Las claves de Granma

Granma, campeón de la pelota cubana por primera vez en su historia. Foto: Rafael Martínez Arias / La Demajagua.

Granma, campeón de la pelota cubana por primera vez en su historia. Foto: Rafael Martínez Arias / La Demajagua.

Si alguien hubiera hecho una encuesta sobre las posibilidades ganadoras de los equipos envueltos en la postemporada 2017 del béisbol cubano, Granma habría sido seguramente el menos votado.

Primero, porque no lo acompañaba la historia. Lo mejor que había conseguido en Series Nacionales había sido un tercer puesto, mientras el otro trío de competidores exhibía múltiples trofeos en sus vitrinas. Segundo, porque había terminado en cuarto puesto en la etapa regular, sin alardes de poderío ni brillantez en el juego. Y tercero, porque a todas luces los demás gozaban de argumentos superiores o, al menos más llamativos, para encarar el rigor de los play off.

Tigredrilos y naranjaballos: repaso a los play off

Media Cuba apostaba por una final Ciego de Ávila-Matanzas, y los presagios más osados le ofrecían algunas opciones de campeonato a los naranjas de Villa Clara. Pero muy pocas personas –como no fueran los propios parciales granmenses– ponían un peso en juego a favor de la tropa de Carlos Martí.

Ciego era el trabuco a derrotar. Monarca vigente, tres coronas en cinco campañas y repleto de hombres curtidos en el fragor de la hora cero, tenía las dos armas más letales para pelear en estas fases: un staff abridor consistente (Vladimir García, Vladimir Baños, Dachel Duquesne y Erlis Casanova) y un par de relevistas de ensueño (Raidel Martínez y José Ángel García).

Matanzas, de nuevo, parecía el gran aspirante. Con un lustro completo encaramándose en el podio bajo el mando de Víctor Mesa, arribaba esta vez al tramo decisivo tras imponer un impactante récord de 70 victorias con solo 20 patinazos, con el apoyo de una artillería capaz de promediar colectivamente por encima de .330.

Por su parte, Villa Clara gozaba de una dupla monticular intimidante (Freddy Asiel Álvarez y Yosvani Torres), amén del plus de calidad ofensiva que aportaban dos refuerzos de última hora, Alexander Ayala y Frederich Cepeda.

¿Y Granma? ¿Con qué llegaba Granma? Sus fuerzas tampoco eran desdeñables, aunque –insisto– lucían ligeramente por debajo…

Verdad: de su lado estaba el top pitcher del año, Lázaro Blanco; la garantía en los cierres de Miguel Lahera y una línea central exquisita para el nivel actual de la pelota cubana. Pero ello no bastaba para otorgarle la candidatura principal.

Digámoslo gráficamente: los Alazanes carecían de la profundidad avileña con las serpentinas, del calibre de fuego matancero y del one-two villaclareño en la lomita.

Alfredo Despaigne anotó la carrera decisiva del campeonato. Foto: Calixto N. Llanes / Juventud Rebelde.
Alfredo Despaigne anotó la carrera decisiva del campeonato. Foto: Calixto N. Llanes / Juventud Rebelde.

A mi juicio, tres factores resultaron clave para que la provincia escribiera la página más acabada de su historia beisbolera, un episodio impensado incluso por los más soñadores, con barrida incluida a costa del campeón en ejercicio.

Vuelvo a enumerar…

Uno, determinante, fue la incorporación de Alfredo Despaigne, por distancia el bateador más contundente del país (en términos sabermétricos, el único que se codea con Omar Linares y José Dariel Abreu). De la semifinal en adelante, el slugger aportó 20 boletos en 11 desafíos, dos jonrones definitorios y varias toneladas de pavor en los lanzadores adversarios.

Dos, el error de Roger Machado en el partido inaugural. Ese día, Ciego iba con su carta de lujo mientras Granma no podía apelar a la suya. Para los Tigres se trataba de dar la primera estocada y refrenar los ánimos rivales, muy exaltados desde la remontada ante Matanzas.

A la altura del octavo episodio, el score dictaba un 3×0 con visos de inmutable, pero entonces el manager –pese a disponer de los ya referidos Martínez y García–  se encaprichó en omitir el librito del béisbol moderno, estiró más de lo racional a su abridor y por ahí se le colaron a todo galope los caballos. Fue ese, al mismo tiempo, el punto de giro y el mazazo anímico del duelo.

Y tres, la ausencia de presión. El hecho de no ser favorito siempre empujó el carro de Granma por las rutas más despejadas del camino sicológico. A lo largo de toda la postemporada –y muy especialmente en la pulseada versus Ciego–, sus jugadores nunca escondieron la sonrisa, ni bajaron los brazos, ni dejaron de azuzarse en cada acción.

Por encima de cualquier otro elemento, ello explica el milagro que acaba de obrarse en la Serie Nacional.

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