Europa ayer y después

Roma, Atenas, Londres, Madrid, Lisboa, Bruselas, Moscú, Estambul, Berlín y cientos de ciudades europeas, no fueron nunca oprobio, sin orgullo de una civilización entre cuyas virtudes está la dialéctica que conlleva a la unidad de lo diverso.

Foto: Canva.

A lo largo de 300 mil años de historia, la especie humana genéticamente homogénea, culturalmente diversa e instintivamente gregaria, construyó la civilización universal, un entramado, aunque diverso, afín en aspectos esenciales. Aunque procede de un tronco común, la humanidad se manifiesta en culturas y civilizaciones, pueblos, naciones y estados distintos que, mediante procesos sumamente complejos y contradictorios, avanzaron a diferentes velocidades.

Avanzar más rápido en áreas decisivas no hizo a unos pueblos mejores que otros, pero los dotó de capacidades para imponerse. El mayor desarrollo económico y tecnológico, despertó en las élites de todas las latitudes y de todas las épocas, las tendencias al saqueo y la opresión. Las conquistas y el colonialismo, así como la competencia por materias primas y ubicaciones geoestratégicas, dieron lugar a guerras que todavía hoy, envenenan las relaciones internacionales.

El hecho de que fuera en Europa, donde más rápido y eficazmente se desarrollaron la industria y la agricultura, progresaron los oficios y las artes y se avanzó más consistentemente en el fomento de la cultura material, la espiritualidad, la ciencia y la tecnología, la creación artística y la edificación de instituciones y sistemas políticos avanzados, colocaron al Viejo Continente en posiciones de predominio.

El avance de Europa sobre Asia, África y el Nuevo Mundo constituye el más gigantesco trasvase cultural conocido y la mayor transferencia de tecnología realizada en toda la historia. Mediante aquel proceso, el Viejo Continente compartió con el resto del mundo sus saberes y oficios, sus técnicas, lenguas, artes y su literatura, protagonizando la más colosal de las revoluciones sociales, a la par que el mayor ajuste geopolítico conocido.

El proceso, prolongado por varios siglos fue extremadamente violento y cruento y no transcurrió en una sola dirección. Europa que proporciono bienhechurías, también las recibió y, en algunas áreas, ganó más de lo que aportó. No obstante, a pesar de las injusticias cometidas por las potencias coloniales, se estableció como el más atractivo paradigma civilizatorio.

Roma, Atenas, Londres, Madrid, Lisboa, Bruselas, Moscú, Estambul, Berlín y cientos de ciudades europeas, no fueron nunca oprobio, sin orgullo de una civilización entre cuyas virtudes está la dialéctica que conlleva a la unidad de lo diverso.

El legado europeo que no es solo económico y tecnológico, sino también cultural y social, incluyó la cultura material, la fe, los valores morales, los preceptos legales y las doctrinas humanistas, el apego a la libertad en todas sus manifestaciones, las ansias de bienestar y los derechos humanos y civiles.

El modelo económico desarrollado en Europa, conocido como capitalismo cuya idoneidad como factor de progreso está probada, el liberalismo filosófico en todas sus expresiones, así como las instituciones creadas allí, especialmente la democracia, el estado de derecho, la soberanía popular, la separación de poderes y el gobierno colegiado, fueron adoptadas por todos los pueblos de la tierra.

Aunque con justicia se exige de Europa compensaciones o disculpas, ello no implica renunciar a su legado. No existe ningún país que no aspire a vivir en democracia en estados de derecho, a elegir a sus parlamentarios y gobernantes, disfrutar de las bondades que supone la existencia de la prensa independiente, la libertad de conciencia y de cátedra, el derecho a ser juzgado mediante leyes escritas por jueces legítimos y los derechos proclamados.

Europa, cuna y fragua de una civilización avanzada, fue también promotora de la Inquisición, de las Cruzadas, la esclavitud y de la trata de esclavos moderna y resultó escenario de devastadoras guerras, entre ellas dos mundiales, autora de doctrinas toxicas como el militarismo, el fascismo, el antisemitismo y la superioridad racial.

Tantas y tan opulentas máculas no impidieron el auge de la cultura europea y su expansión, el desarrollo del pensamiento y las prácticas liberales y socialistas, así como el avance hacia la integración económica y política expresado en la Unión Europea, una conquista civilizatoria alcanzada pacíficamente que, una vez más, se levanta como un paradigma hacía el cual miran otras regiones, entre ellas América Latina.

La guerra en Ucrania, una aberración circunstancial en la riada formada por la historia de la humanidad, ha conllevado a confusas alusiones acerca del papel de Europa y del llamado “occidente global” que algunos voceros, en busca de justificaciones, llegan a calificar como adversarios de la humanidad.

La verdad es que, conservando su identidad, los pueblos asiáticos, latinoamericanos y africanos han incorporado a su ser nacional y a su conciencia social, elementos sustanciales y valores de la cultura europea devenidos universales.

En la práctica política el liberalismo político de matriz europea con todos sus añadidos prácticos, principalmente elecciones y parlamentos, tolerancia religiosa y cultural, igualdad, derechos humanos y civiles, están vigentes o constituyen aspiraciones en todo el mundo, incluidos países culturalmente sólidos y políticamente peculiares como China, Japón, India, Tϋrkiye, Irán, Corea del Norte y del Sur, Afganistán, Oriente Medio y sobre todo Rusia que, a diferencia del Imperio Ruso, es esencialmente europea.

Confundir a Europa con la OTAN, promover la hostilidad hacia ella, asumirlo como adversario y excluir de sus ámbitos a Rusia, es un grave error que, entre otras tendencias negativas, alienta la creencia de que existe la necesidad de construir una alternativa a occidente, lo cual induce un conflicto entre las civilizaciones que siempre fue artificial, pero es siempre peligroso.

Como otras tantas veces, la paz que no debió ser turbada, regresará y con ella la humanidad, sin exclusiones, sin fobias y sin mezquinos afanes de conquistas y hegemonías, avanzará hacia las tendencias naturales regidas por la integración y la búsqueda de metas compartidas que, dicho sea de paso, trascienden las miopes visiones ideológicas. Allá nos vemos.


*Este texto se publicó originalmente en el diario mexicano Por esto! Se reproduce con la autorización de su autor.

Salir de la versión móvil