¿Los records del diablo?

Dicen los que saben que no hay terrícolas que puedan batirlos. Que detrás de esos registros se esconde el diablo.

Si uno revisa las plusmarcas mundiales del atletismo femenino, verá que una decena de ellas está anclada en los ochenta. Algunas campeonas de hoy, justamente aplaudidas, serían simples acompañantes según las marcas de aquellos años.

Como un botón de muestra, miremos hacia el medallero de la impulsión de la bala. Escojamos una misma ciudad: Moscú: El primer podio pertenece a la Olimpiada de 1980. Oro: Ilona Slupianek (RDA, 22,41 metros), plata: Svetlana Krachesvkaya (Unión Soviética, 21,42), bronce: Marguita Pufe (RDA, 21, 20), cuarta: Nunu Abashidze (Unión Soviética, 21,15). No sigo.

El segundo pertenece al Campeonato Mundial de Atletismo de 2013. Oro: Valeri Adams (Nueva Zelanda, 20,88), plata: Christina Schwanitz (Alemania, 20,41), bronce: Gong Lijiao (China, 19,95).

¿Qué ha pasado?

Afirman los especialistas que los ochenta fueron la década de oro del doping, que los laboratorios iban a la zaga de los estimulantes, las trampas en la orina o la sangre, los medicamentos prohibidos.

De Heidi a Andreas
De Heidi a Andreas

“Parecen hombres”, decía mi padre cuando las veía correr o lanzar a través de la televisión. Siempre increpé su prejuicio, pero el tiempo se empeñó en apuntalar su experiencia. En tal contexto, se inscribe la historia de la balista y discóbola alemana Heidi Krieger, quien decidió un día cambiar de sexo y convertirse en Andreas:

“Llegaron a controlar mis menstruaciones y los músculos se me desarrollaron extraordinariamente. (…) Crecieron mis hombros y mis piernas, me salió pelo en la cara y en el pecho y mi voz se hizo cada vez más grave. El doping me hizo cambiar de sexo”, declararía a The New York Times.

Pistas galácticas

Algunos han propuesto que esas plusmarcas queden congeladas, que las borren, que se tomen otras como referencias. Pero ahí siguen, intocables, inamovibles, inalcanzables.

Cuando en 1989, la cubana Ana Fidelia Quirot estableció un soberbio registro de un minuto, 54 segundos y 44 centésimas en los 800 metros planos, parecía que por fin surgía alguien capaz de batir el tope planetario más añejo vigente, los 1.53. 28 de Jarmila Krotochvilova, establecidos en el primer Campeonato del Mundo de Atletismo, Helsinki 1983. Una carrera donde atravesó la meta sin que pudieran verse a sus rivales.

Sin embargo, “La tormenta del Caribe”, no pudo acercarse más al exigente primado de “La locomotora checa”. Otros apostaron a las africanas Pamela Jelimo y María Mutola, pero sus éxitos tampoco alcanzaron para derribar a la Kratchvilova.

Al menos, la europea vive para contarlo. Lamentablemente, no puede decirse lo mismo de la velocista norteña Florence Griffith-Joyner, quien estampó en la Olimpiada de Seúl con un par de récords “masculinos” en 100 (10.49) y 200 metros planos (21.34), tras lo cual se retiró inmediatamente.

Semejantes registros están envueltos en la sospecha de dopaje, pero como no se ha mostrado prueba alguna, continúan vigentes. Su muerte una década después, a los 38 años sumó otro ingrediente al escándalo.

Quien más se le acercó fue su compatriota Marion Jones, pero la heroína acabó como una muñeca rota, tras aceptar el uso de sustancias ilegales durante años, el todo vale. Sus medallas olímpicas les fueron retiradas.

Casi inimaginable es el tope mundial del lanzamiento del disco de la germana Gabriele Reinsch (76,80 metros) vigente desde 1988. La estelar croata Sandra Perkovic, una fuera de serie de estos tiempos, todavía se encuentra a varios metros de semejante cifra.

Con todo, el registro más soberbio de todos, el super récord atlético es el de 47.60 segundos en la vuelta al óvalo. Pertenece a la legendaria Marita Koch. Su época corresponde a lo que se ha llamado “doping de estado” en la extinta RDA —donde los atletas fueron más víctimas que participantes—; mas ella nunca ha aceptado tal condición.

Marita Koch
Marita Koch

A diferencia de otros, hay que reconocer en la Koch una progresión que no sobrevino de sopetón; sino que fue una labor de años, incluidos 15 récords mundiales. ¿Puro laboratorio? En cualquier caso, su récord de Canberra, Australia, en 1985, resulta de otra galaxia. Nadie se atreve a vaticinar hasta cuando durará.

Del 22 al 30 de agosto se desarrollará en Beijing el Campeonato del Mundo de Atletismo. Cuando se verifique si el hombre más rápido es el norteamericano Justin Gatlin —ya sancionado una vez— o el jamaicano Usain Bolt; cuando saltemos con los cubanos Yarisley Silva o Pedro Pablo Pichardo, le sugiero que esté pendiente de esas marcas. Y tal vez en la milenaria China, se haga el milagro.

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