Las cuentas de Juan Kubala: Yuliesky y Cepeda

Yuliesky Gourriel

Yuliesky ha sido injuriado en la misma medida que se ha venerado a Cepeda.

…porque 2×2 siempre son 4

Siempre me ha maravillado la capacidad de algunos para pensar las cosas a partir del kilómetro cero de sus antipatías. Así, un militante de ultraizquierda no admitirá que Obama es un dechado de elegancia, como tampoco podrán hacerlo nunca los racistas trasnochados de Alabama. En sus mentes estrechas el mundo es unidireccional y estrecho, sin espacio para supuestas concesiones.

Lo mismo que el odio genera violencia, la predisposición conduce a la ceguera. El telón cae, oscuro, sobre la razón, y de tales tinieblas pueden salir ideas tan peregrinas como equiparar a Frederich Cepeda con Yuliesky Gourriel, una comparación que tiene la facultad de dejarme, de modo invariable, anonadado.

Cepeda ha sido un bateador por encima de la media –fíjese que no utilizo el más sodomizado de los adjetivos, “extraordinario”-, con un poder que excede el del jugador promedio y una (ahora sí) extraordinaria disciplina en el home plate. La mecánica de su swing parece elucubrada en Harvard, y es capaz de resolver complejas ecuaciones de pitcheo desde cualquiera de los dos lados del pentágono.

Semejante avalancha de virtudes han sido suficientes para atenuar limitaciones con el guante, un brazo maltrecho y su defecto capital, que es la falta de acometividad en situaciones ofensivas límite. Habitualmente ubicado en el alma del line up, Cepeda ha optado siempre por discriminar con microscopio al margen de situaciones de juego o marcadores, y esa línea ha nutrido su casilla de bases por bolas al tiempo que menguado su productividad con el madero.

Por obra y gracia de las antipatías, Yuliesky ha sido injuriado en la misma medida que se ha venerado a Cepeda. Hubo quienes la emprendieron contra él desde el comienzo, en represalia a la aduladora campaña mediática centrada en el “Yuli paquí, Yuli pallá”. Otros, acostumbrados a productos de la fábrica de peloteros en serie (idénticos desde los ademanes hasta el corte de cabello), no asimilaron que el chiquillo se pusiera collar, apuntara perennemente al cielo o empleara pegatinas antisol. Y, claro, en la relación de maldicientes no faltaron los cardiólogos…

Puedo afirmar que en Cuba existen tantos directores de esquina como cardiólogos de generación espontánea. Tipos cuyo universo beisbolero se reduce a apreciaciones relativas al “corazón” del jugador, y que en sus festinados diagnósticos consideraron que el doble play que nos liquidó en Beijing había sido producto de ese concepto autóctono, el ‘apendejamiento’. Tomaron a Yuliesky como chivo expiatorio del fracaso, le encasquetaron un sambenito especialmente degradante en sociedades bajo la dictadura del machismo, y el “10” espirituano alquiló un aposento en el vórtice de todos los ciclones.

(La ignorancia asumía el poder. Nadie recordaba su oportuno triple de la Copa Mundial de 2003 o el jonrón contra Panamá que nos salvó en el Clásico de 2006, ni reparaba en que el batazo de la doble matanza era un rodado por encima de segunda, con el torpedero perfecta e inesperadamente colocado para el lance. “No tiene corazón”, dijeron, y el mal ambiente se esparció por los estadios, y las hordas le corearon horderías. Da vergüenza: con multitudes menos instruidas, Dominicana no ultrajó a Alfonso Soriano por el ponche que la eliminó en el Clásico de marras, ni le impuso ningún cartel infame a un Papi Ortiz que tan solo bateó .150).

Albert Einstein sentenció que la estupidez humana es infinita, y de corroborarlo se han encargado en estos años los rencorosos detractores del pelotero cubano más completo desde Omar Linares (con perdón de mi admirado Yasiel Puig). Voces desafinadas han propuesto a menudo su exclusión del team Cuba, y algunos herejes hasta mencionan a Michel Enríquez al designar al mejor antesalista de la isla a día de hoy. Algo así como si los Yankees le dieran a Bernie Williams el lugar de Joe Dimaggio.

Pero la prensa deportiva norteña no ha educado a sus fieles en el culto al “corazón”, y se resiste a valorar la calidad sobre la base de una noche en el recuerdo. Ante sus ojos, que es como debe ser, pesa más el rendimiento cotidiano que transporta a un equipo hasta la instancia decisiva de un torneo, que el valeroso efectismo de un jonrón en el séptimo choque de la Serie Mundial.

Ahora mismo, jugando en una liga seria llena de lanzadores serios, desgraciadamente Cepeda no ha podido dar la talla mientras Yuliesky se postula para el premio al Novato del Año. Sin embargo, los cardiólogos siguen dando consultas, viendo el béisbol con sus espejuelos nebulosos y dictaminando disparates. La estupidez, sin dudas, es un corto camino rumbo a la felicidad.

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