El rastro de Lima: ¿ha decepcionado Cuba en los Panamericanos?

La delegación antillana en los Juegos Panamericanos de Lima no cumplió los dos objetivos trazados: igualar o superar las 36 medallas de oro de Toronto 2015 y conservar el cuarto lugar por naciones de la cita canadiense. ¿Sorprende o decepciona esta actuación?

Foto: Wilfredo Hernandez Perez.

Cuando bajaron las cortinas de los Juegos Panamericanos de Toronto 2015 y vi a Cuba en una extraña cuarta posición –eran segundos o primeros desde 1971–, con solo 36 medallas de oro, me pareció estar viviendo una pesadilla pasajera, uno de esos sueños que te incomodan por una noche y después los borras de la memoria.

Pero pasaron los días, los meses, los años y, lejos de enterrar los viejos fantasmas, aparecieron nuevas dudas. Río 2016 no convenció y fue, a la postre, una de las citas olímpicas con menor cantidad de disciplinas medallistas para Cuba; en Barranquilla se perdió el liderazgo regional tras décadas de dominio incontestable…

Con esos precedentes tan cercanos, creo que no hay manera de asombrarse por la reciente actuación de la delegación antillana en los Panamericanos de Lima, donde se ganaron la menor cantidad de títulos (33) desde Cali 1971 (30) y se quedó por primera vez en 56 años fuera de los cuatro lugares de vanguardia en los Juegos.

Foto: José Tito Meriño.

Aunque cueste digerir tamaño descenso, actualmente es una locura esperar más del movimiento deportivo cubano, sumido en su peor crisis desde el despegue de finales de los 60, no solo por los resultados, sino también por detalles claves que determinan el rumbo y la velocidad de la marcha.

Por ejemplo, tenemos una infraestructura deprimida en todos los niveles, hay un déficit de entrenadores desde las categorías inferiores hasta la cima de la pirámide, cada vez son más profundas las lagunas en la captación de talentos y el estudio de contrarios, el uso de la tecnología en función del deporte todavía es incipiente…

La lista de problemas es larga y, en consecuencia, no se pueden crear expectativas demasiado altas, justo lo que ha sucedido en los últimos tiempos, cuando no hemos sabido situar en su correcta dimensión nuestras reales posibilidades en una competencia de máximo rigor.

Zayas celebra al ganar la medalla de oro salto altura masculino. Foto: Orlando Barría/EFE.

Si me preguntan por la actuación cubana en Lima, es obvio que no puedo estar satisfecho, algo normal para el aficionado deportivo en la Isla, que siempre quiere más. Sin embargo, las circunstancias actuales no invitaban al optimismo y, por ello, no estoy decepcionado de lo visto en la capital peruana, básicamente no esperaba más.

Cuba se trazó como propósito igualar o superar las 36 medallas de oro de Toronto 2015 y conservar la cuarta posición de aquella lid, lo cual parecía bastante complejo antes de dar la largada, teniendo en cuenta, por solo citar un dato, que el 40 % de los campeones en Canadá ni siquiera estarían ahora en Lima.

Con ese déficit, las opciones de éxito del pronóstico de Cuba se basaban en un bajo margen de error y en un elevadísimo por ciento de victorias –tanto de los atletas “al seguro” como de las figuras emergentes–, combinación muy poco frecuente en el concierto moderno del deporte.

La cubana Arlenis Sierra festeja tras obtener el oro, seguida de Teniel Campbell, de Trinidad y Tobago, y Ariadna Gutiérrez, de México, en el ciclismo de ruta de los Juegos Panamericaos de Lima, el sábado 10 de agosto de 2019. Foto: Juan Karita/AP.

A pesar de ello, modalidades como el boxeo, el tiro, la lucha, el judo, el atletismo, el remo, el canotaje, la esgrima y el ciclismo sacaron la cara con su cosecha dorada, mientras el pentatlón, las gimnasias, las chicas del balonmano, el equipo de voleibol y la pelota vasca también contribuyeron para que casi se materializaran los objetivos de la comitiva, apoyados todos en una importante base de atletas jóvenes con un futuro prometedor.

De cualquier manera, no creo que alcanzar la meta hubiera sido motivo de celebración. Si desde la cúpula del INDER no están conformes con los 33 títulos y el quinto lugar de Lima, tampoco podrían haberlo estado con el soñado escenario de 36 doradas y un cuarto escaño, teniendo en cuenta que este resultado, aunque mejor, sería pura ficción y enmascararía la realidad actual del deporte cubano.

Muchos justifican o maquillan la situación escudándose en el cambio del contexto deportivo regional –y mundial–, o en la presencia de cientos de nuestros entrenadores en un sinfín de países, donde son responsables y protagonistas de resultados espectaculares.

Todos esos factores externos son reales, pero sucede que no podemos estar siempre pendientes de los demás sin mirar con seriedad hacia nuestra casa, hacia nuestros propios problemas.

Foto: José Tito Meriño.

No podemos hablar de que ha cambiado el mundo sin cuestionarnos qué hemos hecho nosotros para cambiar y atemperarnos a la realidad actual, y mucho menos podemos mencionar la presencia cubana en disímiles países sin cuestionarnos si dimos los pasos necesarios para motivar y, en algunos casos, repescar a esos que hoy están fuera de la Isla.

Tras el nuevo descenso, la mayoría va a enfocar su mirada acusadora sobre los protagonistas, los atletas, manifestación totalmente injusta, porque en el deporte ganar y perder está en la misma ruta y no hay un futuro brillante reservado para todos, ni siquiera para las grandes estrellas que, en teoría, no fallarán ante un rival inferior.

Con los jugadores antillanos y sus entrenadores solo queda reconocer el esfuerzo y la entrega en las más inusitadas condiciones por las carencias de la Isla. Sí, porque no podemos ver al deporte como un ente aislado, ajeno a la compleja realidad socio-económica que vive el país.

Foto: José Tito Meriño/PL.

 

Sin embargo, la actual situación de Cuba no exonera a quienes mueven los hilos de apostar, sin miedos, por un cambio de mentalidad. El deporte cubano necesita acción, una revolución, un sismo que remueva sus cimientos en todos los niveles.

El deporte cubano necesita una nueva imagen, necesita abrirse a las tendencias modernas, aceptar entrenadores extranjeros y la entrada del patrocinio, así como acercarse a decenas de atletas que, a pesar de residir en otros países, jamás han movido un dedo en contra de la Isla y todavía conservan aspiraciones de vestir la camiseta de las cuatro letras.

El deporte cubano necesita un lavado de cara, menos discursos, menos consignas, menos triunfalismo. El deporte cubano necesita de muchas cosas, y no ahora porque se haya retrocedido en Lima, en realidad esta regresión es consecuencia inevitable de la inacción del pasado.

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