El fin del culebrón: Yuliesky Gourriel a Houston

Que se enteren aquellos que echaron a volar su mejor repertorio de sueños guajiros cuando presagiaron que el contrato de Yuliesky Gourriel superaría la barrera de los cien millones: por más que vivamos tiempos de despilfarro y desmesura –véase el caso Rusney Castillo–, el dinero todavía merece un poco de respeto en el Big Show.

Y no es que el infielder espirituano carezca de talento: por algo los Astros de Houston acaban de otorgarle 47.5 kilos por un lustro de servicios. Pero bueno es lo bueno y no lo demasiado, así que muy difícilmente alguien se atreverá a ofrecerle nueve dígitos a un novato en Grandes Ligas con 32 abriles en los huesos.

Para mi gusto, el Minute Maid Park era uno de los destinos idóneos para el hijo de Lourdes. Digo esto porque vivimos en un país donde la falta de información provoca que la gente especule por decreto, de manera que no faltaban inocentes que vaticinaron su seguro desembarco en Yankee Stadium. Craso error. Los Mulos están ‘sobregirados’ y a la espera de que cierren sus vínculos contractuales con cuatro vejetes de alto costo: Alex Rodríguez (quien cobrará 21 millones en 2016), CC Sabathia (25), Mark Texeira (23.12) y Carlos Beltrán (15).

Cierto: los Mets también eran una opción alentadora, habida cuenta de que se trata de un equipo competitivo y con un hueco en el tercer cojín desde la salida por lesión de David Wright. No obstante, fuentes dignas de crédito aseguran que en Citi Field renunciaron a la incertidumbre de aguardar por su puesta a punto en las Menores. (Recordemos que Yuliesky Gourriel no enfrenta lanzadores en situación de juego real desde hace siete meses, por lo que casi seguramente deberá encontrar su top form en algún escalón previo a MLB, presumiblemente en la sucursal AAA de los Astros, Fresno Grizzlies).

¿Qué posibilidades de juego diario tendrá en Houston a partir de 2017? Llegado a este punto, lo primero es descartar la segunda almohadilla, donde reina a su antojo el camarero más deslumbrante de la actualidad, el pequeño venezolano José Altuve, líder de los bateadores en la Liga Americana. Así pues, concentrémonos en las alternativas de tercera base y designado.

Desde la temporada previa, el titular de la antesala en la ciudad más poblada de Texas ha sido Luis Valbuena, quien viene desplegando una nada despreciable línea ofensiva resumida en .269/.364/.474 y será agente libre a partir del año venidero. Pero ojo, ello no significa que para entonces la esquina caliente pasará de modo automático a Gourriel, toda vez que aún está por ver qué planes tiene la directiva de Houston con la carta de oro de su sistema de granjas, Alex Bregman.

Se trata de un joven paracortos que ha desforrado la pelota en 2016 a su paso por Corpus Christi (AA) y Fresno Grizzlies, adonde llegó en tromba y en nueve desafíos exhibe increíble slugging de .805 con 1200 puntos de OPS. Por supuesto, el muchacho no podrá desplazar de ahora para ahorita al gran Carlos Correa, uno de los torpederos más importantes del béisbol de hoy, por lo que no sería disparatado que el equipo intentara aprovechar su swing ubicándolo en otra posición. O sea, en tercera.

¿Y qué hay con el designado? Tal parece que ese sería un recurso propicio para el veterano del team Cuba, pues de dicha función se ocupa con resultados muy discretos Evan Gattis (.215/.281/.421). Es más: creo que si Yuliesky Gourriel llega a jugar sistemáticamente en la recta final de la campaña en curso, lo hará cumpliendo el mismo rol que llevará a David Ortiz a Cooperstown.

Otra pregunta más: ¿qué le puede aportar su presencia a unos Astros inmersos en la carrera por la postemporada? Ya sabemos que goza de las herramientas clásicas de los antesalistas: brazo potente y poder ofensivo. Metido en el juego diario, si se libera de los lastres sicológicos que han rondado su carrera sería capaz de pegar 20-25 jonrones, y su capacidad para producir dobles podría arrimar su slugging a la varilla de .500. Discrimina bien, corre decentemente, y aunque siempre ha enseñado inconsistencias con el guante, sospecho que la afición lo aceptará más temprano que tarde.

Una cosa sí le debieran dejar clara: ha llegado a las Ligas Mayores y allá no es la figura de la escena, como lo fue hasta hace muy poco en el depauperado campeonato cubano. Si se aferra al divismo que le inocularon desde que debutó en el circuito nacional, su autoconfianza se desmoronará ante la evidencia inconfundible de que existen peloteros más completos, más jóvenes y más idolatrados. En cambio, si se enfoca exclusivamente en pegarle duro a la pelota, su tránsito por el mejor béisbol del mundo puede exceder la oscura categoría de ‘anecdótico’.

El tiempo dirá.

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