Enviar dinero a la familia en Cuba no debería ser un fútbol político

Deciden que ayudar a su familia a vivir es más importante que privar al gobierno cubano de hasta el último centavo de Miami. Otros deciden lo contrario. Pero, en cualquier caso, debería ser su elección, no la de Washington.

Foto: Getty Images vía The Hill

En 1960, cuando el Embargo se le presentó por primera vez al presidente Dwight D. Eisenhower, este se resistió a imponerlo. Un embargo total, dijo, tendría la apariencia de que Estados Unidos actuaba “no contra [Fidel] Castro, sino contra el pueblo cubano”. Su Departamento de Estado estuvo de acuerdo, prediciendo que un embargo podría paralizar la economía cubana sin desbancar al gobierno. Los analistas anticiparon que le daría a Fidel Castro una excusa para justificar sus fracasos, que aislaría a Estados Unidos si no se llevaba a cabo de manera multilateral y que reforzaría el sentimiento nacionalista en Cuba.

Pero 1960 fue un año de elecciones. El candidato demócrata John F. Kennedy estaba presionando la línea dura con Cuba. Su oponente, el entonces vicepresidente Richard Nixon, convenció a su jefe para que actuara. Eisenhower impuso un embargo comercial parcial, y después de ganar las elecciones Kennedy lo amplió en 1962. Desde entonces, el Embargo se ha aflojado o endurecido de acuerdo con los vientos políticos que rodearon a los doce presidentes que han ocupado la Casa Blanca desde que la revolución de Castro llegó al poder en 1959. Pero esa política de 60 años ni siquiera ha estado cerca de acabar con el régimen, ni ha hecho nada para mejorar las vidas de los ciudadanos cubanos

Las remesas estuvieron prácticamente prohibidas durante las dos primeras décadas del gobierno de Fidel Castro. Luego, ambos gobiernos comenzaron a permitirlas en 1978-1979. Las reglas que rigen las cantidades que se pueden enviar, así como las que determinan quién puede enviar dinero, han cambiado desde entonces muchas veces. En 2018, las remesas totalizaron 3.7 mil millones de dólares, una de las mayores fuentes de ingresos de la Isla. De hecho, fueron mucho más importantes que el azúcar, el principal cultivo desde los días de la esclavitud, el colonialismo español y las expediciones estadounidenses para anexarse a Cuba. En algunos años, las remesas han superado los ingresos generados por el turismo. El tamaño del oleoducto de remesas ha llevado a los críticos más feroces del gobierno cubano en Estados Unidos a oponerse a ellas, particularmente en tiempos de crisis en la Isla.

Durante el Período Especial, en la década de los 90, con la economía de Cuba contrayéndose peligrosamente y su gente sufriendo, la Fundación Nacional Cubano Americana convenció al entonces presidente Bill Clinton de que suspendiera las remesas. Hoy, casi 30 años después, Cuba vuelve a entrar en crisis. Las reformas económicas, esperadas con impaciencia por un sector privado muy modesto, han sido excesivamente lentas e ineficientes. En enero de 2021 una reforma monetaria que puso fin al sistema de doble moneda (normalizado durante la crisis de la década de los 90) hizo que los precios se dispararan hasta un 500% para algunos bienes y servicios básicos. Hay una escasez desenfrenada y la COVID-19 está haciendo estragos: Cuba es actualmente uno de los diez puntos calientes del mundo. Mientras tanto, los crecientes llamamientos al diálogo de jóvenes artistas y activistas han sido recibidos con intolerancia y represión. Los jóvenes en particular están descontentos: el 35% de la población nació después del Período Especial. Nunca han vivido en un país en el que la moneda extranjera no sea una necesidad perenne.

Florida: piden a Biden anular restricciones de Trump a remesas a Cuba

Las políticas implementadas por el expresidente Donald Trump no causaron esos problemas, pero se añadieron al dolor del cubano promedio. Trump cortó los vuelos a ciudades que no fueran La Habana, lo cual hizo prácticamente imposible que los cubanoamericanos visitaran y ayudaran a sus familiares en el resto de las provincias. También establecieron límites más estrictos sobre las remesas permitidas. Sus restricciones para tratar con entidades militares cubanas obligaron a Western Union (una importante vía para el envío de remesas) a cerrar sus oficinas. Los cubanos, por supuesto, no hablan con una sola voz, pero en 2020 muchos creían que las cosas podrían mejorar si Joe Biden fuera elegido presidente. Sin embargo, durante su campaña Biden nunca abogó por un cambio importante en la política hacia Cuba.

De hecho, poner fin al embargo, que fue parte de la plataforma del Partido Demócrata en 2012 y 2016, desapareció en 2020. Aun así, Biden sugirió repetidamente que revertiría las reglas de Trump porque estaban dificultando las cosas para el pueblo cubano. Facilitar las remesas no resolverá los problemas de los cubanos con su propio gobierno o sistema. Pero con más de dos tercios de todos los cubanos de la Isla que reciben y dependen de la ayuda de familiares en el extranjero, es imposible negar que ayudarán a muchas personas inmediata y enormemente. Los partidarios habituales de la línea dura argumentan que ahora no es el momento de relajarse; que reiniciar las remesas recompensaría al gobierno de La Habana. Esa es la opinión, por ejemplo, del senador Bob Menéndez (D-N.J.). Recientemente explicaba a la CNN que cuando le envió 100 dólares a su tía en La Habana, el gobierno le quitó el 20% del tope y le dio a su tía la misma cantidad en pesos cubanos, que valen mucho menos.

Sin embargo, no es así como funcionan las remesas. Durante un tiempo, el gobierno aplicaba un gravamen del 10%, pero ese ya no es el caso. Además, los cubanos pueden optar por recibir las remesas en dólares depositados en tarjetas de débito o en pesos, estos últimos a tipos de cambio variables. Los críticos de las remesas tienen razón, por supuesto, en que parte del dinero termina en las arcas del Estado. Después de todo, el gobierno es dueño de casi todas las tiendas de la Isla. Pero la gente también gasta el dinero de las remesas comprando bienes y servicios de proveedores independientes (algunos con licencia; otros no). Y dondequiera que gasten el dinero, lo usan para comer, para su aseo personal…en otras palabras, para vivir.

Más de dos tercios de todos los cubanos dependen de las remesas. La mayor parte de esa ayuda se origina en Miami, una ciudad donde, con mucho, el grupo más grande de cubanoamericanos está formado por personas que llegaron después de 1995. No son la vieja guardia propietaria de una Cuba que ya no existe, sino gente trabajadora que en la mayoría de los casos nunca conoció a la Cuba antes de Castro. La mayoría todavía tiene familiares en la Isla y más de la mitad les envía dinero con regularidad.

El límite actual para las remesas es de 4 000 dólares anuales, pero la mayoría envía significativamente menos que eso, 100 dólares al mes, digamos, o incluso menos. Todo cubano en Estados Unidos que envía dinero a su casa sabe que parte del dinero terminará en manos del gobierno. Pero muchos optan por enviarlo de todos modos. Deciden que ayudar a su familia a vivir es más importante que privar al gobierno cubano de hasta el último centavo de Miami. Otros deciden lo contrario. Pero, en cualquier caso, debería ser su elección, no la de Washington. Ningún gobierno, ni en Cuba, ni en Estados Unidos, debería interponerse en el camino para que la familia ayude legalmente a la familia.

***

* Este texto se publicó originalmente en inglés en The Hill, OnCuba lo reproduce con la autorización expresa de su autora.

Salir de la versión móvil