Las capas de Charlie Hebdo

La más reciente portada de Charlie Hebdo, su editorial y el contenido del número sobre el Mundial de Fútbol femenino han desatado una polémica sobre fútbol y género.

Último número de "Charlie Hebdo". Foto: Ruptly.

Hace una semana comenzó la Copa Mundial de Fútbol Femenino. Como en sus ediciones anteriores, ha ocupado muchas menos portadas que el Mundial masculino, el único que la mayoría conoce. Pero seguramente ninguna, de uno y otro evento, ha sido tan polémica como la más reciente de Charlie Hebdo. La publicación satírica francesa se coloca nuevamente en los titulares, esta vez bajo la lupa del género.

En la misma semana en que The New York Times cierra su sección de caricaturas para evitarse complicaciones políticas, los franceses de Hebdo han escogido una tapa que muestra un sexo de mujer de piernas abiertas, con una pelota de fútbol en lugar de clítoris, aunque hay quien ve un golazo “duro y al centro” como diría Pelé. Luego viene a anclar la imagen el texto: “A comérselo un mes”, refiriéndose a la duración del evento.

Muchos la han interpretado como sexista y misógina. “La libertad de expresión tiene límites”, han escrito no pocos usuarios.

Esta reacción no es desconocida para la publicación, cuyo estilo es precisamente epatar, ser “un puñetazo en la cara, una revista enojada, un periódico que mea, una gaceta de lo grotesco”. En enero de 2015, después de la publicación de varias caricaturas sobre Mahoma, sufrieron un ataque terrorista de extremistas islámicos que cobró la vida de doce personas; un episodio de horror que de hecho a menudo les recuerdan como una advertencia de pésimo gusto.

Esta portada, en efecto, no es menos o más provocadora que las de otros números donde causas políticas y religiosas han sido sometidas a todos los recursos de la sátira. Acaso sea inusual que acudan al sexo femenino, tan cubierto y ocultado por políticos, medios e iglesias. Y es este elemento precisamente el que otros usuarios interpretan como una afirmación de género, una reivindicación de poder y orgullo femenil en su expresión más directa.

Una imagen de tantas capas de sentido posibles y con tan poco texto, deja abierta la puerta a diversas interpretaciones, aunque para la mayoría sea directamente una reducción sexista más. Así, es el editorial de la revista y el contenido del número son lo que completa el cuadro, mostrando la posición de Charlie Hebdo hacia el evento femenino y hacia el fútbol en general.

En el editorial se revelan dos contradicciones: la primera es que, contrario a su fama bien ganada en este sentido, Charlie Hebdo resulta conservadora y puritana. Y la otra es afirmar que, despreciando el fútbol como lo desprecian, no encuentran razón para tratar diferente al mundial femenino, y ya lo han hecho al escoger un sexo de mujer como antonomasia. En el número se puede ver a “Vulvix” presentada como la mascota del evento. El Mundial de los varones no tendría como elemento más relevante el hecho de ser jugado por hombres. Este es uno de los aspectos que hace al Mundial de las Mujeres, de hecho, diferente. 

Se incluye en el número una caricatura donde una portera “aprovecha el tiempo muerto” (puesto que no llegan los balones a puerta) para “posicionar la línea defensiva”: cuelga una cortina fucsia entre los palos, y le dice a una compañera de equipo que le parece que va muy bien con el verde del terreno. Al fútbol lo tratarán igual, pero la sátira que han hecho contra el fútbol de mujeres no se ha centrado en otro aspecto que su género, reproduciendo estereotipos y ridiculizando su juego.

Por demás, los argumentos que ofrece Charlie Hebdo para sostener el rechazo al fútbol en primera instancia, pueden llegar a una posición tan fanática como la de los extremismos que tradicionalmente han satirizado.

Un primer párrafo se había referido a las mil precauciones que hoy día hay que tener con lo que se expresa, especialmente en las redes sociales, por la facilidad con que se puede herir cualquier sensibilidad, y la fuerza con que los potenciales ofendidos van a reaccionar.

“Cuidado, porque hoy, en el momento en que dices algo aunque sea un poco raro, todos se te echarán encima como un montón de ladrillos: redes sociales, asociaciones, políticos y, a veces, incluso el Papa”.

A ellos les consta, de la peor manera, esta agresividad. Sin embargo, el tipo de puritanismo detrás de estas hipersensibilidades se parece demasiado a la forma en que ellos mismos han arremetido contra el fútbol bajo el argumento, por un lado, de que estadios –que no identifican– fueron usados hace décadas para torturar a mujeres embarazadas, y por otro la corrupción de bolsillo y alma que rodea el espectáculo de un Mundial y otros megaeventos de este deporte.

Se enarbola una relación de determinación directa entre el fútbol y la tortura/dictadura y/o la corrupción, que presupone que las mujeres, que después de muchos años logran el reconocimiento de derechos de los que nunca debieron ser privadas, deberían sentir vergüenza y culpa al jugar en “estadios donde se torturó a embarazadas con electricidad”, sumándose al “estúpido, vulgar y cínico” fútbol masculino. La revista satírica que se burla de los insultados, suena ella misma muy ofendida por el fútbol, el feminismo, la historia, el espectáculo, por todo.

Este tipo de razonamiento demuestra una incapacidad de separar elementos dentro de un fenómeno. Hubo torturas durante el Mundial de Fútbol de 1978 en Argentina. Pero esto no significa que el fútbol haya sido –y mucho menos sea todavía hoy– la causa de esas torturas, ni que esos acontecimientos terribles lo hayan contaminado irreversiblemente, o que sin fútbol esos hechos nunca hubieran tenido lugar. O que fue el deporte lo que distrajo y ocupó el tiempo y las energías de las personas que iban a evitar que esto ocurriera o lo iban a combatir.

La 8va Copa Mundial Femenina de Fútbol

Este puritanismo propone que se aparte y rechace todo lo lúdico, placentero y divertido en nombre de algo pecaminoso, una culpa, una suciedad, una mancha, una impureza que vendría a surgir de acontecimientos ocurridos en otros lugares o en otros momentos y, sobre todo, por otras causas. Los puritanismos de moda enlazan hechos que en la realidad no están conectados, pero cuya conexión aparente es fácil de simular. Charlie Hebdo se rindió a la seducción del sofisma.

En Argentina la dictadura comenzó dos años antes del Mundial y duró otros cinco después. Países sin tradición futbolística y otros que nunca han acogido un Mundial, han padecido dictaduras muy sangrientas sin que nadie haya tenido a mano un divertimento que culpar. Si los grandes eventos deportivos fueran responsables de las calamidades de la humanidad, estas tendrían un cronograma mucho más contenido y un alcance parcial. Es un argumento forzado identificar en este deporte un chivo expiatorio para la descomposición y la estupidez humana o sus consecuencias.

Un Mundial de Fútbol es un evento multinacional emocionante que conecta como pocos a seres humanos del mundo a través de un juego que puede ser muy bello. En la cancha lo único que ocurre es el juego, una multitud espectadora, un balón y 22 jugadores. Los seguros médicos son una mafia en muchos países; la política sabe ser muy mafiosa también. Sin embargo, la atención sanitaria y la democracia siguen siendo deseables.

El Mundial de la mitad del mundo

La maquinaria del fútbol internacional, los millonarios contratos, los mega eventos y sus réditos en publicidad y mercadotecnia, el desbalance mediático, son realidades que no comprometen el derecho a gozar del fútbol, ni la legitimidad de las mujeres al realizar demandas específicas para participar del deporte en igualdad de oportunidades y condiciones.

“La igualdad se ha convertido en la religión moderna”, dice Charlie Hebdo, ridiculizando el plano político de un Mundial de mujeres. “Todo tiene que ser igual, similar, al mismo nivel. La menor diferencia se interpreta de inmediato como un intento de imponer una jerarquía (…). Pero al mismo tiempo, las personas abogan por el derecho a la ‘diferencia’. Todos están invitados a afirmar sus ‘diferencias’. ¿Cómo podemos pedir vivir en una sociedad absolutamente igualitaria y al mismo tiempo afirmar nuestras ‘diferencias’? La ecuación es sencillamente insoluble.”

Esta visión desconoce las desigualdades, y malinterpreta el concepto de igualdad. Nada más lejano a la igualdad que una estandarización que pretendiera que todo fuera idéntico. La igualdad puede surgir solamente del reconocimiento de las diferencias. Tener en cuenta lo particular y específico de cada persona o grupo es precisamente lo que permite diseñar políticas y condiciones adecuadas para permitir por igual el acceso a los derechos y las oportunidades. 

Hace un siglo los hombres negros no podían jugar fútbol oficialmente, y a la altura del milenio las mujeres aún reclaman su espacio en un deporte que celebra una copa mundial en su categoría hace menos de 30 años. Que las mujeres puedan rediseñar los mecanismos fallidos del fútbol mercantilizado o cualquier otro, o que hombres y mujeres logren hacerlo juntos en plena consciencia de lo que deben corregir o crear, no representa más que oportunidades y responsabilidades. Nadie tiene que dejar de jugar fútbol. Ni de exigir igualdad.

Salir de la versión móvil