias fue el primero en escalar a la cima, mostrando una impresionante forma física que no dio opción a sus rivales. El pinareño repitió la corona de Londres 2012 a la altura de su mejor versión, sin acusar el paso del tiempo. A sus 32 años, demostró que es uno de los grandes exponentes del boxeo antillano en la historia.

Arlen López consiguió un sólido desempeño en los 81 kilogramos, una división en la que no tenía demasiada experiencia. Sin embargo, mostró una gran capacidad de trabajo y dominó a la mayoría de sus rivales convincentemente para convertirse en uno de los pocos pugilistas con títulos olímpicos en dos categorías de peso diferentes.

El mismo discurso vale para Julio César La Cruz quien, pese a escalar a la división pesada (91 kg) no perdió velocidad, ni movilidad ni su capacidad para golpear y salir en un abrir y cerrar de ojos. La Cruz volvió a ser una sombra para sus rivales, que cayeron en su trampa y perdieron el tiempo corriendo por el cuadrilátero.

Roniel, Arlen y La Cruz incrementaron a 11 el listado de boxeadores cubanos que han conquistado dos o más cetros bajo los cinco aros, en la cual ya figuraban Ángel Herrera, Héctor Vinent, Ariel Hernández, Guillermo Rigondeaux, Mario Kindelán, Robeisy Ramírez, Teófilo Stevenson y Félix Savón.

La cosecha en Tokio la cerró Andy Cruz, quien obtuvo su primera medalla de oro en Juegos Olímpicos y se convirtió en el boxeador cubano número 28 con al menos una corona estival.El matancero confirmó su cartel de mejor exponente de la armada caribeña a sus 25 años, y salió airoso solo unas horas antes de que se apagara la llama de los Juegos. Tenía presión sobre sus hombros, sabía que era la última carta de la baraja para Cuba, pero sacó el extra y consiguió el triunfo sobre la bocina.

3. Idalys Ortiz, reina de los tatamis

Idalys Ortiz ganó su cuarta medalla olímpica consecutiva. Foto: Ritchie B. Tongo/EFE.

Contagios de Covid-19, inestabilidad en los entrenamientos y largos meses sin competencias eran los contratiempos que hacían presagiar la caída definitiva de una de las principales exponentes del judo mundial, la cubana Idalys Ortiz. Pero la historia de las estrellas no se escribe tan a la ligera…

En Tokio, con la presión de sostener la racha medallista de Cuba en los tatamis olímpicos que comenzó en Montreal 1976, Idalys activó el modo leyenda y demostró que algunos seres escogidos logran, de vez en cuando, contender como máquinas implacables.

Su ruta en el Nippon Budokan, la cuna espiritual del judo olímpico, no fue un paseo de rosas, pues tuvo que derrotar a la portuguesa Rochele Nunes (dos podios europeos en 2020 y 2021), la china Shiyan Xu y la francesa Romane Dicko, una chica de 21 años que no perdía un combate desde el Grand Slam de Osaka en el 2019.

Idalys destrozó esa cadena de 29 peleas invicta con una técnica de sacrificio lateral solo a la altura de las diosas. Una vez más, la cubana sacaba a pasear un arsenal de combate basado en la fuerza y velocidad de movimientos, rasgos impropios de una mujer que arrastraba tanto déficit de preparación por las incidencias del coronavirus.

En el asalto final, la antillana se encontró con la japonesa Akiro Sano, la promesa nipona de 21 años que va en camino de revolucionar la máxima categoría del judo femenino. Con un enorme poder, la anfitriona limitó la movilidad de Idalys, le impidió hacer agarres consistentes y la empujó a dos costosas penalizaciones por inactividad.

A la postre, un falso ataque y una tercera llamada de atención terminaron con las aspiraciones doradas de la artemiseña, aunque nada se le puede reclamar a una mujer que no fue derribada en todo el torneo olímpico.

Después de esta actuación, no quedan dudas de que Idalys es una de las leyendas del judo olímpico. Para entenderlo mejor, solo la cubana Driulis González y el francés Angelo Parisi habían ganado cuatro medallas bajo los cinco aros, club al que se unieron la artemiseña y también el galo Teddy Rinner, bronce en Tokio.

2. Serguey-Dayán: paletadas de oro

Serguey Torres (al frente) y Fernando Dayàn Jorge ganaron la primera medalla de oro del canotaje cubano en ls historia de los Juegos Olìmpicos. Foto: Yara Nardi/Reuters.

El canoísta cubano Serguey Torres se paró en lo más alto del podio, tomó la medalla de oro, la colgó en el pecho de su compañero Fernando Dayán Jorge y se fundieron en un abrazo glorioso, luego de la espectacular victoria que ambos consiguieron en el C-2 a mil metros en el Sea Forest Waterway, sede de las disciplinas náuticas en lid estival japonesa.

Ritmo endiablado de paletadas y perfecta sincronía fueron las claves de éxito para Serguey y Dayán, quienes dejaron a chinos y alemanes con los deseos de celebrar en lo más alto del podio. La regata, una de las más emocionantes que Cuba recuerde, fue una demostración de contundencia del bote antillano, implacable en los últimos 250 metros de competencia.

Aunque no comenzaron a full, Serguey y Dayán lograron mantenerse en la vanguardia todo el tiempo, a su paso, en una batalla perenne contra ellos mismos. Al final, cuando ya se divisaba la meta, estaban separados a solo 41 centésimas del bote chino y llegó el momento de rematar.

“En una regata rápida todos los botes llegan colapsados al final. El que menos se rompiera iba a ganar y ese fuimos nosotros”, dijo Torres a la prensa acreditada.

Este es un premio mayúsculo para la embarcación insignia del canotaje cubano, la misma que ganó preseas de plata en Sydney 2000 y Atenas 2004 con Ibrahim Rojas como eje, acompañado por Leobaldo Pereira en la cita australiana y Ledys Frank Balceiro en la cuna del olimpismo.

Serguey y Dayán son los herederos del imperio que levantaron esos tres monstruos del canotaje cubano a principios de siglo, cuando ganaron un sinfín de competencias mundiales y dejaron sentadas las bases para los éxitos del futuro.

1. Mijaín López, la leyenda

Mijaín López celebra su cuarto título olímpico consecutivo, Foto: EFE.

Los Juegos Olímpicos de Tokio eran una cita con la historia para Mijaín López, el gran peleador cubano que certificó un hecho inédito en la lucha de las lides estivales al conquistar su cuarta corona olímpica consecutiva.

Con la intensidad de un juvenil y la maestría de las leyendas, el pinareño volvió a avasallar a sus contrarios, indefensos ante un plan táctico diseñado minuciosamente: presión alta, forzar la pasividad, penalidad, posición de cuatro puntos, vueltas para aquí, vueltas para allá… Con esa estrategia, el vueltabajero logró ventaja decisiva en todos sus combates antes de la

Su última víctima fue Iakobi Kajaia, resignado ante el poderío de Mijaín. Casi con un minuto restante en el combate final de los Juegos, el georgiano estaba rendido, disfrutando la derrota, disfrutando una plata olímpica que, teniendo en cuenta las circunstancias, debería contar como oro, porque su rival no era de este mundo.

Mijaín se convirtió en el sexto atleta que gana una misma prueba individual en cuatro Juegos Olímpicos consecutivos. Desde Beijing 2008 hasta Tokio 2020, el Gigante de Herradura ha sido un enigma para sus rivales, aunque su historia en citas bajo los cinco aros comenzó antes. En Atenas, Grecia, el antillano debutó el 24 de agosto del 2004 frente al israelí Yuri Evseichik, a quien superó 5-0.

En esos Juegos efectuados en la cuna del olimpismo, Mijaín ganó dos peleas en la clasificación, pero sucumbió en octavos de final frente al ruso Khasan Baroev, único mortal que ha logrado superarlo en Juegos Olímpicos. Después, en la propia urbe griega, consiguió una victoria por el quinto lugar e inicio una racha de 17 duelos imbatido en citas estivales.

En sentido general, Mijaín acumula 20 peleas en Juegos Olímpicos, de las cuales ha ganado 19. Desde Londres 2012 hasta el duelo de su coronación en Tokio, Mijaín marcó 55 puntos y no permitió ninguno en 12 presentaciones. El último mortal que logró rayarle la tarjeta fue, de nuevo, el ruso Baroev en la final de los Juegos de Beijing 2008.

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