Para abandonar los combustibles fósiles sin perder bienestar hace falta mucho más que un acuerdo

Una parte también muy significativa de los países consideran el acuerdo excesivamente tibio por la falta de compromiso firme en la reducción de emisiones.

Sesión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28) de 2023, en Dubái, Emiratos Árabes Unidos, 11 de diciembre de 2023. Foto: EFE/EPA/ALI HAIDER.

Por Pedro Linares, Universidad Pontificia Comillas

Escribo este artículo minutos después de que la COP28 haya finalmente concluido con un acuerdo que muchos países consideran histórico. Y es que, ciertamente por primera vez, un acuerdo de una Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático incluye una referencia a la necesidad de abandonar los combustibles fósiles, o más bien “transitar hacia su abandono eventual”.

Sin embargo, una parte también muy significativa de los países (y así mismo gran parte de la sociedad civil) consideran el acuerdo excesivamente tibio por la falta de compromiso firme en la reducción de emisiones, la ausencia de financiación, la referencia a los “combustibles de transición” (el gas principalmente) y especialmente, la falta de una llamada más firme a abandonar los combustibles fósiles. Esta falta de concreción y firmeza es algo esperable dada la necesidad de aprobar el texto por consenso y de satisfacer, por tanto, las demandas de todos los países.

Pero quizá esta tibieza es más llamativa en esta ocasión por la presión de la presidencia emiratí de la COP, que incluso ha llegado a afirmar que no hay evidencia científica que indique que haya que abandonar los fósiles para alcanzar el objetivo de no seperar los 1.5 ºC de calentamiento o incluso que su abandono nos llevaría de vuelta a las cavernas. Aunque esto es evidentemente falso, y de hecho Al Jaber ha afirmado posteriormente que se le había malinterpretado, el caso es que la necesidad de abandonar los fósiles tiene sus matices: no en cuanto al abandono en sí mismo, que es incuestionable, sino en cuanto al cómo y al cuándo.

El consumo de combustibles fósiles sigue aumentando

Para comprender la magnitud del cambio necesario, primero entendamos cuál es la situación actual.

En la gráfica que sigue a estos párrafos puede observarse cuánto depende el suministro energético actual de los fósiles: más de un 80 % de nuestra energía primaria viene del gas, del carbón y del petróleo.

Aunque con una tendencia decreciente en términos relativos (sobre todo para el petróleo, que se convierte cada vez más en un combustible exclusivo para el transporte y un input para la industria petroquímica), el consumo de fósiles sigue aumentando. Incluso a pesar del crecimiento de las energías renovables, más competitivas ya para la producción eléctrica.

Evolución del consumo de fuentes energéticas en el mundo. Statistical Review of World Energy, 2023.

Por tanto, el abandono de fósiles no supone sólo “acompañar” la tendencia actual, sino romperla drásticamente. Esto evidentemente requiere mucho más que palabras escritas en un “acuerdo histórico”.

También interesa, y mucho, entender que esta gran cuota de los fósiles depende mucho del contexto geográfico: mientras que Oriente Medio (donde se ha celebrado la COP) depende en un 99 % de los fósiles (para su consumo, y también en gran medida para sus ingresos), en América Latina sólo suponen un 60 % y en Europa se sitúan sobre el 70 %.

En las regiones cuyo consumo energético está creciendo más (léase Asia-Pacífico), los fósiles aportan más del 85 % de su consumo. Abandonar el carbón es más sencillo en América o Europa, pero no tanto en Asia o África.

Patrones regionales de consumo de diferentes fuentes de energía. Statistical Review of World Energy, 2023

El incremento de las renovables no basta

Aunque España casi ha abandonado el carbón (que sigue aportando un 2.6 % de la demanda), el gas aporta un 25 % y el petróleo un 42 % del consumo de energía primaria. Desde 1990, a pesar del gran aumento en la penetración de renovables, ha pasado de un 77 % fósil a un 67 %.

En este sentido, es importante recordar que el aumento de las renovables no basta para sustituir los fósiles.

Las renovables se están desplegando fundamentalmente en el sector eléctrico, pero la electricidad supone una parte relativamente pequeña (un 25 %) de nuestro consumo final. Para que las renovables realmente puedan sustituir a los combustibles fósiles es imprescindible electrificar la demanda final, y también encontrar vectores (como el hidrógeno) que permitan convertir la electricidad renovable en formas utilizables por la industria o el transporte pesado.

¿Es posible un gran cambio en poco tiempo?

Primera conclusión: el cambio que tenemos que operar en nuestros sistemas energéticos para abandonar los fósiles es enorme, y debe completarse en un período de tiempo mucho más corto que en el que hemos hecho otras transiciones energéticas. ¿Es factible este cambio (y no volver a las cavernas)? Técnicamente sí.

Como nos muestran múltiples escenarios (abajo los de la Agencia Internacional de la Energía) es posible sustituir los fósiles por alternativas como la electricidad renovable o nuclear, la biomasa y los combustibles basados en hidrógeno renovable. Todas ellas técnicamente probadas y muchas de ellas ya competitivas.

Gráfico que muestra la variación del consumo de energía por escenario de reducción de emisiones y tipo de combustible.
Demanda total de energía por escenario y tipo de combustible. Stated Policies Scenario (STEPS): basado en las actuales políticas, la demanda de combustibles sigue creciendo. Announced Pledges Scenario (APS): los países cumplen sus compromisos. Net Zero Emissions (NZE): limita el calentamiento a 1ºC. World Energy Outlook 2023, IEA

Ahora bien, esto requiere unas cuantas acciones más allá del simple deseo:

Por tanto, la conclusión final: sí, es posible abandonar los fósiles sin perder bienestar, pero para eso hace falta mucho más que una declaración como la de Dubái.

Hace falta mucho realismo, innovación, entender la diversidad de situaciones a las que se enfrentan los consumidores, una apuesta clara por el ahorro energético y políticas que incentiven estas actuaciones. Y esto supone tiempo y dinero. Dinero que por supuesto compensa gastar para evitar los daños que causará el cambio climático. Y un tiempo que cada vez es más escaso, pero con el que tenemos que saber jugar lo más inteligentemente posible para poder llegar con éxito a nuestro destino.The Conversation


Pedro Linares, Profesor de Organización Industrial de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería ICAI, Universidad Pontificia Comillas

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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