Remembranza de un letargo olímpico

Foto: Trabajadores.cu

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Era el año 2000 y en Sidney, Cuba se jugaba el pase a la semifinal olímpica del voleibol. Aquel diabólico tie break frente a Rusia quiso que Ángel Dennis definiera el destino. El zurdo de Párraga se fue a la línea de fondo, tomó la mikasa en sus manos y comenzó su ritual antes del saque. La bola pasó, manoseada, de la derecha a la izquierda, en pleno avance, con el movimiento de sus pies hacia delante, se impulsó, saltó, pero después de empalmar la esférica en el aire, la pelota quedó enredada y muerta en la net.

Cuba se despedía de los Juegos Olímpicos con un pálido séptimo lugar. Guardo en la retina aquella imagen angustiosa de Ángel Dennis desangrándose en lágrimas en una esquina de la cancha. Dennis abatido. Dennis destrozado. De regreso a casa, bajando la escalerilla del avión que devolvió al equipo cubano de la lejana Australia, Fidel Castro le susurró alguna frase de consolación al oído y le palmeó el hombro. Poco tiempo después, Ángel Dennis decidió marcharse a Italia y renunciar a la selección nacional.

Con Dennis se fue su generación al extranjero. Antes ya se habían largado otros jugadores de poderoso talento, pero a partir de Dennis, las salidas se convirtieron en una estampida. Se hizo una constante: generación que se solidificaba, generación que terminaba dejando la isla a sus espaldas. Así se marchó también la de Marshall, la de Juantorena y la de Simón y León.

El voleibol cubano quedó a la deriva, sin rumbo. La responsabilidad cayó, una y otra vez, en cadetes inexpertos que tendrían que abandonar las filas juveniles para hacerse cargo del desajuste de la política deportiva del país. Tiempo de sequía. Así, Cuba vio como pasó Atenas, Beijing y Londres sin poder presentarse al concierto olímpico teniendo, contradictoriamente, hombre por hombre, quizás el sexteto más lujoso que podría reunirse en un mondoflex bajo la bandera de cualquier nación.

Dieciséis años han pasado para que los cubanos puedan regresar al sitio del cual nunca debieron salir. Han alcanzado su boleto a Río de Janeiro 2016 tras proclamarse campeones del preolímpico NORCECA (Confederación de Norte Centroamérica y el Caribe) en Edmonton, Canadá. Allí barrieron a ritmo de conga a Puerto Rico, México y los anfitriones.

Después del logro, Rodolfo Sánchez, director técnico del plantel, declaró a la prensa: “Me siento muy, muy feliz, extremadamente feliz. Nos enfrentamos a un rival fuerte, pero estábamos preparados para ellos y los estudiamos muy bien para conseguir esta importante victoria. Nuestros saques y bloqueos fueron fundamentales para nosotros. Clasificar para los Juegos Olímpicos es muy importante para el voleibol cubano y estoy muy contento con el desempeño de los muchachos.”

Por su parte, Rolando Cepeda, capitán del equipo, que a la postre resultó elegido MVP de la cita, comentó: “Ya era hora. En 2012 perdimos la oportunidad en un partido de cinco sets con Alemania. Salimos en busca de la victoria. Ganar el primer partido 3-0 nos dio un impulso en nuestra confianza. Habíamos sufrido muchas derrotas ante los canadienses y es la primera vez que obtenemos una victoria como esta en contra de ellos. Es un nuevo comienzo para el voleibol de Cuba y creo que tenemos un equipo para los años por venir. Estoy súper feliz y realmente no tengo buenas palabras para expresarme y decir sobre mis sentimientos en este momento.”

La noticia llega enhorabuena y si bien el voleibol como el sistema deportivo cubano andan repensándose e intentando limar todas las malas jugadas que han conllevado a su visible descenso cualitativo, esta clasificación es un monumental envión para seguir en esa cuerda.

El voleibol masculino irá a Río de Janeiro en agosto, en parte, gracias al aporte de los cuatro pilares de la escuadra que se encuentran insertados en ligas profesionales: Rolando Cepeda y Javier Jiménez (Grecia), Osmany Uriarte (Turquía) y Liván Osoria (Argentina).

Sin dudas, la apertura ya ha dado sus frutos. El voleibol vuelve a palpitar. Pero ojo con empalagarse. Este equipo irá a Río de Janeiro a participar, a conocer la cultura carioca, a levantar la mano cuando el COI (Comité Olímpico Internacional) pase la asistencia y no mucho más.

Hay nombres que podrían engordar la lista de los jugadores olímpicos. Sin ellos será imposible la gesta. ¿El discurso de las autoridades deportivas habla de rectificación, de limar asperezas, de un nuevo momento? ¿No? ¿O esas pancartas son solo para el béisbol?

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