Futbolista fulminado por rayo en La Habana

Eso de los rayos y truenos siempre me causó algo de fascinación. Más bien, lo percibía como las leyendas de la tierra de nuestro cuentero mayor Onelio Jorge Cardoso. Historias costumbristas de los campos de Cuba, con un poco de ficción. Por supuesto, sin ignorar las leyes ineludibles de la física. Pero las tormentas de estos días en La Habana me pusieron de frente a la realidad. Hace unos días Ernesto, custodio del estadio Eduardo Saborit, del municipio Playa, me confirmó que un domingo reciente, alrededor de las 4 de la tarde, una descarga eléctrica quitó la vida a un joven futbolista que desoyó sus consejos y entró a defender la portería de su equipo bajo un torrencial aguacero, mientras se disputaba un partido amistoso entre los jóvenes que habitualmente concurren cada tarde a esa instalación deportiva del oeste habanero.

Denis, de 17 años, hijo único, cuando alzó un brazo para pedir el balón recibió la fulminante descarga que penetró en el cuerpo mojado y salió por los pies. Un rayo blanco y rapidísimo. Así lo percibió Ernesto: “lo levantó como un metro del suelo… Parece que el agua sirvió de conductora del rayo y todos los jugadores fueron derribados como un juego de bolos. El portero quedó en la cancha sin moverse los demás se repusieron y tambaleándose  se refugiaron en la gradas. Otros dos jóvenes  fueron hospitalizados. Les advertí que salieran cuando empezaron los truenos pero no me hicieron caso” lamentó el vigilante.

El número de muertes por rayos en Cuba en el período de 1987 a 2005, fue de 65 por año, según especialistas del Instituto de Meteorología (INSMET). Algunas de las consecuencias de sobrevivir al impacto de un rayo son la pérdida de la consciencia, amnesia temporal o ausencia total de la memoria; funcionamiento irregular de órganos temporal o permanente; muerte de miembros u órganos y pérdida de la capacidad de sentir el frío: es muy frecuente para estas personas contraer catarros, gripes, pulmonías e hipotermias que pueden llevarlos a la muerte, según confirman especialistas.

Este verano se ha mostrado compleja la situación climatológica por estas tierras. Muchos habaneros no dejan de sorprenderse, sobre todo en el pasado agosto y este septiembre, de las recurrentes tormentas eléctricas y las abundantes lluvias, ausentes desde algunos años atrás.

Septiembre es uno de los meses más lluviosos en Cuba. La influencia del anticiclón del Atlántico disminuye considerablemente con respecto a julio y agosto, lo que, unido al paso frecuente de las ondas y las bajas tropicales, propicia el incremento de las precipitaciones. Es también el mes de mayor frecuencia de formación de ciclones tropicales en nuestra región, por lo que se incrementa la actividad ciclónica sobre Cuba de forma notable con respecto a agosto, aunque la frecuencia de los huracanes que la afectan es algo inferior a octubre. Asociados a la influencia directa o indirecta de los ciclones tropicales, en septiembre suelen ocurrir eventos de grandes precipitaciones, precisan expertos de la institución adscrita a la Academia de Ciencias de Cuba.

De forma habitual, en septiembre se mantienen las condiciones de intenso calor propias del verano en Cuba; aunque la temperatura desciende ligeramente con respecto a agosto. Los altos valores de humedad relativa reinantes y el predominio de vientos débiles en la mayor parte del territorio nacional conllevan a la persistencia de sensaciones calurosas y muy calurosas en el ser humano. Desde 1981 ha sido más caluroso que lo normal.

La peligrosidad de estas tormentas eléctricas no son un filme de ficción. Ya lo vemos. Y no pueden quedar de lado los consejos: dentro de un edificio deben cerrarse o alejarse de puertas y ventanas de instalaciones eléctricas, desconectar todos los electrodomésticos posibles, no usar teléfonos fijos, sólo inalámbricos o celulares, alejarse de objetos metálicos y evitar tocarse el cabello, entre otras. En tanto dentro de un vehículo se deben igualmente cerrar todas las puertas y ventanas, no tocar las partes metálicas y en ningún momento salir del mismo mientras se mantengan esas condiciones climatológicas. Y en el caso de que la persona sea sorprendida por la tormenta al aire libre debe intentar llegar a un edificio o un vehículo,  alejarse de árboles, postes o cualquier objeto alto, buscar una zona  un poco más baja que el terreno adyacente, no acostarse (la tierra húmeda resulta muy conductora de la electricidad), intentar agacharse lo más posible, pero tocando el suelo sólo si está calzado, por solo citar algunas de las más importantes medidas.

Por: Sonia Sánchez

Foto: Rafael González Escalona

Salir de la versión móvil