Cruces nunca le había hecho un reconocimiento de tal magnitud al más grande de todos. Cruces le debía ese homenaje. Cruces cuarenta seis años después de su muerte cumplió con “El Inmortal”. Hubiera sida una hermosa deferencia justo un año antes cuando se cumplían aniversarios cerrados del onomástico y su partida, pero así es la historia.
El homenaje no nació en Cruces. La idea partió de una peña virtual con el nombre del Maestro que ideó rescatar el banco donde se sentaba todas las tardes en el parque principal de la localidad cienfueguera. El segundo encuentro nacional de la Peña Martin Dihigo “El Inmortal” tocó puertas, deshizo entuertos y el sueño de unos locos apasionados a la pelota se hizo realidad. La deuda quedó saldada.
Y se peregrinó hasta su tumba. Cruces toda junto a Martincito, su hijo, acompañado del nieto y el biznieto recordaron al gran pelotero que se enamoró perdidamente de África Reina. Primero la guardia de honor de la peña virtual que obró el milagro del reconocimiento, después, la de las glorias deportivas.
Estaba Andrés Ayón, el único pelotero vivo en Cuba que pertenece a un Salón de la Fama (México), el coterráneo Iday Abreu, último director que le brindó alegrías beisboleras a Cienfuegos, o el campeón olímpico Rogelio Marcelo que como don Martín (por esas casualidades del destino) terminó enamorado en Cruces para dejar en el pasado al lejano Guantánamo.
Las palabras del Dr. Félix Julio Alfonso López trajeron de regreso al dios de ébano. La pasión beisbolera de Ismael Sené despertó emociones contenidas. Vi a una muchacha llorando.
Salimos del templo sagrado. Faltaba el gran homenaje en el parque Jose Martí. El artista Oscar Chávez regaló una tarja incrustada en un home como símbolo de victoria porque en el juego vence el que anota carreras, y Dihigo ganó muchos partidos como bateador o lanzador.
Andrés Ayón y Daimir Díaz, presidente de la peña de los locos cuerdos, mostraron restaurado el banco donde Dihigo gustaba sentarse porque desde allí visualizaba su morada. Martincito y Héctor Olivera, acaso el pelotero crucense más destacado luego del Maestro, mostraron al mundo la tarja que eterniza al más grande de todos.
Quedan sueños como realizar una estatua de bronce de Martin Dihigo Llanos con su libro preferido Crónicas de la Guerra de Jose Miró Argenter que leía con mucha frecuencia a sus nietos. Cruces cumplió y con Cruces toda Cuba. No más olvido. Martin Dihigo se debía un gran batazo a la inmortalidad. Enhorabuena, y con las bases llenas.