Un cubanito en la cantera del Barcelona F.C.

Foto: cortesía de la familia

Foto: cortesía de la familia

Fabio recuerda, nítidamente, cuando entrenó durante un año en La Masía, cantera de jóvenes de las categorías inferiores del Futbol Club Barcelona. Allí estuvo, en la célebre incubadora de talentos que moldeó las carreras de Messi, Xavi o Iniesta. Tenía entre 10 y 11 años y era, como ahora, solo un niño con deseos de jugar con el balón, llegado desde Cuba.

“Allí también hay una escuela interna para los que vienen de afuera, de otras comunidades autónomas y otras nacionalidades. Por ejemplo, vienen muchos niños de África,”, explica Fabio Enrique Hernández Hernández, quien lleva un mes de vacaciones en Cuba, en su pueblo natal de San Juan y Martínez. Está a punto de partir hacia España, porque en agosto comienza su participación en la primera división de la categoría de cadetes que se desarrolla en Cataluña.

“El entrenamiento en la Masía fue fuerte, porque cada equipo del Barcelona tiene como cuatro muchachos de África. A esa edad son altos-describe con su manos a gigantones que sobrepasan su estatura-, que te empujan con el cuerpo y te caes al suelo; pero después, cuando todo el mundo coge el mismo físico, ellos se quedan ahí”, expone.

Con apenas siete años llegó a Barcelona, un día de agosto. Su nuevo país, embriagado aún, vivía el paroxismo por el triunfo reciente de la selección española en la Copa del Mundo de Sudáfrica 2010. Venía desde Cuba, pero nunca le gustó el béisbol.

“Desde aquí quería ser futbolista. En mi escuela aquí, en quinto grado, jugaba con los de séptimo y octavo. En un principio, empecé en el fútbol sala. Yo recomiendo eso porque te da una técnica increíble”, argumenta con mucha profesionalidad.

Comparte su tiempo entre los estudios y la Escuela Deportiva Brafa, –con el cual lleva dos años–, que abarca solo hasta los juveniles y no tiene primer equipo.

“Este año, en la categoría infantil, fue mi mejor temporada, porque en mi puesto de centrocampista ofensivo alcancé los 30 goles. Ahora enfrentamos a los muchachos del Barcelona en Cataluña, aunque hay torneos que nos llevan a Andalucía y Sevilla. Mi entrenador me dice que soy un jugador excelente, pero para ser estrella necesito bajar a defender”, sonríe.

Su padre le ha inculcado el amor por el Barcelona. El adolescente se emociona cuando recuerda haber visto en persona a Pique, Iniesta-su favorito, por encima de Messi-, a los demás futbolistas o el cuerpo técnico del primer equipo. Describe con exactitud los paseos del conjunto culé cuando van a celebrar los títulos ganados con la gente, marchando sobre la parte superior de un ómnibus; o la locura de la ciudad con el triunfo español en la Eurocopa de 2012 ante Italia. Recuerda la presentación de Neymar en el estadio Camp Nou y el día del debut del brasileño ante su gente.

La familia de Fabio radica entre el templo Sagrada Familia y Plaza Cataluña  y cerca del hogar pasa un autobús cuya última parada es en las inmediaciones del Camp Nou. Fabio aprendió catalán, porque “en mi escuela solo se habla castellano en la asignatura de castellano”.

El casi adolescente cubanoespañol, añora venir a la Isla y pasar los días con su familia, quienes hablan con orgullo del pequeño futbolista. En San Juan y Martínez jugó con los amigos y la gente del barrio. En los improvisados enfrentamientos, cuando burlaba a uno, “el otro veía a darle patadas para quitarle el balón”, dice, entre risas, este muchacho de 13 años.

Su mamá Maribel cuenta de los trofeos de su hijo, las fotos y las horas de compañía desde las gradas. Cuando Fabio termina sus clases en las tardes, el papá lo lleva a los entrenamientos, que suelen terminar sobre las 7 y media de la noche, durante lunes, miércoles y viernes, porque se compite el sábado y domingo.

“Como padres hacemos todos los sacrificios porque cumpla su sueño. En casa tiene a su papá, traumatólogo, quien cuida de sus lesiones y golpes. El pequeñito-señala a un niño delgado que mira en silencio- está en otra club, en la posición de defensa central, porque es el más alto; aunque le gusta ser delantero”. Tiene siete, la misma edad que Fabio cuando llegó a la Ciudad Condal.

Foto: cortesía de la familia
Fabio y su hermano. Foto: Cortesía de la familia.

A partir de agosto, todo será más riguroso en la nueva categoría, pero también pudiera ser la oportunidad que esperan en la familia. En la división de cadetes se compite tres días a la semana, y junto a la escuela, la exigencia aumenta. Incluso, el entrenador le ordenó controlar el peso para no aumentar, mediante una dieta estricta.

“Con los cadetes son dos años y después pasaría a ser juvenil. Esta es la etapa decisiva, porque en primera división hay más ojeadores y se hacen más criterios para captarlos”, cuenta esperanzada la madre.

Fabio no ha conocido aún otro cubano que, como él, juegue fútbol en las edades inferiores en Cataluña, aunque sí hay muchos dominicanos y hondureños que buscan las oportunidades en la egregia cantera del balompié español. Mientras se divierte con el balón, espera cumplir sus sueños.

“Si tuviese un buen equipo, claro que vendría a jugar con Cuba, pero me gustaría jugar con España. Pero mi meta, mi objetivo en la vida, es ganar un Balón de Oro”.

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