Opinar y participar

Sería fantástico que además de opinar, los emigrados pudieran votar en el referéndum.

Sería fantástico que además de opinar, los emigrados pudieran votar en el referéndum.

En Cuba, sin haber comenzado aún el debate popular acerca del Proyecto de Reforma Constitucional, ya se alcanzó un resultado relevante cuando el gobierno invitó a los cubanos radicados en el extranjero a participar con sus opiniones y sugerencias en el proceso de redacción colectiva de la nueva Constitución.

Por primera vez en un asunto estratégico y decisivo para los destinos del país, la nación y la emigración pueden trabajar juntas. Nadie les pide que asientan, aplaudan, y ni siquiera que apoyen. Basta con una participación de calidad, si fuera masiva, mejor.

Se trata de un paso trascendental en la hoja de ruta iniciada décadas atrás para zanjar las diferencias originadas por la envergadura del proceso político abierto en 1959, agravada por la manipulación de los procesos migratorios que conllevaron al distanciamiento entre el gobierno, y en cierto momento, a desavenencias entre la nación, y sus emigrados, que según algunos cálculos, pueden representar el diez por ciento de la población.

Según el más reciente Censo de los Estados Unidos, en 2010 vivían allí 1,181 014 personas nacidas en Cuba, aproximadamente otro medio millón residen en otros países. Esos nacionales cubanos, casi todos con un aceptable nivel de instrucción, calificación, y experiencia laboral, adquirido tanto en Cuba como en los países donde residen, se ubican en todos los estratos sociales, desempeñando diversas profesiones y oficios. Por sus conocimientos y experiencias constituyen un activo de la nación cubana y un extraordinario potencial en cualquier empeño nacional al que fueran sumados. El debate constitucional será el primero.

Entre los compatriotas radicados en el extranjero y sus descendientes existen decenas de miles de empresarios, profesionales, académicos de todas las jerarquías, periodistas y ejecutivos de medios de difusión, economistas y sociólogos, juristas. Los hay politólogos y filósofos, y cientos de ellos se dedican a la política. Una joven descendiente de cubanos trabaja en estos momentos en la Estación Espacial Internacional. En todos los países donde radican los cubanos se comportan como excelentes ciudadanos, actitud con la cual honran a su patria.

En su quehacer, muchas de estas personas han acumulado experiencias y conocimientos sobre el ordenamiento jurídico, los procesos de administración y gerencia de la economía, las prácticas políticas, e incluso los preceptos constitucionales vigentes de los países donde residen, circunstancia que los habilita para participar constructivamente en diversos asuntos nacionales, comenzando ahora por la redacción de la Constitución de la República.

La hoja de ruta hacia la reconciliación nacional comenzó cuando el gobierno cubano negoció con Estados Unidos la devolución de los participantes en la invasión por bahía de Cochinos a cambio de una indemnización simbólica, y alcanzó su mejor momento con los diálogos de 1978 conducidos personalmente por Fidel Castro, y en los cuales, personas representativas de la Comunidad Cubana en el Exterior, negociaron con el gobierno cubano, acordando, entre otras cosas, la amnistía a unos 3 000 presos políticos, y el restablecimiento de los viajes de los exiliados y emigrados a la Isla.

A partir de esas premisas, a lo largo de años hubo diversos contactos tanto familiares como institucionales, tanto en eventos como sistemáticamente, lográndose definiciones fundamentales, como fue el reconocimiento de la posibilidad de que los cubanos radicados en el exterior participen en los procesos económicos nacionales, llegándose incluso a reflexionar sobre la posibilidad de que puedan votar en las elecciones. En estos momentos se ha aceptado la repatriación, fórmula por la que han optado no pocos residentes en el exterior.

Lo que se necesita es organizar la participación en los trabajos constitucionales, cosa de la que se ocupan las autoridades cubanas, y lograr una respuesta constructiva de los emigrados, ya sea individualmente o por intermedio de las organizaciones de residentes en el exterior, para obtener por derecho constitucional las oportunidades y reivindicaciones largamente anheladas.

Sería fantástico que además de opinar, los emigrados pudieran votar en el referéndum. En algún momento será. La cuestión es comenzar ahora y hacerlo de modo creativo y ejemplar. Allá nos vemos.

*Este texto fue publicado originalmente en el diario mexicano Por Esto

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