¿Qué viene para el voleibol cubano tras perderse Tokio 2020?

A Cuba le costará levantarse y seguir adelante tras la derrota en el Preolímpico de Vancouver, pero en estos momentos, al menos, se dispone de una base sólida de jugadores virtuosos, poderosos y con mucho margen de crecimiento.

A pesar de la dura derrota en el Preolímpico de Vancouver, el voleibol masculino cubano cuenta con las armas para salir a flote y competir a un nivel superior en los próximos años. Foto: Getty Images.

Cuba probablemente tendrá un campeón en el voleibol masculino de los Juegos Olímpicos de Tokio. Osmany Juantorena (Italia), Wilfredo León (Polonia) o Yoandy Leal (Brasil) pueden, sin ningún tipo de complicación, subir a lo más alto del podio estival en la capital japonesa bajo las banderas que ahora defienden.

Ellos, de alguna manera, serán una especie de consuelo para los fanáticos del deporte de la malla alta en la Isla, quienes han visto como la selección nacional ha quedado fuera del concierto bajo los cinco aros, tras caer de manera dramática en el torneo clasificatorio de Vancouver, Canadá.

Pasará mucho tiempo y nadie olvidará el traspiés ante los anfitriones en el Pacific Coliseum, un recinto frío y lejano donde quedaron enterrados los sueños olímpicos de una nación con siete participaciones estivales, incluida aquella de Montreal 1976, cuando ganaron la medalla de bronce.

Cuba pierde en el voli masculino frente a Canadá; se aleja mucho Tokio

Pero más allá de nuestro historial, no puede verse este varapalo como un incidente aislado. A fin de cuentas, el voleibol cubano ha pasado toda una década intentando reflotar, buscando reinventarse luego de muchos sucesos desafortunados.

La salida casi en pleno de la generación que ganó el subcampeonato mundial en el 2010, o el caso de violación en Finlandia que puso ante la justicia a seis jugadores poco antes de los Juegos Olímpicos de Río 2016, son algunos de esos hechos que marcaron los destinos del deporte durante los últimos diez años.

En todo este tiempo, además, ha golpeado el éxodo de figuras secundarias que estaban llamadas a mantener el equilibrio de las selecciones nacionales en todos los niveles, así como la tozudez política que ha impedido primero, y complejizado después, el proceso de reinserción de muchos de esos mismos jugadores, ya más curtidos y con la total voluntad de regresar al combinado de las cuatro letras.

Quizás se hubiera podido mitigar –en cierta medida– el impacto de estos infortunios con una victoria en Vancouver y la consiguiente clasificación olímpica, pero lamentablemente volvió a relucir el exceso de confianza y la falta de autoridad para dar el golpe definitivo. Tras perder como se perdió, sin dudas costará levantarse y seguir adelante.

No obstante, Cuba dispone en estos momentos de una base sólida de jugadores virtuosos, poderosos y con mucho margen de crecimiento, la cual, si no se fragmenta, tiene un futuro promisorio durante el próximo ciclo olímpico, incluso después de perder en Vancouver.

La cuestión está en evitar, precisamente, estampidas que malogren el curso de dicho grupo, en el que confluyen chicos de enorme talento como Marlon Yant, Roamy Alonso, Jesús Herrera, Yohan León, Osniel Melgarejo o Miguel Ángel López, todos contratados en clubes foráneos y con aspiraciones de seguir puliendo su juego al más alto nivel posible.

Mantenerlos juntos dependerá, casi un 100 %, del tacto que tenga la Federación Cubana a la hora de gestionar sus contratos, de buscarles las mejores opciones, tanto desde el punto de vista económico como profesional.

Cuba debe buscar los mecanismos para mantener unido a su equipo de cara al próximo ciclo olímpico. Foto: Getty Images.

De nada valdría acomodar a los chicos en escenarios de mediano o bajo nivel solo porque pagan bien o porque ya tenemos establecidos canales de contratación. Esa movida solo conllevaría al estancamiento de los jugadores, quienes no lograrían desarrollar al completo sus capacidades.

Tampoco serviría de nada mandar a nuestros voleibolistas a aventuras profesionales que después no sean remuneradas en tiempo y forma, algo que ya ha ocurrido en Argentina con los Gigantes del Sur, club que todavía debe dinero a algunos jugadores.

En otro orden, las miradas no se pueden enfocar solamente en la superación individual de los jugadores. El voleibol es un deporte colectivo y, por ende, a la par de los chicos también debe mejorar la dirección técnica, necesitada de dar pasos de avance, asumir las pautas modernas del deporte, enriquecer estrategias y métodos de entrenamiento.

Ese crecimiento colectivo dependerá, a su vez, de la incursión en torneos de mayor envergadura. Por eso reviste tanta importancia la Challenger Cup de junio próximo en Portugal, donde Cuba tendrá la oportunidad de luchar por el único boleto disponible a la Liga de las Naciones (VLN por sus siglas en inglés) del 2021.

Ahí, en tierras lusas, deben centrarse todas las miradas y esfuerzos a partir ahora. Clasificar a la VLN es vital para comenzar el ciclo olímpico con el pie derecho, compitiendo ante las mejores selecciones nacionales y jugadores del planeta.

En años anteriores, nuestros equipos flaquearon y no lograron concretar el pase en las Challenger Cup, pero ahora, a priori, existen mayores opciones, a juzgar por el salto de calidad que ha dado el equipo –independientemente de que los resultados todavía no lo reflejen–, sobre todo después del regreso de Robertlandy Simón.

El multilaureado central le ha dado un plus al conjunto, que espera seguir contando con sus servicios, algo que todavía no se puede garantizar luego de que perdiera su última oportunidad de participar en unos Juegos Olímpicos.

Simón le ha dado un plus de calidad al equipo cubano en los últimos meses. Foto: Getty Images

Para muchos, estar en Tokio era la única motivación de Simón en su regreso a la escuadra nacional, pero en un diálogo informal con el jugador en las afueras de la Ciudad Deportiva hace unos meses, este me mencionó la posibilidad de ayudar también a Cuba a entrar en la VLN.

Simón conoce a la perfección lo que ello implicaría y siempre ha mostrado un compromiso enorme, pero si finalmente no continúa, habría que respetar su decisión y despedirlo como lo que es, una de las grandes estrellas del voleibol mundial y orgullo del deporte cubano.

Al margen de que Simón siga o no, la Federación Cubana necesita dirigir sus esfuerzos a relacionarse con otros jugadores profesionales que forman parte de la gran diáspora que hoy se desempeña en las más disimiles plazas internacionales.

Los directivos no pueden apostar por la espera, no pueden quedarse sentados, no pueden renunciar al diálogo y al acercamiento, siempre bajo la máxima del respeto. Si a la postre se logran sumar a otros hombres con más experiencia en la arena profesional, aumentará la competitividad en la selección nacional, crecerán las opciones de plantarle cara a equipos de mayor nivel y también de regresar a planos estelares. París 2024 pudiera no estar tan lejos como parece.

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