Por qué Cuba ha enhebrado la aguja de Rusia durante 60 años

Para entender la posición cubana sobre Ucrania, necesitamos mirar a las ocasiones anteriores en las que Cuba tuvo que caminar por la misma cuerda floja diplomática.

El presidente de Cuba, Fidel Castro (der.), y el líder soviético, Mikhail Gorbachev (izq.), intercambian documentos durante una ceremonia de firma del tratado en La Habana en esta foto de archivo del 4 de abril de 1989. REUTERS/Gary Hershorn/Archivos (CUBA)

El pasado 2 de marzo la Asamblea General de la ONU, reunida en sesión de emergencia, votó 141 a 5 para condenar la invasión rusa a Ucrania. Para sorpresa de muchos, Cuba se abstuvo a pesar de sus estrechas relaciones con Moscú y de su creencia de que Occidente instigó la crisis al expandir la OTAN hasta las fronteras de Rusia, ignorando sus legítimas preocupaciones de seguridad.

Esta no es la primera vez que Cuba se ve atrapada entre la lealtad a su aliado más importante y los principios fundamentales de su política exterior: la no intervención y el derecho de los pequeños estados a la soberanía, incluso a la sombra de los adversarios de las grandes potencias. Para entender la posición cubana sobre Ucrania, necesitamos mirar a las ocasiones anteriores en las que Cuba tuvo que caminar por la misma cuerda floja diplomática.

Las raíces profundas de la amistad entre Cuba y Rusia

La amistad de Cuba con Rusia se remonta a la década de los 60, cuando la Unión Soviética abrazó a la Revolución Cubana proporcionando las armas que los cubanos emplearon para derrotar la invasión de exiliados patrocinada por Estados Unidos en Bahía de Cochinos, así como la ayuda financiera que Cuba necesitaba para sobrevivir al embargo económico de Estados Unidos. La ayuda soviética fue “una cuestión de vida o muerte en nuestro enfrentamiento con Estados Unidos”, reconoció Fidel Castro. “Nosotros solos contra una superpotencia habríamos perecido”.

Las relaciones con Moscú se rompieron después del colapso de la Unión Soviética, cuando Boris Yeltsin cortó abruptamente la asistencia económica sumiendo a la Isla en una depresión que duró una década. Pero en 2000 el presidente Vladimir Putin visitó La Habana para comenzar a reconstruir esas relaciones. Durante las próximas dos décadas, una serie de acuerdos comerciales profundizaron los lazos económicos. Luego, en 2009, Raúl Castro visitó Moscú y ambos países acordaron una “asociación estratégica” que incluye cooperación turística, económica, científica y diplomática, y una renovada “cooperación técnica y militar”.

Cinco años después, Putin canceló el 90% de la deuda de la era soviética de $32 mil millones. Cuando poco después de su toma de posesión el presidente Miguel Díaz-Canel emprendió una extensa gira diplomática, Moscú fue su primera parada. Cuando Cuba se tambaleaba por el impacto de la pandemia de coronavirus en 2021, con una necesidad desesperada de asistencia humanitaria, Rusia envió toneladas de alimentos y suministros médicos. Apenas unos días antes de que Rusia lanzara la invasión a Ucrania, Putin envió a La Habana al viceprimer ministro ruso, Yuri Borisov, para “profundizar” los lazos bilaterales, y Rusia acordó posponer hasta 2027 los pagos de la nueva deuda de 2 300 millones de dólares de Cuba. Aunque hoy Cuba no depende tanto de Rusia como dependía de la Unión Soviética, Rusia es una vez más el principal aliado entre las principales potencias en un momento en que Estados Unidos ha vuelto a una política de hostilidad y cambio de régimen.

Checoslovaquia, 1968

Cuando la Unión Soviética y otras potencias del Pacto de Varsovia invadieron Checoslovaquia el 20 de agosto de 1968 para derrocar al gobierno comunista reformador de Alexander Dubcek, el gobierno cubano guardó silencio durante tres días. En general, los cubanos simpatizaban con el intento de Dubcek de trazar un curso independiente de Moscú porque Cuba misma estaba en medio de profundos desacuerdos con el Kremlin sobre política exterior e interior. En enero, Fidel Castro acusó a Moscú de retrasar los envíos de petróleo como advertencia sobre la apostasía de Cuba.

Cuando Castro finalmente se pronunció, la gente se sorprendió de que en vez de condenar la invasión de este pequeño país por parte de su vecino más grande, lo justificara de manera indirecta como una “amarga necesidad” para preservar el socialismo en Checoslovaquia y la integridad del bloque socialista. Pero preguntó retóricamente: ¿aplicaría a Cuba la nueva Doctrina Brezhnev? “¿Enviarán a Cuba las divisiones del Pacto de Varsovia si los imperialistas yanquis atacan a nuestro país?” Sabía que la respuesta era negativa. Cuba estaba demasiado lejos y en la esfera de influencia de Washington. La afirmación implícita de la Doctrina Brezhnev de una esfera de seguridad soviética en Europa del Este, anulando la soberanía y la integridad territorial de otros países, planteó un problema obvio para Cuba debido a la incómoda similitud de esa doctrina con la Doctrina Monroe. Después de Checoslovaquia, las voces de la derecha latinoamericana clamaban que Washington invadiera a Cuba como represalia.

Castro reiteró la importancia del principio de no intervención, calificándolo de “escudo” para las naciones más débiles contra las depredaciones de las grandes potencias. Reconoció que la invasión soviética fue “incuestionablemente una violación de los principios legales y de las normas internacionales. Desde el punto de vista legal, esto no se puede justificar”, admitió. “No existe el menor rastro de legalidad. Francamente, ninguno en absoluto”.

El discurso marcó un punto de inflexión en las relaciones entre Cuba y la Unión Soviética. La gratitud de Moscú por el apoyo de Cuba alivió las tensiones bilaterales, condujo a una cooperación política y militar más profunda y a una mayor asistencia económica.

La posición de Cuba sobre la guerra en Ucrania: entre el realismo político y el derecho internacional

Afganistán, 1979

En septiembre de 1979 Cuba fue sede de la Sexta Cumbre del Movimiento de Países No Alineados y comenzó su mandato como presidente, la culminación de la ambición de Fidel Castro de convertirse en un líder del sur global. Solo tres meses después, la Unión Soviética invadió Afganistán, un miembro no alineado. La invasión asestó un golpe fatal al argumento de Cuba de que la Unión Soviética era un “aliado natural” de los no alineados, empañando su liderazgo en el Movimiento.

El Consejo de Seguridad de la ONU convocó a la Asamblea General a una sesión de emergencia para considerar una resolución condenando la invasión. El embajador cubano Raúl Roa denunció a Estados Unidos por “el redoble de tambores de una nueva guerra fría”, pero admitió que Cuba enfrentaba un “dilema histórico” porque muchos de sus amigos veían la resolución como una defensa de la soberanía nacional y el derecho de los pueblos a la independencia. “Cuba siempre defenderá ese derecho”, insistió Roa, pero “jamás llevaría agua al molino de la reacción y el imperialismo”. No hizo ningún esfuerzo por justificar la acción soviética y no dijo ni una palabra en su defensa. Sin embargo, Cuba votó no a la resolución, adoptada por 104 a 18.

Dos días después, Fidel Castro recibió a tres diplomáticos estadounidenses que habían ido a implorarle que hablara públicamente contra la invasión soviética. Cuba no apoyó la acción soviética, reconoció Castro. “Todo lo que afecte el principio de no intervención nos afecta, y lo sabemos”. Pero cualesquiera fueran los desacuerdos que Cuba tuviera con Moscú, no se pondría públicamente del lado de Estados Unidos. “Siempre hemos tenido un amigo en la Unión Soviética y siempre hemos tenido un enemigo en Estados Unidos”, dijo. “Por lo tanto, no podríamos alinearnos con Estados Unidos contra la Unión Soviética”.

Ucrania, 2022

Después de que Rusia invadiera a Ucrania, las declaraciones públicas del gobierno cubano culparon a Occidente de crear las condiciones que condujeron a la crisis al ignorar las repetidas advertencias de Rusia sobre la expansión de la OTAN. Sin embargo, a pesar de hacerse eco de la justificación de Rusia para el ataque, Cuba nunca la respaldó. Por el contrario, en el debate de la Asamblea General de la ONU, el representante de Cuba, Pedro Luis Pedroso Cuesta, señaló la “inobservancia de los principios legales y las normas internacionales” por parte de Rusia. Cuba suscribe y apoya con fuerza esos principios y normas —prosiguió— que son, en particular para los países pequeños, una referencia fundamental para combatir la hegemonía, el abuso de poder y la injusticia. Reiteró el llamado anterior de Cuba a una solución negociada del conflicto “que garantice la seguridad y la soberanía de todos y aborde las preocupaciones humanitarias legítimas…. Cuba siempre defenderá la paz y se opondrá inequívocamente al uso o amenaza del uso de la fuerza contra cualquier Estado”. En la resolución que condena la agresión rusa, Cuba, junto con otros 34 países, se abstuvo.

Cuba como daño colateral

Después de que Venezuela no votara sobre la resolución de la ONU, altos funcionarios estadounidenses viajaron a Caracas para discutir con el presidente Nicolás Maduro la posibilidad de levantar las sanciones estadounidenses a las ventas de petróleo venezolano para compensar la escasez de suministro mundial inducida por el inminente boicot al petróleo y gas soviéticos. Hasta ahora, la administración Biden se había negado incluso a reconocer al gobierno de Maduro. Cuba, sin petróleo que ofrecer, no recibió esa propuesta.

Es probable que las sanciones de Occidente contra Rusia también perjudiquen a Cuba y hagan que sea aún más difícil realizar transacciones financieras internacionales mediante bancos rusos, y más difícil para los turistas rusos llegar a Cuba. En los albores de la nueva guerra fría, Cuba se encuentra atrapada, de nuevo, en el fuego cruzado.

Cuba ya no tiene ninguna afinidad ideológica especial con Rusia y depende económicamente de esta mucho menos que de la Unión Soviética en 1968 o 1979. Pero La Habana tampoco puede darse el lujo de despreciar a la única gran potencia que se ha mantenido a su lado de manera más consistente durante décadas de esfuerzos estadounidenses de subversión. La realpolitik dicta que Cuba cultive buenas relaciones con las principales potencias como Rusia y China mientras viva a la sombra de un Estados Unidos hostil. “Nuestro aislamiento por parte de Estados Unidos nos ha obligado a aliarnos con el resto del mundo”, dijo Castro a los diplomáticos estadounidenses en 1979, explicando su negativa a denunciar la invasión soviética a Afganistán.

De manera que, una vez más, los diplomáticos cubanos están llamados a enhebrar la aguja, expresando simpatía y comprensión por las acciones indefendibles del principal aliado de Cuba sin respaldarlas, y al mismo tiempo tratando de defender los principios internacionales de soberanía nacional y no intervención que su aliado ha violado, principios esenciales para la defensa de la propia soberanía de Cuba.

Como dijo Castro a los diplomáticos estadounidenses en 1979: “estamos jugando dos roles… No es fácil”.

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Texto publicado originalmente en Responsible Statecraft Why Cuba has threaded the Russia needle for 60 years – Responsible Statecraft.  Reproducimos la versión en español con la autorización expresa del autor.

Traducción: Alfredo Prieto.

 

 

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