Volver a Ibar II

El juego contra los Orioles de Baltimore de las Grandes Ligas, en 1999, señaló una fecha importante en el béisbol cubano ¿cómo quedó en José Ibar?

Ese juego creó gran expectativa en todos; fíjate si es así que muchos comentaristas usan de ejemplo el jonrón que el receptor Charles Jhonson me dio en conteo desfavorable para mí, para decir que me confié porque los peloteros nuestros no le tiran a la bola en 3 y 2. Eso es un error. Aquí y en cualquier parte el bateador que tiene posibilidad, le tira a la bola, depende de cómo esté el juego. Por lo general nuestro béisbol no es tan ofensivo como ese y no hay tantos peloteros con esas posibilidades ofensivas, pero el que las tiene si le tira a la bola cuando están por arriba en el conteo.

Ese batazo quedó porque había gran expectación. Ahora, preguntas y muchas personas no saben en qué conteo Andy Morales dio el jonrón allá -sonríe- ni en cuál se lo dieron a Contreras tampoco. Ni el conteo en que le dieron el doble a Lazo e impulsaron la carrera con la cual nos ganaron aquí.

Había dudas y mucha tensión porque era la primera vez que jugábamos contra un equipo de Grandes Ligas; también en muchos aficionados porque pensaban que no teníamos su mismo nivel. El Latinoamericano estaba repleto. Recuerdo que recibiendo las señas de Manrique, por encima de su cabeza veía a Fidel moviéndose inquieto de un lado para el otro.

En entrevistas anteriores declaraste que en ocasiones no se confiaba en ti para los momentos importantes en el equipo nacional. ¿Por qué?

Pasaba una cosa. En el equipo Cuba fui el hombre orquesta. Lo mismo era abridor, o relevo intermedio que relevista largo.

¿Estabas de acuerdo con eso?

Sí, pero uno aspira a ser el pitcher del juego bueno, el importante.

Los Juegos Olímpicos de Sydney 2000. ¿Qué pasa que Ibar no abre la final contra los Estados Unidos?

Yo estaba listo para abrir ese juego. Todo estaba preparado. Ya les había lanzado a ellos y la noche anterior Antonio Pacheco me llama al cuarto para observar el juego de los americanos con Corea y recordar cómo trabajarlos. Ese día estaba en el Club House y cuando se va el equipo para la práctica de bateo, el psicólogo se me acerca para decirme que no iba a abrir. Por un problema de estrategia la dirección había acordado que Lazo comenzaba y yo relevaba. Le respondí que le dijera a la dirección del equipo que estaba listo para abrir y ganar, que por mí no quedaba.

No había dudas de la calidad de Lazo, el más grande de nuestra pelota cubana, pero en esa ocasión él era relevista corto y la decisión lo sorprendió también. En la conferencia de prensa después del juego, el director de los Estados Unidos habló de que estuvieron preocupados porque pensaban que les iba a lanzar el mismo de la otra ocasión, pero al ver un pitcher distinto se sintieron mejor anímicamente.

Foto: Del autor
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En los Panamericanos de Winnipeg 1999 ocurrió algo parecido

Esperaba abrir el juego contra Canadá en semifinales, pero escogieron a Norge Luis Vera. Yo era el hombre orquesta y me tocó venir de relevo en un juego tenso, tan tenso que cuando llegué a la villa me bañé y sin comer me acosté, a relajar.

¿Pedías la pelota para trabajar?

No, nunca. Yo daba a entender que estaba listo, pero no la pedía.

¿Te atreviste a anunciar un nueve ceros a algún equipo?

No. Eso lo sientes tú por dentro. Tampoco nunca tiré un pelotazo a propósito, pero sí lanzaba pegado, ni pedí disculpas por uno, porque cuando te dan jonrón no te las dan a ti. Pero no se deben tirar.

¿Disfrutabas más jugando con El Habana que con el equipo Cuba?

Con La Habana, pero no es tan así. Con Cuba decía me está mirando el país entero y no puedo quedar mal. En San José el ambiente era más familiar, la gente del barrio, mi familia.

Muchos aficionados, cuando comparan épocas, hablan de que ustedes no jugaron contra verdaderos profesionales, sino contra universitarios…

Es cierto que jugamos contra amateurs y universitarios, no como ocurre a partir de 1999 hasta la actualidad, sin embargo, el rigor que enfrentábamos en Cuba era superior al existente ahora, se podían formar hasta tres equipos de tremenda calidad, muy parejos, que perdían entre ellos. Pero los jugadores cubanos en la actualidad, internacionalmente, topan con un rigor muy superior. Por eso los peloteros actuales tienen un gran mérito, a pesar de los problemas que tienen.

Algún momento especial que recuerdes…

Además del juego contra los Orioles cuando enfrentamos a los veteranos de Venezuela, disfrazados de viejos. En esa ocasión Fidel nos llamó a Lazo, Contreras y a mí. Nos dijo: “Ustedes van a tirar – séptimo Lazo, el octavo yo y el noveno Contreras- pero tengan cuidado no vayan a esforzarse mucho con los lanzamientos. Por la edad ellos no tienen los reflejos para esquivarlos, pero miren cómo está el juego, estamos ganando por una, que no le hagan carreras (sonríe). Imagínate. Lazo vino tirando el extra para home, igual que Contreras y yo.

Entre los años 2000 y 2003 transcurre un período difícil para José Ibar. El rendimiento no fue el mismo. ¿Qué pasó?

A partir del 2000 o del año 1999, tuve problemas con una bursitis que se hizo crónica en el brazo de lanzar. A pesar de que tenía fuerza en los lanzamientos y me caminaban todavía a más de 90 mph, pero cuando trabajaba seguido sentía mucho dolor.

 ¿Te sobreutilizaron?

No, para nada. Era el rigor de los años. Recuerda que estoy lanzando desde los nueve años y siempre he tenido responsabilidad en los equipos donde estuve. El dolor se me aliviaba pero fueron años muy intermitentes. Después del último juego de la Copa Intercontinental de La Habana, en 2002, contra Corea, terminé con unas molestias insoportables y ese año casi no trabajé en la Serie Nacional.

Foto: Del autor
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Después José Ibar aparece como ausente del béisbol en Cuba…

Me incorporé en la serie 2003-2004, no me sentía muy bien pero tenía la ilusión. Hay cosas que muchas personas no lo saben y a veces no se manejan bien. Siempre estuve de acuerdo en que lo dijeran: “Bueno, Ibar es baja del equipo Habana por un intento de salida ilegal del país”. Después traté de incorporarme al equipo Habana. Me decían en el INDER nacional y en la Comisión Nacional que no había ningún documento que dijera que yo no podía jugar pelota, que no había sanción, pero no me dejaron jugar.

Era una sanción de palabra, me sobrepuse a esos momentos difíciles. Cuando fui a incoporarme a trabajar el Comisionado Nacional Carlos Rodríguez llamó al INDER a San José y dijo que no me pusieran a trabajar en nada que tuviera que ver con la pelota.

Le dije al director del INDER en San José que yo era técnico medio graduado de la escuela de profesores de Educación Física en béisbol y el me dijo que yo sí iba a trabajar en la pelota.

Fue un momento de mi vida, un bache. Pero me levanté y agarré mi camino de nuevo y aquí estoy. Nadie me va a ver dándole entrevistas a ningún periodista independiente que viene buscando hacer política, ni ningún activista. No me van a ver asociado a nada que no tenga que ver con la pelota.

Todo lo malo que me ha pasado en la vida solo ha logrado una cosa, que yo sea mejor en todo: mejor padre, hijo, compañero, vecino. Que me sienta más cubano, identificado más todavía, aunque nunca dejé de estarlo. Simplemente en un momento tuve otras aspiraciones deportivas, ambiciones. Ya a veces me sentía desmotivado en la pelota aquí.

Yo pagué muchas veces por la decisión tomada. Creo que dediqué los mejores años de mi vida al béisbol de San José y de Cuba y eso no se tuvo en cuenta. A veces las personas me ven en la calle y conversan de eso con nostalgia y dolor.

Me van a ver en el estadio de pelota única y exclusivamente, podrán pasar y observarme trabajando como me mantuve siempre en la Habana.

¿No hubo despedida oficial?

No, y la gente a veces está desinformada, eso no me gusta. Me he encontrado con personas que han preguntado que si estoy de visita en Cuba, que donde estoy trabajando. No, yo siempre he estado en Cuba, trabajando como entrenador de pelota en San José y ahora en Las Minas. Hubiera preferido que me dijeran, por este motivo estás sancionado dos, diez años o de por vida y acepto la responsabilidad. Siempre en la vida he asumido lo que me toca.

¿Juega aún Ibar?

No, ni al flojo. No sé batear. Por suerte lo único que hice en la pelota fue pitchear. Volvería a ser lanzador si tuviera la oportunidad, porque el lanzador es tan importante que en el momento de pitchear siempre lo mira todo el mundo. Dicen que batear es lo más difícil, pero un bateador enfrenta al lanzador unas cuatro veces por juego, sin embargo este ve a nueve bateadores unas cuatro veces y tiene que llevar en su cabeza todos los lanzamientos que tiró.

¿Cómo quiere José Ibar que lo recuerden?

Por algo que me dijo una vez ese gran músico que se llama Francisco Repilado, Compay Segundo. En una ocasión, para el Mundial del año 2001 en Taiwán, entrenábamos en la Marina Hemingway y los lanzadores hacíamos el trabajo de resistencia. Él se bajó de un carro y nos saludó a todos. Cuando arrancamos a correr, me llamó con su voz imponente, que impresionaba y me dijo: “Ibar, Ibar, hágame el favor -me puse tenso, nervioso-, dame un abrazo, tú eres el pitcher mío, el que más admiro. De los pitchers de Cuba es a ti al que más disfruto ver lanzar. Déjame tener ese honor.” El honor es mío, usted es una personalidad en el mundo -le digo yo. “Oiga, usted también -me dice-. Pero le voy a decir una cosa y que no se le olvide: nunca se crea que es el mejor, pero nunca se crea incapaz de hacer lo que hace el mejor. Déme otro abrazo.”

Y así fue. Es una filosofía real. Quisiera que me recordaran así: como capaz de hacer lo que hacía el mejor, aunque no lo fuera.

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