Estados Unidos-Puerto Rico: Si me preguntaran…

La final del Clásico debe ser un partido intenso, atractivo, con morbo abundante. Foto: @WBCBaseball.

La final del Clásico debe ser un partido intenso, atractivo, con morbo abundante. Foto: @WBCBaseball.

Si me preguntaran cuál es el equipo más compacto entre los finalistas del Clásico Mundial, respondería sin dudarlo que los Estados Unidos. Su batería es más poderosa; su pitcheo, desde el grupo abridor hasta el staff de relevistas, más profundo.

Si me preguntaran cuál equipo ha lucido mejor entre estos dos, respondería enseguida: Puerto Rico. Invicto en seis salidas, el Borinquen pasó por las armas a Venezuela (par de veces), México, Italia, República Dominicana y los propios norteamericanos de Jim Leyland.

Puerto Rico ha brillado en el Clásico. Foto: @WBCBaseball.
Puerto Rico ha brillado en el Clásico. Foto: @WBCBaseball.

Si me preguntaran qué curso va a tomar el juego de esta noche en el Dodger Stadium, respondería al momento que por las circunstancias políticas que arropan la pulseada –más que por los afanes mismos de vencer– será un partido intenso para el arbitraje y, por el morbo abundante, atractivo para la fanaticada.

Si me preguntaran cuáles serán las claves del encuentro, respondería sin pensarlo: la apertura de Marcus Stroman –castigado por los boricuas en su última salida–, el trabajo ofensivo que puedan aportar Carlos Correa y Eric Hosmer y el control de los instintos en la escuadra caribeña.

Si me preguntaran si se requieren cambios en alguno de los bandos, respondería con firmeza que los estadounidenses necesitan suplir a Arenado por Bregman y a Stanton por Murphy o Goldschmidt –con la lógica readecuación de su line up–, pero que Puerto Rico tiene cada mueble en su lugar y no hay por qué, como diría Juan Ramón, tocar la rosa.

Giancarlo Stanton no ha respondido al bate como se esperaba. Foto: David Santiago / el Nuevo Herald.
Giancarlo Stanton no ha respondido al bate como se esperaba. Foto: David Santiago / el Nuevo Herald.

Si me preguntaran cuál le tiene más ganas al trofeo, respondería ipso facto que los dos. Puerto Rico, para desquitarse de la derrota de hace cuatro años. Estados Unidos, porque tiene el deber de asumir con entereza su condición de sede de la liga más fuerte de este mundo.

Pero si me preguntaran qué equipo va a ganar el Clásico Mundial, me quedaría aturdido, sin palabras, como un oráculo indeciso, y con tal de no admitir que carezco de respuesta para eso, acaso atinaría a escudarme en la comodidad de un “esperemos a la medianoche”. O algo así.

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