El duelo sin final: ¿Víctor o Roger?

 

Terminó la 55 Serie Nacional de Béisbol, y los Tigres avileños repitieron corona. Desde el banquillo, el mentor Roger Machado le ganó la pulseada al debutante Jorge Gallardo. Era un desafío importante, pero no tanto como la pelea que mantiene en silencio, sin titulares, con el mentor matancero Víctor Mesa. ¿Por qué? Por el timón del Cuba al Clásico Mundial.

Hace un tiempo atrás —como arranca todo buen drama— la Comisión Nacional de Béisbol hablaba de períodos “Clásicos”, de que el manager se mantendría por cuatro años al frente del team Cuba. Hace un tiempo atrás, ellos dijeron: “Hasta el 2017” y Mesa hizo planes a largo plazo, hasta que un buen día le tocaron el hombro y lo bajaron de esa nube. De esa nube, y del avión a los Panamericanos de Toronto. Roger Machado le hacía sombra, un campeonato nacional —cosa que no consigue Mesa tras disímiles intentos— removía la conciencia y los compromisos de la Comisión. Había que darle un nuevo aire al banquillo de director, y Machado se frotó las manos. ¿El ciclo prometido hasta el Clásico? ¡Quién se acuerda! Machado se emocionaba y Mesa se enojaba.

“No me pongan más, que yo no vivo con eso. Yo vivo con Matanzas, si quieren, si no, voy para “afuera” a trabajar”, decía el villaclareño y empacaba sus trastos rumbo a Miami. “Yo sé que todo el mundo quiere dirigir el equipo Cuba”, le soplaba casi a Machado en la nuca. Habló desde el dolor y se fue a la ciudad sol a mitigar sus penas. Pasaron los días, y mientras Machado patinaba en los Panamericanos, Mesa recorría el Marlins Park y soñaba con dirigir aquella franquicia. A ese paso, el mentor avileño “decepcionaba” a la Comisión —un bronce no alcanzaba— y apelando a la “dialéctica” que antes usó, le cambió la ficha al dominó y le devolvió los flashes al 32.

Cuatro meses después, Víctor Mesa volvía al timón del Cuba para el Premier 12. “La elección obedece a sus resultados y experiencia en la conducción de otros equipos en varias competiciones internacionales”, informaba el comunicado que se dicta a puertas cerradas en la Comisión Nacional y luego se lee con voz engolada a la prensa invitada. Mesa, sonreía y —¡qué casualidad!— Roger también. El director recién destituido eliminaba a Villa Clara en el Sandino y ahí mismo arremetía contra los métodos de la Comisión: “No me han llamado, no me han dicho el por qué me dan un día el equipo y al otro me lo quitan. Yo sigo luchando con mis Tigres, pero sigo esperanzado”. Esta vez nadie llamó a su puerta y Mesa igual salió al Premier, y regresó trasquilado, como antes regresó Machado y él mismo. Pero se mantuvo ahí, “arriba de la bola”.

La Comisión Nacional a todas luces no tiene muchas luces. Tal cual se dice se contradice, por eso cuando un nuevo escándalo debatía en su centro al mentor del Cuba, cocinaba en secreto a Javier Méndez para la nueva contienda en el paisaje. Mesa arrastraba un escándalo por Pinar del Río, que alguien —por pura cautela— invitó a bajarle el perfil. Los Industriales cumplían un buen rol en la Serie y la elección de Méndez no sería anti popular. Cuando aquello se presagiaba como un secreto a voces, la carta que se viró —¡sorpresa!— fue la de Mesa. Y dirigió ante el Tampa Bay. Y perdió.

Sucede que el Clásico Mundial está en la esquina. Sucede que Roger Machado repitió Campeonato y presumió de buen estratega. Machado revolucionó alineaciones el día donde otros son conservadores. Revolucionó con método, no a lo gurú, ni a tientas y locas. Sucede que Mesa volvió a quedarse a las puertas de una final con Matanzas y ya van un sinfín de intentos. Aún así, Mesa es el patrono. Cuando le cuestionaban por ausencias en el amistoso contra los Rays, daba pistas a futuro.

“Vladimir será importante para nosotros en el Clásico”. Todo indica que el ciclo se cierra—o se abre otro—con él dando señas desde el banco. Eso, o la Comisión Nacional apela a su accionar natural y reanima la “dialéctica”, y Machado se le atraviesa a Mesa, otra vez.

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