El voli femenino cubano se borra de todo

Tras una secuencia de pésimos resultados en el pasado reciente, el voleibol femenino cubano ha renunciado a participar en los torneos importantes del 2019.

El voleibol femenino cubano se ha alejado por completo de los grandes escenarios competitivos mundiales en los últimos años. Foto: Getty Images

El voleibol femenino cubano se ha alejado por completo de los grandes escenarios competitivos mundiales en los últimos años. Foto: Getty Images

El plantel femenino cubano de voleibol tendrá un 2019 prácticamente en blanco, al menos en competencias de alto calibre, pues no participarán en los Juegos Panamericanos de Lima, Perú, y tampoco en el primer Torneo Intercontinental de clasificación olímpica.

Esta es la confirmación del pésimo momento de la escuadra antillana, cuyas antecesoras, las espectaculares “Morenas del Caribe”, conquistaron tres títulos estivales consecutivos y varios cetros mundiales a finales del siglo pasado.

De aquellos excepcionales conjuntos no queda nada, ni siquiera el espíritu, tras años y años de derrotas, bajas, complejas condiciones de entrenamiento y erróneas políticas, que han alejado a las mejores jugadoras de la Isla en el presente milenio.

La última prueba del descalabro absoluto es la renuncia del plantel a participar en el Torneo Intercontinental de clasificación olímpica, previsto a efectuarse en agosto próximo con el concurso de los primeros 24 países del ranking mundial.

Cuba, aunque se encontraba fuera ese listado –ocupa el puesto 25–, tenía derecho a competir en el evento, pues Japón, sexto del escalafón universal femenino, estará en la cita estival del 2020 como anfitrión.

Este detalle metía a las antillanas en la disputa, pero renunciaron a intervenir en el certamen, y su lugar lo ocupará Polonia, escaño 26 del orbe.

Las cubanas hubieran quedado ancladas en la llave A junto a la potente selección de Serbia, líderes del ranking, Puerto Rico (13) y Tailandia (14).

Voleibol femenino cubano sin pasaje a Lima 2019

Las opciones de clasificación olímpica en un grupo tan complejo eran escasas, más bien inexistentes, pero chocar contra varias de las mejores jugadoras del planeta hubiera sido una importante opción de fogueo de cara al futuro.

Ya Cuba había dado señas de que el 2019 sería un año de transición para su voleibol femenino, pues también renunciaron a buscar la clasificación a los Juegos Panamericanos, certamen en el que han participado durante medio siglo.

Los pésimos resultados del pasado reciente –no ganaron un partido en los Centroamericanos de Barranquilla–, unidos a la salida del podio en la pasada edición continental de Toronto, Canadá, fueron razones de peso para borrarse del clasificatorio que se efectuó en el Coliseo Roberto Clemente, de San Juan, donde las anfitrionas pescaron el último boleto rumbo a Lima.

En la capital peruana competirán Estados Unidos, República Dominicana, Canadá, Brasil, Colombia, Argentina y el plantel de la sede, un cuadro que se ve bastante extraño sin el nombre de Cuba, potencia del voleibol mundial durante décadas.

Hasta el momento la Federación Cubana no ha develado cuál es su estrategia con el voleibol femenino, ya no solo en este 2019, sino en el siguiente año. En el 2020 tendrían otra remota opción de clasificación olímpica en el certamen regional, donde toparían, virtualmente, con boricuas, mexicanas, canadienses y dominicanas.

Voleibol cubano sin rumbo fijo

Teniendo en cuenta, además, la dificultad de obtener buenos resultados a corto plazo, las autoridades del deporte de la malla alta en la Isla deberían trazar un plan estratégico para recuperar algo del terreno perdido en el venidero ciclo olímpico.

Lo único que sabemos en este momento es que las principales exponentes del país intervendrán durante las próximas semanas en un simbólico Campeonato Nacional. El mismo se efectuará en una sede –Camagüey–, con el concurso de solo seis equipos, los cuales jugarán una intrascendente cantidad de diez partidos.

Aunque represente una pérdida de fogueo, borrarnos de los eventos internacionales es una estrategia hasta cierto punto comprensible, de acuerdo a la realidad actual del voleibol femenino, que necesita rearmarse y establecer estructuras sólidas de cara al futuro.

Pero si seguimos apostando por un torneo doméstico simbólico, si se mantienen los campeonatos con unos pocos partidos en todas las categorías, si no abrimos las puertas de manera amable a las jugadoras establecidas en otros países, entonces no tendremos cómo sentar esas imprescindibles bases para intentar escalar nuevamente a la cima.

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