Los precios topados y la experiencia que no se toma en cuenta

Cuando se establece un precio máximo a un producto y está por debajo del precio de mercado, el resultado es la escasez y el mercado subterráneo.

Restaurante privado en Cuba. Foto: Otmaro Rodríguez.

Foto: Otmaro Rodríguez.

Hace unos días, el gobierno cubano decidió, entre otras medidas, aumentar salarios a los trabajadores del sector presupuestado. El aumento de ingresos de la población cubana (no solo del sector presupuestado) es necesario debido a que en los últimos 30 años se ha generado una gran brecha entre los ingresos de la población en general y el costo de la vida, lo cual ha conducido a que la inmensa mayoría de la población no pueda asegurar, con su trabajo, sus necesidades elementales de vida.

La economía cubana muestra un preocupante estancamiento en el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) que es el indicador agregado más usado para analizar el nivel de actividad económica. De acuerdo con las cifras de la ONEI, entre 2012 y 2018, el PIB de Cuba ha crecido a un ritmo promedio anual de solo 2,2% (1), insuficiente para garantizar una senda de desarrollo económico. Los sectores agrario e industrial mostraron una variación promedio anual de 1,8% y -0,2%, respectivamente, en el período 2012-17 (aun no están disponibles las cifras para 2018). A esto se le debe sumar que la variación promedio anual de las importaciones para el período fue de -0,2%. Todo esto significa que la oferta global de bienes y servicios en el período 2012-17 creció a un ritmo promedio anual de solo 1,8%.

La preocupación que hemos tenido varios economistas cubanos no es con la medida en sí (la cual, dicho sea de paso, no es suficiente para salvar la inmensa brecha entre ingresos y costo de la vida) sino con el hecho de que se desate inflación ya que si se aumenta la cantidad de dinero en circulación (por la emisión monetaria, que sería el caso) sin que aumente el nivel de transacciones debido a que la producción de bienes y servicios no crece suficientemente, el resultado no puede ser otro que el aumento de precios, porque se produce un incremento de la demanda sin que incremente la oferta. La inflación es el peor impuesto de los pobres.

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El gobierno cubano se aprestó a decir que no se produciría inflación ya que se prohibiría un aumento de los precios en el sector estatal y que se trataría de que tampoco crezcan en el sector privado. Es de suponer que los precios no aumenten en las llamadas tiendas de recuperación de divisas (TRD) en las que ya han ido subiendo sistemáticamente desde que éstas se abrieron a la población residente y en las que el Estado (propietario de dichas tiendas) colocó impuestos del 240% sobre el precio. Sin embargo, ¿de qué manera podrían inducir al sector privado a no hacerlo cuando éste funciona exclusivamente en condiciones de mercado? Como siempre, el gobierno cubano, acostumbrado a tomar decisiones por decreto, ha decidido, una vez más “topar” los precios, es decir, establecer precios máximos a una larga lista de productos.

Es sabido que cuando un gobierno establece un precio máximo a un producto y este precio está por debajo del precio de mercado (que es el que resulta de la correspondencia entre la oferta y la demanda) el resultado es la escasez, es decir, el producto suele desaparecer del mercado y se canaliza por un mercado subterráneo (llamado mercado negro) en el que el precio adquiere niveles aun más altos porque se le aumenta el “beneficio por el riesgo” que es  el que busca obtener quien trafica ilegalmente y corre el riesgo de exponerse a medidas punitivas. Para que los productos no desaparezcan en las condiciones antes descritas sería necesario, además de topar los precios, racionar su distribución, en lo cual Cuba tiene, probablemente la más larga experiencia del mundo (quizás por detrás de Corea del Norte). El racionamiento también genera un mercado subterráneo en el que, en el mejor de los casos, se produce trueque, y en el peor es caldo de cultivo para que se desate la corrupción.

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¿Por qué deciden topar los precios? Al hacerlo, las autoridades cubanas, una vez más, pretenden desconocer las leyes de la economía. ¿Cómo pueden hablar de integrar al sector privado en esas condiciones? Es sabido que cuando se toparon los precios de los llamados “almendrones” (automóviles privados que cubrían ciertos trayectos fijos en la ciudad como taxis colectivos) el resultado fue que los éstos se quedaron en casa porque su actividad no resultaba remunerativa teniendo en cuenta el alto precio de la gasolina y de los servicios de reparación de vehículos, además de las dificultades para encontrar piezas de repuesto.

¿Dónde está la raíz del problema? En mi opinión, esto se debe a dos problemas principales:

1) No existe suficiente producción de este tipo de productos cuyos precios ahora se “topan”.

2) No existe un mercado mayorista al cual puedan acceder los empresarios (dueños de restaurantes y cafeterías), donde puedan adquirir los productos a un precio más reducido.

¿Cómo puede solucionarse el problema de la producción? Todo parece indicar que las fábricas estatales de ciertos tipos de bebidas y alimentos no tienen la capacidad de aumentar la producción al nivel actual de la demanda. Si esto es así, ¿por qué no dar luz verde a que el sector privado pueda montar fábricas de cervezas, de refrescos, de pastas, y de otros alimentos y de lo que sea? La razón es un dogma ideológico, y esto parece muy poco marxista, por cierto. Una vez más, vale la pena insistir que en el sector privado existen potencialidades desaprovechadas para aumentar la producción, estimular el crecimiento y mejorar el nivel de vida de la población.

¿Cómo puede solucionarse el problema del mercado mayorista? Abriéndolo y permitiendo que los dueños de restaurantes y cafeterías puedan adquirir estos productos a un precio más bajo que el que deben pagar en la actualidad y que deben adquirir a precios minoristas por lo que necesariamente deben colocar un precio más alto. ¿Por qué? Porque deben pagar empleados, impuestos, transporte y otros costos de operaciones, además de una esperada ganancia.

En cualquier economía normal en la que funcione un mercado un empresario puede adquirir a precio mayorista (o de fábrica) ciertos productos en unas cantidades que justifican el “descuento” porque está “ayudando” al productor a distribuir su producto a través de su negocio. Por cierto, esta especie de “cesión” de parte de la ganancia que el productor le entrega al comerciante, está perfectamente explicada en el tomo III de El capital de Karl Marx. Esto también explica la existencia de “intermediarios” que llevan a las ciudades los productos agrícolas y permiten la “especialización” del productor en la producción y del comerciante en la comercialización.

Por supuesto que es imprescindible que cualquier ciudadano pueda adquirir una cerveza en un mercado. Actualmente las cervezas nacionales solo se encuentran en los llamados “paladares” (restaurante privado en Cuba) y es lógico, porque si a un vendedor (que en este caso es el Estado mismo que controla monopólicamente la red de distribución minorista le aparece un comprador que le compra de una vez todas sus existencias “resuelve” un gran problema: no tendrá que romperse la cabeza vendiendo pocas unidades a cada consumidor que llega. Pero eso sucede cuando la producción es insuficiente y cuando no existe un mercado mayorista. Si la producción fuese mayor y si existiese un mercado mayorista, el dueño del “paladar” no necesitaría acudir a las tiendas minoristas porque le resultaría más ventajoso acudir a las mayoristas.

Los gestores de política económica en Cuba siguen pensando que las medidas administrativas van a solucionar los problemas actuales y parecen empecinados en negarse a tomar en cuenta las leyes de la economía y la experiencia histórica de nuestro país.

Nota:

(1) Cálculos del autor con base a cifras de la ONEI e informaciones de la prensa cubana, a partir de declaraciones oficiales.

*Este texto fue publicado originalmente en el blog de su autor y se reproduce con la autorización expresa de este.

 

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