La vida después de Toronto

Foto: Deportes 13

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Toronto cerró sus compuertas. Telón al piso. Y el vacío ya se siente. Los dieciséis días de competencia fueron tremendos, una lucha sin cuartel. De aquí a un tiempo (quizás nunca) los cubanos no olvidaremos estos Panamericanos, no porque hayan sido los mejores en espectáculo (televisión aparte), no porque se hayan desarrollado en una ciudad hermosa que brindó toda su infraestructura de primer mundo para organizar los juegos, no porque hayamos descendido dos peldaños en el medallero, sino, porque por primera vez, y admitámoslo, Cuba no fue protagonista.

Ese señorío que envolvía la aureola de Cuba desapareció. Cayó al piso como un pedazo de techo que se desparrama. Cuba no pudo con su sombra, no pudo con el peso que le colocaron antes de partir, una mochila incómoda, repleta de consignas y pancartas que le violentaban el paso y prácticamente la precisaban retornar a la patria con el segundo lugar tatuado en el pecho.

Cuando habían pasado diez jornadas de competencia, Antonio Becalli, Presidente del INDER, aún ratificaba que el objetivo se mantenía en pie y que la segunda plaza iba a ser nuestra, que pronto empezarían a llegar el ascenso. Pero, eso, nunca sucedió. Y ahora nadie sabe dónde está Becalli y sus asesores, después que la última comitiva aterrizara en la isla, Toronto terminó. Ya no se habla del tema, no hay valoraciones.

Pocos se atreven a alzar la voz para enjuiciar lo acontecido, para decirnos otra cosa que no sea que el nivel en el continente ha subido ostensiblemente gracias a la colaboración desinteresada de nuestros entrenadores deportivos. Ramón Arias, entrenador del equipo femenino de taekwondo, no se anda con medias tintas y a pesar de que su disciplina fue una de las que mejor salió parada de los Panamericanos, comentó a OnCuba:

“Tenemos que mejorar muchísimo, estamos ante la prueba más fehaciente que podamos tener. Acaban de terminar los Juegos y Cuba ha podido ver el estado de su deporte. Es hora de tomar cartas en el asunto, de cambiar lo que está mal. Adaptarnos al mundo, no que el mundo se adapte a nosotros. Hay que salir, competir, topar, conocer lo último, estar al tanto, sin eso, nos vamos a estancar. Tenemos talento, pero con eso no basta. No se puede estar sin competir, sin entrenar con los aditamentos básicos. Si seguimos al margen, nos hundimos”.

Uno no entiende que a opiniones como esta no se le tome en cuenta, que después de escuchar semejante aseveración, podamos echarle la culpa al bloqueo y a la compleja situación económica en la que se encuentra el país. Que ahora sí, tras el descalabro, tras la caída, empecemos a condenar las deserciones de los atletas cuando los culpables son las incoherentes políticas deportivas que rigen el sistema. Y dicho sea de paso, anótenlo como un dato, se estima (aún no se sabe la cifra exacta) que 28 deportistas cubanos (de hockey sobre césped, remo, canotaje, clavados) abandonaron la delegación.

Más allá que hay que remontarse hasta los añejos Juegos de Cali 1971 para ver a Cuba en un puesto que no sea el segundo, el retroceso se aprecia con evidencia en el nivel de participación de los antillanos. De las 364 pruebas convocadas, solo se participó en 217. Luego, habría que detenerse en el nivel cualitativo de los atletas, y les digo, los cubanos accedieron a 121 finales en total y solo pudieron ganar 36 de ellas, un porcentaje bajísimo de efectividad: 29.7 {bb302c39ef77509544c7d3ea992cb94710211e0fa5985a4a3940706d9b0380de}.

De ese modo es bien complejo cumplimentar una buena labor, amén de que de los 31 deportes en los que se tuvo actividad, solamente 5 disciplinas vieron resultados superiores a los de Guadalajara 2011. El canotaje que obtuvo 6 preseas (4 en 2011), el tiro 2 (1), el taekwondo 3 (2), el clavados 1 (0) y la gimnasia artística 2 (0).

De Toronto, yo me quedo con un pasaje: última fecha, jornada del adiós y Cuba ya sabía su sentencia desde el día anterior, sabía que iba a ser cuarta, sabía que no tendría ningún deporte colectivo disputando final, sabía que siempre había llegado a ese instante en el que el pebetero cambia de ciudad, siendo actor principal y no extra, y ahora, los cubanos tendríamos que ver las últimas sonrisas en rostros ajenos.

¿Querrán nuestros directivos deportivos que sigan estos finales? La vida después de Toronto merece un vuelco.

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