¿Por qué tantos jonrones en MLB en 2017?

Giancarlo Stanton lidera los bombarderos en la Liga Nacional. Foto: USA TODAY Sports.

Giancarlo Stanton lidera los bombarderos en la Liga Nacional. Foto: USA TODAY Sports.

“No puedo ofrecer una explicación concreta sobre el incremento de los jonrones”, le escribió en un email a la agencia Associated Press (AP) el comisionado de la Major League Baseball (MLB), Rob Manfred.

Esta sentencia era imposible algún tiempo atrás, pues Manfred siempre ha tenido a mano una explicación para cualquier fenómeno imaginable desde que se encaramó en el trono de la MLB. Había sido como el Aristóteles de nuestro tiempo sin la metafísica y la substancia.

Él podría explicar cómo las Grandes Ligas jugarán partidos en Inglaterra en el futuro cercano, aun con un estadio de futbol repleto en la otra esquina. Incluso podría explicar por qué caen los asteroides o la llegada de un nuevo cometa Halley. Pero no sabe por qué una pequeña pelota sale de un parque de béisbol en menos de cinco segundos tantas veces en una misma temporada.

Por ahora tenemos una revolución del jonrón. La jugada idealizada y perfecta. El inicio desde home y el regreso a casa en menos de 20 segundos, sin que te apellides Puig y lo hagas en 32.19.

Por ahora tenemos un sinnúmero de fanáticos, especialistas, scouts, periodistas, sabermétricos y hasta algún que otro vecino que pasea al perro de noche, diciendo que toda esta anomalía de pelotas en el aire se debe a la pelota.

Por ahora también tenemos a un novato con 30 jonrones en 88 juegos y a otro novato, elegido incluso en la 4ta ronda del draft, con 26 en 73 partidos.

Bellinger, el de la 4ta ronda del draft, llegó a 21 jonrones en 51 partidos antes que cualquier otro jugador en la historia del juego. Sólo Gary Sánchez (2016) y Wally Berger (1930) tuvieron 20 en 51.

En su primer año, Cody Bellinger ha impresionado con sus jonrones. Foto: dodgersway.com.
En su primer año, Cody Bellinger ha impresionado con sus jonrones. Foto: dodgersway.com.

¿Son ellos mejores de lo que parecen? ¿O es sólo una temporada de electridad?

Aquí va mi mensaje: esta revolución no comenzó ahora. La génesis de la devastadora nueva época se gestó desde hace un año atrás.

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Ningún jugador de Grandes Ligas ha conectado más de 58 jonrones desde que Ryan Howard lo hiciera en 2006. Desde entonces, han pasado 11 años. Pero, ¿ciertamente se están conectando más cuadrangulares en estos tiempos que hace 15 años?

Una de las estadísticas más reveladoras y misteriosas de 2016 fue la cifra de vuelacercas conectadas. Los 30 equipos de Grandes Ligas acumularon 5.610 cuadrangulares y estuvieron a punto de destrozar el récord histórico para una temporada. De haber conectado 84 más, lo habrían conseguido.

La temporada del año 2000 sigue siendo la de mayor producción de jonrones en la historia del béisbol. En total fueron 5.693, cifra perteneciente a una época marcada por los esteroides y las sustancias prohibidas. La época de Sammy Sosa, Ken Caminiti, Mark McGwire o Barry Bonds siempre estará bajo una nube de sospecha. Desde 1988 a 2004 los rumores y las evidencias de la utilización de esteroides estuvieron como el pan de la mañana.

En un lapso de 16 años (de 2000 a 2016) se superó la barrera de los 5 mil jonrones en nueve ocasiones (de 2000 a 2006, 2009 y 2016) sin una amenaza seria al record de 5.693.

Ver 5 mil cuadrangulares en una temporada no era muy frecuente. En los años ´90 solo se logró dos veces: en 1998 y 1999. Y antes de eso, nunca se contemplaron hojas estadísticas con ese número de batazos en un año.

El béisbol continúa riéndose de todos como un juego de carácter cíclico donde no existen absolutos. Constantemente está cambiando. Por eso el jonrón siempre ha evolucionado, porque el juego también lo ha hecho.

En la década de los ´80 solo se archiva un año con más de 4 mil pelotas fuera del muro: 1987, con 4.458. Sin embargo, desde 1995 no hemos tenido una sola temporada con menos de 4 mil batazos.

Las interrogantes saltan por sí solas y son varias.

¿Por qué casi hubo más jonrones en 2016 que en el 2000? ¿No era acaso aquella una era de libertad y consumo de sustancias que aceleraba la producción y el rendimiento?

Si ahora los lanzadores están tirando a más velocidad que nunca antes, ¿por qué se ha disparado el número de cuadrangulares? ¿Será porque también estamos viendo ahora a los bateadores más rápidos y fuertes de la historia?

Existe un mundo esotérico explicable al interior de este suceso.

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Resulta sorprendente que solo faltaran 84 jonrones en 2016 para quebrar el récord del 2000. Y aunque parezca que existe un descenso en los patrones del pitcheo, en realidad ocurre todo lo contrario.

Los lanzadores hoy son más efectivos que hace 15 años. En el 2000 se conectó sobre un pitcheo con efectividad general en las Mayores de 4.76 ERA. Pero en 2016, los bateadores debieron batallar ante pitcheos más veloces y efectivos.

Los 5.610 bambinazos se lograron bajo 4.18 de efectividad monticular. Nunca antes se había registrado una efectividad menor de 4.25 cuando se superaban los 5 mil jonrones en el mismo año. La efectividad más baja después de la de 2016 en una temporada por encima de esa cifra de vuelacercas hay que buscarla en 2002: 4.27 ERA y 5.059 jonrones.

Por lo tanto, en el presente los bateadores son ciertamente poderosos pero los lanzadores lucen más efectivos y dominantes que antes.

Año          HR            ERA          K          BB

2000        5.693         4.76         31.356    18.237

2016         5.610        4.18         38.982    15.088

Enfrentar a los pitchers de la actualidad ha traído dolores de cabeza y pesadillas nocturnas a más de uno. Tiempos veloces se titularía la novela. Los bateadores se enfrentan día y noche a una generación de lanzadores atómicos que disparan llamas superiores a 100 millas, cohetes con rectas cortadas y envíos saturados de efectos.

En 2016, ellos fueron ponchados 7.626 veces más que en el 2000, en un año que estuvieron a 84 jonrones de la marca histórica.

¿Eran mejores jonroneros los Bonds, Bagwell, Guerrero que Trout, Judge o Harper? Realmente las comparaciones de época resultan inefectivas, por involucrar siempre las variables, patrones y estándares de cada tiempo.

¿Es la misma zona de strike de ahora que la de hace 15 años? ¿Son los mismos estadios?

En siete ocasiones un jugador ha conectado 60 o más jonrones en la historia de Grandes Ligas, cinco de estas de 1998 a 2001, y las otras dos veces en 1927 (Babe Ruth, 60 en 151 juegos) y 1961 (Roger Maris, 61).

El "bambino" Babe Ruth sigue siendo el paradigma del jonronero. Foto: baseballfam.com.
El “bambino” Babe Ruth sigue siendo el paradigma del jonronero. Foto: baseballfam.com.

Entonces, ¿por qué los Miguel Cabrera, Albert Pujols, José Bautista, Mike Trout o Bryce Harper no han logrado llegar a los 60?

Es muy probable que en el futuro llegar a 50 jonrones en una temporada sea considerado algo grandioso y por cómo se presentan los hechos, será casi imposible que alguien vuelva a batear 60 jonrones en una temporada.

¿Por qué?

El estudio del béisbol está descubriendo la forma de acortar las líneas de ventaja entre pitcheo y bateo.

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Según Daren Willman, Director de Baseball Research & Development de MLB y uno de los creadores del Sistema Statcast, los lanzadores aumentan la velocidad año tras año.

Número de lanzamientos a 100 millas o más en MLB desde 2008

2008- 65

2009- 260

2010- 443

2011- 297

2012- 397

2013- 465

2014- 562

2015- 912

2016- 1419

Si han ascendido los registros con lanzamientos de 100 millas es obvio que, además, se han disparado más envíos superiores a las 90 y las 95 millas. La velocidad ha subido. Las pelotas ahora llegan más rápido que antes. Pero también salen a más velocidad.

El bateador conoce el porcentaje de lanzamientos del pitcher, las tipologías, los ángulos de salida; cada vez que sale un lanzador nuevo, allí están los reportes esperándole. Es una lucha de estudio entre ambas partes, ahora mejor preparada.

“Cada noche sale un lanzador que tira más fuerte y no lo conoces”, dijo Lance Berkman hace cinco años.

El estudio del béisbol, la sabermetría y los sistemas de datos actuales están mostrando las debilidades de los bateadores ante cualquier contexto.

Se conoce, por ejemplo, el promedio de Yulieski Gurriel cuando le lanzan un cambio, o la zona alta y externa de Eric Hosmer como la de contactos menos fuertes. Hacia un objetivo configurado se dirigen los pitcheos y el bateador tiene que reformularse.

Las formaciones especiales que adoptan los equipos ante determinados bateadores también escalan por temporada. Según el manual de Bill James Handbook 2015, las formaciones especiales se dispararon desde 2010:

2010- 2.464

2011- 2.357

2012- 4.577

2013- 8.280

2014- 13.296

2015- 17.825

2016- 28.132

Carlos Santana bateó en 2014 para 144 de average cuando el rival adaptaba el campo a su manera de batear, mientras conectó para 321 de average cuando los contrarios no le realizaban la formación especial.

La tecnología y los nuevos descubrimientos en el infinito mar del béisbol han posibilitado la disminución del jonrón en el plano individual. El estudio a profundidad podría extinguir a los bateadores de 50 jonrones o más y dejar a Chris Davis como el último que superó ese registro, en 2013 con 53.

Chris Davis ha sido el último pelotero en conectar más de 50 vuelacercas en una temporada de la MLB. Foto: mlbtraderumors.com.
Chris Davis ha sido el último pelotero en conectar más de 50 vuelacercas en una temporada de la MLB. Foto: mlbtraderumors.com.

Sin embargo, la sabermetría y los patrones de búsqueda constante también están haciendo al jonrón crecer en cuanto a lo general al tiempo que lo hacen disminuir en lo individual. Se lograron 5.610 en 2016 y de ellos solo 8 jugadores pasaron 40 o más, a diferencia del 2000 cuando lo hicieron 16.

El béisbol ha entrado en un tiempo de más equilibrio donde el jonrón evoluciona hacia una nueva manera. La misión de los bateadores ahora es superar esta verdad y encontrar otra.

En el pasado mes de junio se rompió el récord de jonrones para un mes con 1.101. Según Elías Sport Bureau, el sexto mes de 2017 derrotó al lejano mayo de 2000 con sus 1.069 estacazos.

A esta altura de julio, la cifra total entre ambas ligas se acerca descansadamente a los 3.500. Aun cuando en una época pasada muchos hicieron trampa, el juego descubrió una cura y por naturaleza está inventando otra manera de romper la fórmula.

Por lo pronto tenemos que el 7 de junio, Scooter Gennett, de Cincinnati, tenía 3 jonrones en 46 juegos, pero esa noche pegó 4 surrealistas batazos, todos en un juego.

Por lo pronto tenemos a Terry Collins, Justin Verlander, Andrew McCutchen y Jake Arrieta diciendo que la pelota es más pequeña esta temporada.

Por lo pronto también tenemos a cientos culpando a una pelota pequeña volando delicadamente como una mariposa, más allá de un muro.

Alan Nathan, Ben Lindbergh, Mitchel Lichtman, Harry Pavlidis y el equipo de Baseball Prospectus Statistics Group piensan que sí, que es esa pelota. El rango de jonrones por elevados de fly se disparó de 10.0 en 2014 hasta 17.6 en 2017, con la pelota cada vez menos resistente al aire.

Todas estas teorías físicas y astrológicas tienen una hipótesis lógica: si la pelota es más pequeña y viene a más velocidad, ¿no será acaso más difícil de batear.

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Los bateadores van camino en 2017 a poncharse más que el año pasado. Es la expresión y calidad de un tiempo que se ofusca en el suspiro de un swing.

Madison Bumgarner tiene dos jonrones en 11 veces al bate y Adrián González uno en 155.

Mark Trumbo, líder en 2016 con 47, ahora tiene 15 y Scooter Gennett (35 HR en cuatro años) ahora lo sobrepasa con 16.

Justin Bour no le dio jonrón a un zurdo en largo sufrimiento procesado de tres años, pero en esta temporada ha logrado seis.

Cheslor Cuthbert será premiado con el batazo más rápido salido de un parque en 2017. Uno que escapó en 3.28 segundos del terreno, incluso más rápido que el último beso dado al amor eterno.

Ese es el único jonrón que atesora Cuthbert hasta el momento. Casi no pudo ni disfrutarlo. Maldición. Él no hubiera querido que se fuera tan rápido.

Rob Manfred, en su silla de comisionado, mira hacia el suelo apenado por no tener la respuesta de lo que pasa.

Hay respuestas que sólo tiene el béisbol, pero el béisbol no habla, sólo siente.

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