Réquiem por el polo masculino cubano

Foto: Ricardo López Hevia

Desde los X Juegos Centroamericanos y del Caribe San Juan 1966, el polo acuático masculino cubano se había titulado en todas las ediciones, excepto en San Salvador 2002 y Mayagüez 2010, certámenes a los que Cuba no asistió. Sin embargo, en la pasada lid regional en Veracruz, ni siquiera se discutió la medalla de oro y un metal bronceado fue el discreto resultado obtenido por el equipo de la isla.

Muchos pensarán que tal hegemonía existió exclusivamente en nuestra área, pero la realidad es que este deporte ha contado con presencia antillana en cinco Juegos Olímpicos, más de diez citas Panamericanas y diversos Campeonatos Mundiales. A la sazón, ostentaban polistas de primer nivel, de los cuales un nutrido grupo reside hoy fuera de Cuba, aportando de todas maneras un capítulo lujoso para el movimiento deportivo cubano.

Al menos hay cuatro casos con una casta competitiva impresionante. Quizá el más más asombroso sea el de Iván Pérez, seguidor de los pasos de su padre, el tres veces olímpico Jesús Pérez. Iván supera a su progenitor con cuatro intervenciones, pues a la de Barcelona 1992 en defensa de la bandera tricolor, le agregó las de Atenas 2004, Beijing 2008 y Londres 2012 (año en que se retira), compitiendo bajo el estandarte español, con el cual se tituló monarca en los Campeonatos del Mundo de Perth 1998 y Fukuoka 2001.

La situación del camagüeyano Amaurys Pérez es un tanto similar. En representación de su país ganó el oro en el certamen centroamericano de Ponce 1993, y posteriormente recibió la nacionalidad italiana que le permitió adjudicarse la presea plateada en Londres 2012 y el trofeo áureo en el mundial de Shangai 2011.

Jorge Rizo hizo historia con aires de gesta. Exhibe tres versiones de los mayores juegos multideportivos internacionales, además de ser el vigente líder goleador cubano de por vida con 29 anotaciones en esa justa y uno de los dos polistas de casa en ser exaltado al Salón de la Fama Mundial de este deporte. Desde hace un tiempo vive en Miami.

Allí también reside Osvaldo García, otra cátedra viviente del waterpolo. Fue competidor y luego manager de la selección cubana, función que abandonó en junio de 1994 junto a su hijo de igual nombre, en el torneo Alamo de siete naciones en Newport Beach, California. A la terna de asistencias a citas estivales, le suma igual número de panamericanos y campeonatos del orbe, cuatro juegos regionales y par de mundiales universitarios.

Más allá de las ausencias

Sin embargo, las ausencias definitivas de esos atletas y muchos de sus compañeros no han sido la única causa por la que esta ruda pero estética disciplina haya desaparecido casi de golpe de los acostumbrados planos estelares que mantuvo durante una etapa prolongada. Cuba tuvo feudo y hoy solo quedan sus reminiscencias por disímiles razones.

El tan llevado y traído tema de la falta de competiciones internacionales también ha desteñido al deporte de la bola mojada, pues repercute de manera punzante en la presencia no de resultados relevantes, sino de resultados en sí. En la década de los 80, si bien es cierto que los jugadores cubanos estaban alejados de los ámbitos internacionales, se compensaba la ausencia con torneos en países como la extinta URSS, Yugoslavia, Bulgaria y Hungría, que le aseguraban horas de vuelo en el plano competitivo y la obtención de un estado físico apto para después alcanzar actuaciones decorosas en instancias mundiales y olímpicas, y el consabido señorío en el área.

Desde hace unos quince años los polistas cubanos van de mal en peor en citas internacionales. En el 2005 concursaron en el Campeonato del orbe de Montreal, Canadá, donde solo lograron un duodécimo escaño entre dieciseis conjuntos. Al año siguiente intervienen en los Centroamericanos y del Caribe de Cartagena de Indias, Colombia, en el que terminan con el título. Después llegarían sendos cuartos lugares en las fiestas continentales de Río de Janeiro 2007 y Guadalajara 2011. Y en esta cita fue posiblegracias a un cupo vacante de último momento que permitió la participación cubana.

Con solo cinco eventos de alto nivel en tres lustros, sencillamente, es imposible recuperar el terreno cedido de antaño. En un intento por atenuar ese déficit, se realiza la intermitente Liga Nacional y la Copa Marcelo Salado, lides domésticas que no suplen la necesidad. Cuando ellas no figuran en el calendario, los enfrentamientos interinos como parte de la rutina diaria de entrenamientos es lo más exigente que realizan los miembros de la preselección nacional.

Pero el calvario no se reduce a estar fuera del escenario mundial desde hace años. Se agudiza al percibirse las condiciones en las que entrenan los atletas, marcadas por la inestabilidad de una sede. Han estado mudándose del Complejo de Piscinas Baraguá cerrado por el deterioro de sus techos. Un contratiempo más descansa en las temporadas de frío, pues las piscinas no cuentan con la calefacción exigida y esto puede limitar las preparaciones.

Con esos handicaps, los cubanos tienen en los Juegos Panamericanos de Toronto su más próximo reto, y en su imaginación está el propósito de colocarse en el podio de premiación. Tarea haro engorrosa si se tienen en cuenta todas las vicisitudes planteadas, la presencia de rivales superiores como Estados Unidos y Canadá y el tercer puesto centroamericano de Veracruz, competición de menor nivel.

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El polo acuático masculino cubano tuvo brillantes jugadores que decidieron continuar sus carreras deportivas o sus vidas en otras latitudes, le dieron brillo a sus respectivas selecciones y lucharon porque este deporte no se perdiera en las garras de la desidia y el olvido.

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