El postre de Idalys

Idalys Ortiz. Foto: pasionmagazine.com / Archivo.

Idalys Ortiz. Foto: pasionmagazine.com / Archivo.

En Olimpiadas, Idalys Ortiz ha pasado del aperitivo al plato fuerte, y de éste al postre. Es decir, del bronce en Pekín desembarcó en el oro sufridísimo de Londres, y de ahí transitó hacia la plata que obtuvo hace unas horas en la Arena Carioca.

Desde Driulis González, Cuba no conocía una judoca de tanta voracidad competitiva. Nada ha podido contentarla: ni los premios estivales, ni el par de títulos del mundo con tres podios añadidos, ni los dos primeros puestos en Panamericanos, ni la docena de coronas en certámenes del continente. Idalys se fue a Río con la ambición de los novatos, como si no tuviera nada todavía, y volvió a discutir la final a pesar –para pesar- de las asiáticas.

(Hace cuatro años descabezó en semifinales a la china Tong Wen y, por la gloria, a la japonesa Mika Sugimoto, quien había salido al tatami rezándole a sus dioses y aquellos a todas luces no la oyeron: nunca antes una atleta nacida fuera de Asia había conquistado el trono de los pesos completos en el judo. Ahora, en Brasil, despachó a la sudcoreana Miinjeong Kim y se ganó el boleto finalista a costa de la nipona Kanae Yamabe)

Han pasado los años y los triunfos, mas por ella no pasan. Sigue siendo la guerrera de la mejor sonrisa. La gordita de los moños llamativos, al estilo de los arcoíris y de Shelly-Ann Fraser-Pryce. La morena que desde el principio se resignó a entrenar con hombres porque no había niñas capaces de encararla en los entrenamientos. La chiquilla que gusta de las telenovelas brasileñas, del cine mexicano y de cualquier otra cosa “que me haga llorar”, según le confesara a un periodista de AFP.

Sin embargo, no se le vieron lágrimas luego de caer en el pleito decisivo contra la francesa Emilie Andeol. Por el contrario, se expresó con una sensatez impropia en alguien que recién ha sufrido un varapalo. “No hay ningún pesar, estoy feliz con mi medalla de plata (…) que además es la que nos pone en el medallero de estos Juegos. ¿Cómo puedo lamentarme de eso?”.

Idalys se va a casa con la presea que completa su colección de colores olímpicos. Ahora se alejará del judo, será madre, y después nadie sabe si regresará a los tatamis o podrán más las ganas de llevar una vida normal. A punto estuvo de convertirse en la primera judoca cubana con dos premios dorados, pero no pudo ser. Al menos no esta vez en Río. Ella, de todos modos, ríe.

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