Serie Nacional, a la sombra del fútbol europeo

El fichaje de Cristiano Ronaldo por la Juventus fue para muchos aficionados cubanos una noticia más atractiva que cualquiera relacionada con el béisbol de la Isla. Foto: sporthiva.com

El fichaje de Cristiano Ronaldo por la Juventus fue para muchos aficionados cubanos una noticia más atractiva que cualquiera relacionada con el béisbol de la Isla. Foto: sporthiva.com

Como si la crisis por la que atraviesa el béisbol cubano no fuera suficiente, seguida –por demás– por la consecuente apatía y resignación de no pocos de sus fieles, la Serie Nacional empieza su andar bajo la apabullante sombra del fútbol europeo.

No es la sombra de un árbol o una casa de dos plantas, es la de un rascacielos.

El edificio, ciertamente, ya estaba ahí, como el dinosaurio de Monterroso. No apareció de la noche a la mañana, como algún portento de Las mil y una noches, ni se construyó subrepticiamente a nuestras espaldas. Se fue acercando poco a poco, juego a juego, temporada a temporada, con el favor de un creciente número de seguidores y la complicidad de los medios de comunicación cubanos.

Para cuando el béisbol, que comenzaba a vivir este mismo proceso pero en sentido inverso –adolorido por las cada vez más frecuentes derrotas y la partida de sus mejores talentos–, alcanzó a levantar la cabeza, ya el fútbol se empinaba gigantesco a su lado, tan robusto como el Burj Khalifa de Dubai.

Así llegamos a la Serie Nacional 58.

El torneo iniciado el pasado jueves carga sobre sus hombros el reciente fracaso en los Centroamericanos de Barranquilla y, al menos de entrada, no parece tener muchas papeletas para cambiarle el rostro al deporte nacional. Si acaso para hacer olvidar temporalmente el mal trago con otro trago, ya se verá si bueno o malo.

Serie Nacional 58: la pelota y la desmemoria

Pero a la par, la Serie convivirá con la temporada futbolística de Europa, que para una parte de la afición cubana es ya tan o más importante que el campeonato beisbolero doméstico.

Mientras el viernes las Avispas de Santiago le encajaban 13 aguijonazos a los Alazanes campeones –que han arrancado la campaña con paso tambaleante– y los Industriales estrenaban la flamante pizarra Samsung del Latinoamericano con otra andanada de batazos ante la Isla de la Juventud, allá en la pérfida Albión el Manchester United de José Mourinho le ganaba la porfía 2-1 al Leicester City en el duelo inaugural de la Premier League. Y era noticia en Cuba.

Por estos días también inicia la Ligue 1 de Francia, que desde la llegada de Neymar al club de París y la explosión fulgurante de Kylian Mbappe, se ha ganado un sitio entre los fanáticos cubanos.

Y qué decir de lo que sucederá el próximo fin de semana, con el arranque de la favorita Liga Santander de España –el feudo de Lio Messi, Antoine Griezmann y ahora también del recién llegado Thibaut Courtois–, y de la Serie A italiana, revalorizada a los ojos de muchos con el desembarco de Cristiano Ronaldo en la Juventus.

Arropado por una mercadotecnica gobal que llega incluso a la Feria del Libro de La Habana –recuerden a Abel Prieto, hasta hace poco ministro de cultura de Cuba, hablando de la venta de afiches de Messi en el evento literario– y con un imperio audiovisual cada vez mayor en las pantallas de la Isla, el fútbol parece inderrotable.

Fútbol 3-Béisbol 0

Muchos jóvenes y adolescentes cubanos conocen mejor las nóminas del Real Madrid, el Chelsea o el Bayern Munich que la de los equipos de sus provincias en la Serie Nacional. Para muchos, el fichaje de Gianluigi Buffon por el PSG o la compra de Arturo Vidal por el Barcelona son un tema más sugerente, incluso, que la vuelta de Rey Vicente Anglada al banquillo azul.

A esa realidad no se le puede dar la espalda.

¿Qué hacer entonces? ¿Observar con los brazos cruzados como el aprecio por el béisbol se desmorona mientras el rascacielos futbolero apunta cada vez más hacia las nubes?

El gusto por el fútbol es universal y nada se ganaría cerrándole las puertas. Por el contrario, debería sacársele provecho para robustecer el enclenque balompié cubano y, al mismo tiempo, darle de una buena vez el empujón anímico y material que necesita la pelota.

La solución no estaría entonces en intentar echar abajo el edificio de al lado, sino en fortalecer el nuestro. En hacer de la Serie Nacional, y de la pelota en sentido general, un mejor espectáculo. En promover el acercamiento y la identificación de los aficionados –¿es tan difícil vender gorras y uniformes, afiches y tarjetas, a precios accesibles al bolsillo común?– y transmitir más el mejor béisbol del mundo, sea de donde sea, como mismo se hace hoy con el fútbol.

Levantar un edifio no es cosa de un día, tampoco de un año, menos en Cuba. Pero si nunca se empieza, nunca podrá terminarse, y la pelota tendrá que vivir perennemente a la sombra del fútbol, en lugar de saludarlo amigablemente desde el balcón.

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