Jorge Fis: “El judo no es igual desde que se fue Veitía”

Titular continental en dos de los Juegos Panamericanos más especiales en la historia del movimiento atlético cubano (Indianápolis 1987 y La Habana 1991), Fis afronta sus años de retiro con pena por el estado actual de su deporte en la Isla.

El laureado judoca cubano Jorge Fiss. Foto: Otmaro Rodríguez.

El laureado judoca cubano Jorge Fis. Foto: Otmaro Rodríguez.

A pesar de su intimidante tamaño, Jorge Fis es famoso entre sus vecinos del capitalino barrio de Alamar por su extrema nobleza y sencillez. Este triunfador judoca cubano de la división de más de 95 Kg, prefiere la gentileza a la celebridad y no comprende cómo a algunos “la fama se les ha subido para la cabeza”.

“Hay personas que cuando tienen un carro te miran diferente, yo trato a todo el mundo por igual. Me gusta darles consejos a los muchachos nuevos, tienen que ser respetuosos, el judo es un deporte, pero ‘la vida sigue igual’”, asegura.

“Cuando voy al Cerro Pelado, tanto a los chicos del equipo nacional como a los que no lo son, les digo siempre que la vida es corta, que hay que aprovecharla. Hoy en día no le dan importancia porque son jóvenes. Un par de zapatos no es nada; hay cosas más esenciales, como un buen trabajo para tener un retiro decente, por ejemplo. La gente piensa que fuera de Cuba está la solución y realmente no es tan sencillo. Los más nuevos creen que por tener una cadena de oro y un equipo de música ya están completos. La disciplina es fundamental, sobre todo en el caso de los deportistas”.

¿Cuándo comenzó en el judo?

Arranqué con siete años y recuerdo que mi mamá sufría mucho. Ella, como madre al fin, no le gustaba verme lleno de moretones, y me ponía hielo en las piernas con mucho cuidado. Fueron buenos tiempos, porque vivíamos en el Cotorro y ese siempre fue el municipio de mejores resultados en mi deporte. Allí trabajaba, además, Ronaldo Veitía, el más respetado por todos. Él me regaló un kimono y eso me motivó aún más.

¿El judo cubano cambió después de la partida de Veitía?

Sí, ya no es igual. Apenas hay judo en comparación con aquellos años. Varias de nuestras primeras figuras no están a la altura de algunos eventos. Carecen de agresividad y este es un deporte de combate. Muchos deportistas se mantienen demasiado tiempo en el alto nivel y no son destronados por las nuevas generaciones. Esa carencia de rivalidad entre nosotros ha hecho que decaiga el judo.

Antes había mucha más masividad y competitividad. En mis tiempos se marcaban algunas técnicas que ya no existen, pero a pesar de ello éramos más agresivos que ahora. También en la actualidad los jueces son menos rigurosos a la hora de calificar una acción ofensiva, por ejemplo, lo que hoy es un wazari, antes podía ser solo una koka. Sin embargo, la preparación física en la actualidad es muy superior a la que tuvimos. Se dice que el judo no es tan defensivo ahora, pero con Veitía había que marcar y luego asegurar el combate desde una posición menos expuesta, aunque con los puntos sumados.

Jorge Fiss. Foto: Otmaro Rodríguez.
Jorge Fis. Foto: Otmaro Rodríguez.

Su mejor momento como atleta…

En la República Federal de Alemania, cuando cogí bronce en el mundial de 1987. Ese fue un año muy bueno para mí. Además, hacía mucho tiempo que Cuba no agarraba podio en esa competencia. Y solo lo conseguimos Héctor Rodríguez y después yo.

Ese éxito tengo que agradecérselo siempre a Veitía –aunque Félix de la Cruz era mi entrenador–, porque si no llega a estar ahí, yo no gano esa medalla. Me tocó un japonés, el combate se pintaba muy difícil y así fue. Terminé en el repechaje y ya me había dado por vencido, pero Veitía me colocó de nuevo en forma gracias a su sabia charla y en ese momento volví a ser yo. No perdí más en lo que me quedaba de competencia.

Usted ganó medallas mundiales y continentales. ¿Siente que le faltó algo en su carrera?

La única medalla que me faltó al final de mi carrera fue la olímpica. Los cubanos son una afición muy exigente. A veces no entienden que quedar primero es bien difícil, y no se conforman si la presea no es de oro. En ocasiones un tercer lugar, un quinto o un séptimo, también tienen gran valor. Hoy en día quedar entre los siete primeros a nivel mundial, por la manera en que se ha desarrollado el deporte, es un buen resultado.

¿Cuáles son sus experiencias como entrenador?

Aquí en Alamar hay un colchón muy pequeño para la cantidad de prospectos que tenemos. Siempre me llego por ahí para aportar mis conocimientos. He trabajado también en el Cerro Pelado con atletas de mi peso. El judo necesita mejorar, a las primeras figuras les hace falta un poco más de rivalidad. Sería bueno subir a atletas jóvenes, desde la base, a la máxima categoría.

Igualmente, se ha perdido la disciplina, algunos deportistas no hacen caso a los entrenadores. Ha pasado que, por desobediencias en escenarios internacionales, algunos judocas han perdido combates.

Jorge Fiss con sus medallas. Foto: Otmaro Rodríguez.
Jorge Fis con sus medallas. Foto: Otmaro Rodríguez.

¿Cómo se sintió cuando llegó el momento de colgar el kimono?

Me dolió mucho, porque mi vida es el judo. Yo fui a ver a los muchachos cuando se iban para Barranquilla, siempre les visito y me preocupo por ellos, también por los entrenadores de todas las divisiones. Este es mi deporte.

He trabajado en la Casa de la Música y en discotecas para aliviar mi economía, pero el judo es lo mío. Quisiera mejorar mi salud y no separarme nunca del deporte.

¿La vida es un combate?

Estoy bastante limitado, cuando falta el agua tengo que subir las cubetas tres pisos. A veces me he sentido mal y he preferido quedarme allá abajo, descansando un rato, porque sé que si pierdo el conocimiento o algo me pasa, cargarme a mí es complicado –dice con una amplia sonrisa.

El Inder no se preocupa lo suficiente por los atletas que, como yo, tenemos cierta edad y limitaciones. Casi siempre somos nosotros los que vamos hasta ellos para establecer contacto. A veces debo ir al médico y no tengo un transporte seguro.

***

No es raro toparse y conversar sin formalismos con este legendario de los tatamis, bicampeón panamericano de Indianápolis 1987 y La Habana 1991. Para Fis, escapar de un deporte que llega a convertirse en ideología de vida es imposible, a pesar del infalible transcurso del tiempo, ese que siempre aleja la gloria y abre paso a una siguiente era, en la cual las técnicas de combate varían.

A sus 56 años de edad, este habanero sencillo aún camina –aunque con paso lento– por los pasillos del Cerro Pelado. En ocasiones aconseja a las nuevas generaciones, en otras solo se asoma desde las desmembradas ventanas como un mero observador, para, como suele decir: “ver lo que pasa en el judo con mis propios ojos, sin que nadie me lo cuente”.

Salir de la versión móvil