Matanzas, la implacable capacidad de amilanar al rival

Si alguien tenía alguna duda antes de que arrancara la postemporada, ya debe haberlas evacuado: Matanzas es el gran favorito para la corona nacional. Sin aún haber terminado la faena ante los villaclareños en semifinales, Víctor y sus discípulos, parecen invencibles, han alcanzado articular un nivel de juego que ni por asomo, sus rivales de turno podrán emular, una entelequia absoluta que se antoja quimérica para los naranjas de Ramón Moré.

Los cocodrilos andan enchufados, estos primeros partidos los han pasado caminando, casi que sin despeinarse, a pesar de que muchos puedan pensar que sus tres éxitos han sido conseguidos por estrecho margen y sin distanciamientos pronunciados, pero es más que evidente su superioridad en la grama. Y es que los matanceros se han apoderado de esa arma intangible pero muy poderosa de la que se adueñan los seres bendecidos por la prominencia, algo que en el deporte es fundamental para acceder al triunfo, esa capacidad de amilanar al contrario con solo asomar la camiseta de soslayo.

Un implacable gesto que siempre es definitorio aunque no se le atribuya mucho peso, una variable que solo se impone cuando las metas se vuelcan sobre la marcha y la razón de ser termina cegándolo todo, dejando solo con luz el resquicio deseado. Y así anda este Matanzas, sin ver más que el trofeo de la serie recorriendo en caravana los parques de su ciudad, una idea que no es para nada descabellada, ni tan torpe, una imagen que viene construyéndose desde hace tres años atrás y puede que esta temporada logre concretarse.

El plantel está redondeado con exquisitez, con la sapiencia de su manager que ha logrado convertir una guerrilla en un escuadrón del ejército. Un line up veloz, voraz con el madero al hombro y que produce con oportunidad en las situaciones más extremas. Una defensa de quilates y un pitcheo ensanchado. Los refuerzos escogidos por Mesa han sido determinantes en sus logros, Raúl González es un portento, Eriel un corajudo tremendo, Blanco el relevista ideal y Carlos J. Viera una especie en peligro de extinción en la liga, el último cerrador de los mohicanos.

Para colmo, ahora le han sumado más talento al dugout con la vuelta a la pradera central de Guillermo Heredia y el retorno de Yohandry Garlobo, emergente de lujo.

En lo que va de play off, la clave de los cocodrilos ha recaído en dos puntos. Uno, la oportunidad de su ofensiva, sobretodo de los tres zurdos en líneas (Ariel Sánchez, Yadiel Hernández y José Miguel Fernández) y de Eriel Sánchez (bambinazo épico válido para decidir el segundo choque). Y dos, el dominio del staff de lanzadores, aspecto que se presagiaba como el talón de Aquiles del conjunto y que se ha comportado en excelente forma.

Villa Clara ya está contra las cuerdas, 0-3 abajo, los cocodrilos los tienen a punta de pistola y con un paso más estarán caída libre hacia el precipicio. La única manera de salvarse de esta encerrona es con un milagro. Si días atrás aclaramos que a los naranjas no se les podía dar por muertos antes de que sucediera el homicidio porque aún respiraban, ahora tengo que decir que lo que les resta de vida es nada, que su respiración es artificial y que durará hasta que el Dc. Matanzas quiera realizarle la autopsia.

El otro play off: Pinar del río vs Industriales

La otra semifinal sí que anda pareja, la balanza se ha posado en la mitad y ha repartido un triunfo para cada bando. Si bien están empatados en victorias, digamos que los azules han sacado una pequeña ventaja subliminal una vez que pudieron echar un éxito en el bolso en sus dos visitas a los predios del “Capitán San Luis” pinareño.

Este pareo no se ha parecido en nada a la otra semifinal, dos juegos con el marcador completamente desproporcionado. El primer día Pinar rompió el celofán vacunando 10×2 a los de Vargas pero al día siguiente, los que habían salido cabizbajos en la apertura del cruce le devolvieron la paliza, incluso más iracunda, al asestarle un knockout a los de Urquiola en siete entradas con pizarra de 13×2.

Este play off hoy se traslada a uno de los templos sagrados del béisbol en Cuba, el estadio Latinoamericano, escenario de épicas batallas entre estas dos novenas.

Foto: tomada de Tv Yumurí

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