La Habana no tiene la culpa

La Federación Internacional de Voleibol (FIVB) ha decidido que en este 2014 la Liga Mundial no aterrice en La Habana. Una decisión rapaz pero infalible en sí misma. Si el año pasado vitoreamos el regreso del Coliseo a la cita universal, después de dos años de pesadumbre y desazón, ahora habrá que tragar en seco y apretar bien los glúteos para soportar este puntapié.

Según han quedado comprendidas las agrupaciones del evento, Cuba ya no se encuentra ni por asomo entre las principales selecciones nacionales. Ha sido relegada a un segundísimo plano después de su magra actuación de la temporada pasada y tendrá que batirse en una cita previa para buscar un cupo dentro de la gran competición.

Nos han ubicado en un tal grupo F al que llaman de “tercer nivel”, y donde tendríamos que codearnos con los escuálidos planteles de México, Túnez y Turquía. De clasificar entre los dos primeros en nuestra pool, nos enfrentaríamos a los otros dos ganadores del apartado G (Puerto Rico, China, Eslovaquia, España) que serían el resto de los integrantes de la zona más dúctil de la lid. Todas las selecciones de mayor caché han sido colocadas en los grupos A y B, incluso, algunas otras menos potentes se anclaron de la llave C a la E.

Los equipos de “tercer nivel” jugarán en una sede fija. Los cubanos lo harán en Túnez, sin recibir un buchito de apoyo de su grada, extrañando como unos niños a sus fieles hasta más no poder. Ellos ya saben lo que es morder el polvo de la añoranza, lo sufrieron durante todo 2011 y 2012, la reminiscencia de aquel pasaje abrupto reculará de nuevo hasta reaparecer, pasará de sombra a silueta, y de allí, a la pena o al fastidio, no hay mucho tramo.

No es una casualidad, no es un toque de atención de la FIVB, esta ubicación inicial dentro de la Liga Mundial es solo el puesto que nos toca ocupar gracias a las gestiones de nuestros federativos del deporte. No existe sarcasmo más evidente que ubicar a Cuba en un tercer nivel, ni siquiera en un segundo, la frase por si sola es un chasco ridículo.

Pero la FIVB se ha percatado de un par de cosas que vienen sucediendo con Cuba y ha decidido atajar a tiempo. Por tanto, al menos este año, ningún vuelo con destino a La Habana se producirá con motivo de la Liga Mundial. Y no es que en estos tiempos de merchandising a granel ya al mundo se haya hartado de los videos promocionales de medio minuto antes de cada partido con las postales del malecón bramando y los almendrones deslizándose y el tumulto de la Plaza Vieja y las palomas y el mojito y las luces como luciérnagas en las noches habaneras.

No es eso. Lo que de algún modo le molesta a la FIVB es mudar todo su andamiaje de Liga Mundial hacia a La Habana y que sea en vano. Olvídense por un momento de las recompensas de los derechos televisivos y los patrocinadores, y céntrense en el taraflex. ¿Para qué venir a La Habana a presenciar los primeros pasos de una selección casi de cadetes que roza la veintena de años y que no sabrá como reciprocar el aliento de una grada enardecida? ¿Para qué venir a La Habana si los jugadores que deberían estar sudando la chamarreta bajo la mirada y las luces del Coliseo, se encontrarán de seguro trepados en algún palco oscuro observando en silencio las incidencias de los choques? ¿Para qué venir a La Habana si cuando único el Coliseo se acerca a su estado de ebullición es un su primer fin de semana porque el resto del calendario se vuelve un agobio insoportable para los aficionados?

Entonces no es tan descabellada la idea, hay algo de razón en la decisión de la FIVB. Aunque sepamos que Cuba ahora mismo puede presentar en cancha tal vez el mejor sexteto titular de hombres nacidos en un mismo país y pisotear el cartel de “tercer nivel” que nos han colgado, con eso no alcanza, habría que demostrarlo para que fuese verdad. Lamentablemente, en ocasiones, en la vida las cosas pasan más por una proyección que por el propio saber. Cuando los federativos se decidan, de aquel cartel solo quedarán sus cenizas.

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