Los dolores de cabeza del ajedrez cubano

Lázaro Bruzón antes de la partida. Foto: Otmaro Rodríguez.

Lázaro Bruzón antes de la partida. Foto: Otmaro Rodríguez.

Desde hace algún tiempo, al ajedrez cubano no le faltan los dolores de cabeza. Especialmente al masculino. El último fue noticia unos días atrás: la salida de Lázaro Bruzón del equipo olímpico de la Isla.

“Afectaciones de salud”, según la información divulgada por el sitio Jit, impedirán al número 1 del ranking de Cuba (2,653 de Elo en agosto, lugar 94 del mundo) participar en la Olimpiada Mundial de Batumi, Georgia, que comenzará el próximo 23 de septiembre.

De acuerdo con la Comisión Nacional de Ajedrez, Bruzón “viajó al exterior por razones personales y para intervenir en un evento preparatorio”, y ya fuera argumentó “que enfrenta un tratamiento médico demandado de reposo y otros pasos no compatibles con la competición universal”.

Su baja es todavía más significativa porque deja al conjunto cubano sin el único hombre por encima de los 2,600 puntos de Elo que aún militaba en sus filas. El que, por sus galones, debía batallar en el primer tablero y liderar a una selección ya de por sí golpeada por la ausencia de Leinier Domínguez, su principal figura en los últimos años.

A la saga del trebejista de Güines por más de una década, el Gran Maestro (GM) tunero tenía ahora la oportunidad de tomar la bandera y demostrar que también es capaz de empujar el carro de Cuba en un contexto sumamente competitivo. Pero al menos esta vez no será.

Congelada hasta los tuétanos por la noticia, la Comisión Nacional apenas atinó a decir que se mantenía en contacto con Bruzón “a fin de seguir al tanto de su estado de salud”, y que le “ha reiterado la disposición” de “contribuir a su evaluación y tratamiento una vez lo decida”.

De más está decir que la nota oficial no da pistas sobre el padecimiento, las indicaciones médicas, ni de cualquier otro aspecto que arroje luz sobre lo sucedido. Como tampoco lo hace la prensa y ni siquiera las indiscretas redes sociales.

A golpe de salidas, el ajedrez cubano se ha ido quedando a oscuras.

Ya sea porque de verdad andan en la Luna o porque no quieren soltar prenda, las autoridades deportivas de la Isla han preferido manejar con pinzas la situación, siguiendo la fórmula ya utilizada con Leinier: medir cuidadosamente las palabras y dejar la puerta entreabierta para que al final no quede por ellas o, al menos, no lo parezca; vaya uno a saber los entretelones de esta historia.

Que sospechosa sí es.

Ay, Leinier

Por años, el GM Leinier Domínguez situó a Cuba en los principales escenarios ajedrecísticos del orbe. El güinero se codeó con los mayores monstruos de los trebejos, con más de una actuación memorable, y estabilizó su Elo por encima de los 2,700.

A pesar de entrar más de una vez en el top 20 del mundo, seguía luciendo como el jugador concentrado y voluntarioso de sus inicios, más dado a estudiar aperturas y finales que a posar para las cámaras.

Con estas credenciales, nadie cuestionaba su liderazgo en el conjunto de la Isla, una responsabilidad a la que supo tributar con victorias. Para no ir más lejos, en la anterior Olimpiada Mundial de Bakú 2016 se colgó una fantástica medalla de plata como primer tablero, invicto con 7,5 unidades en 10 salidas y un Performance Rating de 2,839.

Ningún cubano llegaba tan alto como tablero líder desde que José Raúl Capablanca ganara el oro en la versión de Buenos Aires 1939.

Leinier Domínguez. Foto: Chess24.
Leinier Domínguez. Foto: Chess24.

Pero un buen día de 2017, Domínguez pidió permiso para colgar los guantes. Al menos por un tiempo, al menos por Cuba.

Su período de inactividad competitiva –“para solucionar problemas personales” de acuerdo a la nota oficial cubana– se extiende ya por más de un año y provocó que “según lo establecido” fuera dado de baja del equipo cubano en 2018.

La baja, no obstante, es temporal, según dijo en abril el comisionado de ajedrez Carlos Rivero, quien aclaró entonces que el trebejista no ha perdido el derecho a reincorporarse “siempre con la previa aprobación de las autoridades en la Isla” y que “ha ratificado su decisión de no defender nunca otra bandera que no sea la cubana”.

Leinier, no es un secreto para nadie, reside actualmente en Estados Unidos y ha trabajado como comentarista en el sitio especializado Chess24. Como lleva más de un año sin disputar partidas clásicas en eventos oficiales –aunque sí ha jugado torneos de ajedrez rápido– ya no aparece en el ranking mundial activo y su Elo quedó congelado en los 2,739 puntos que tenía en 2017, los que lo colocaban como puntero de Iberoamérica.

Sin él, las oportunidades de Cuba en Georgia se reducen considerablemente.

Yunieski, Bruzón, Batumi…

Tras la salida de Leinier, los principales jugadores de Cuba han ido cayendo como piezas de dominó. O, más bien, partiendo.

También por “problemas personales” no irá a la Olimpiada de Batumi el GM Yunieski Quesada, actualmente el segundo ajedrecista de la Isla por su Elo (2,622) detrás de Lázaro Bruzón.

Quesada lleva un año más de un fuera del equipo nacional –y de Cuba– y su ausencia priva a la Isla de otro importante jugador. En Bakú, el villaclareño defendió el tercer tablero y sumó 6,5 puntos en diez partidas, una actuación destacada que mucho extrañarán ahora los cubanos.

Como también extrañarán la del tunero, que en nueve Olimpiadas anteriores sumaba 41 victorias, 37 tablas y 20 derrotas, y tenía como performance más destacado el de Calviá 2004, cuando totalizó 8 puntos de 11 posibles.

Las ausencias de Domínguez y Quesada abrieron la puerta de la selección antillana a los GM Yusnel Bacallao y Omar Almeida, quienes actualmente ocupan los lugares 3 y 5 del ranking de la Isla con 2,588 y 2,540 de Elo respectivamente. La más reciente salida de Bruzón, por su parte, será calzada con el GM Yasser Quesada, coincidentemente hermano de Yunieski y décimo de Cuba por su Elo de 2,523.

Los hermanos Yunieski (izq) y Yasser Quesada. Foto: pinkydeportes.over-blog.com
Los hermanos Yunieski (izq) y Yasser Quesada. Foto: pinkydeportes.over-blog.com

Al menor de los Quesada le corresponderá el puesto de suplente, en tanto Bacallao se estrenará en el conjunto olímpico como primer tablero, a menos que la Comisión Nacional opte por un enroque y coloque en esta posición a un jugador más experimentado como los GM Isán Ortiz (2,527) o Yuri González (2,566), séptimo y cuarto de Cuba en el listado de septiembre.

Ortiz y González son los únicos sobrevivientes de los más recientes equipos cubanos a los torneos de Tromso, Noruega, en 2014, y Bakú, Azerbaiyán, en 2016, y aportarán la experiencia en las mesas de la Isla.

En Tromso, Isán obtuvo la medalla de plata en el cuarto tablero, con el 75 por ciento de los puntos y un Performance Rating de 2,766; mientras que dos años después logró 6,5 puntos en 10 juegos. En tanto, Yuri es el actual campeón de Cuba y también tuvo un buen performance en la ciudad noruega, aunque en Bakú, como suplente, terminó cediendo puntos de su Elo.

En cualquier caso, a la escuadra cubana le costará trabajo igualar el –entonces lamentado– lugar 25 de 2016 y mucho menos acercarse al séptimo alcanzado en Tromso, la mejor actuación histórica de la Isla en Olimpiadas igualando las de Novi Sad 1990 y Calviá 2004.

Con su actual nómina, Cuba ocupaba al cierre de agosto el puesto 31 por su Elo colectivo (2,559) entre las selecciones que se enfrentarán en Batumi, un escenario en el que lidiarán 21 conjuntos con más de 2,600 –seis de ellos por encima de 2,700– y en el que la Isla ya no encabezará a Latinoamérica pues es aventajada por Perú (2,601), Argentina (2,596) y Brasil (2,575).

Las mujeres, mejor cara

Con tantos truenos cayendo sobre la selección masculina, las mujeres podrían sacar la cara en Georgia, aunque tampoco la tendrán fácil.

La campeona nacional Lisandra Llaudy (2,294 de Elo), la veterana de mil batallas Maritza Arribas (2,243) –que irá a su decimoquinta Olimpiada–, la también curtida Yaniet Marrero (2,281), y la más joven Yerisbel Miranda (2,239), conforman una nómina liderada por Lisandra Ordaz, primera cubana con el título de Maestra Internacional (MI) de ajedrez sin distinción de sexo y lugar 51 del ranking del orbe con 2,415.

Sobre los hombros de la pinareña, ausente del torneo de Bakú, descansará el peso principal del equipo, sin desdeñar a la santiaguera Arribas, invicta en diez presentaciones hace dos años, y a Llaudy, en un buen momento de su carrera y que en 2016 sumó 7 puntos en 10 partidas.

Lisandra Ordaz en un torneo en México. Foto: @lisychess / Facebook.
Lisandra Ordaz. Foto: @lisychess / Facebook.

Como colectivo, Cuba mostraba un Elo de 2,318 y anclaba en el lugar 20 en agosto entre los conjuntos convocados a Batumi. Su meta bien podría ser igualar, o incluso mejorar, el puesto 18 logrado en Azerbaiyán, aun cuando el cuarto lugar de Khanty-Mansiysk 2010 se antoje utópico.

Ningún equipo latinoamericano antecede a las cubanas en este listado y solo España lo hace entre las contendientes de Iberoamérica.

No obstante, tendrán que hilar muy fino y no perder unidades ante rivales inferiores. También deberán evitar impresionarse ante contrarias que asustan al miedo, si el sorteo se las depara, como los nueve equipos con 2,400 o más como promedio, encabezados por unas terroríficas rusas de 2,523 de Elo.

Por manida que resulte la expresión, la Olimpiada Mundial de Batumi será una prueba de fuego para el ajedrez cubano. Lo que allí suceda podría ser el reflejo del futuro de este deporte en la Isla, al menos en el corto o mediano plazo en que Leinier y Bruzón al parecer no cargarán los pendones de Cuba.

En poco más de un mes –el evento finalizará el 7 de octubre– sabremos si lo hecho en Georgia por los jugadores de la Isla servirá para aliviar al ajedrez cubano de sus dolores de cabeza o si, por el contrario, lo colocarán peligrosamente al borde del jaque mate.

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