Juego político en 90 minutos

El primer debate presidencial entre Donald Trump y Joe Biden ha generado diversas opiniones en la comunidad hispana.

Centro electoral. Foto: LM Otero, Archivo/ AP

El primer debate presidencial duró lo que un partido de fútbol: 90 minutos. Ni más ni menos el tiempo justo para que el balón pasara de una parte a otra del terreno.

La sede fue la Universidad Case Western Reserve en Cleveland, que acogió el encuentro que enfrentó a los contendientes a la silla presidencial de ambos partidos. El moderador, en esta ocasión, fue Chris Wallace, presentador de Fox News Sunday.

El acontecimiento, transmitido por las más grandes cadenas televisivas de Estados Unidos, fue seguido por millones de televidentes en todo el país, que esperaban sacar de este primer debate presidencial, un posible vencedor que orientara a votantes indecisos. Algo que no parece haber sucedido, cuando entre gritos, interrupciones, y ofensas, ninguno de los dos pudo defender su agenda, pues estaban más centrados en responder a las acusaciones personales.

Los temas que hicieron mover las opiniones fueron el sistema de salud estadounidense, la crisis económica, el historial político de ambos, el futuro cercano de la vacante en la Corte Suprema, la pandemia del coronavirus, la violencia en las ciudades y el por qué deben votar por ellos.  

El aspirante a doctor, Oscar Blanco, quien en los últimos años se ha dedicado a estudiar la historia de Cuba y las influencias del capitalismo en América Latina, ve en el debate un proceso de continuidad histórica que solo se explica teniendo en cuenta referencias anteriores:

“El primer debate presidencial se realizó en septiembre del 1960 entre Richard Nixon y John F. Kennedy, justo antes del movimiento de los derechos civiles en Norteamérica. Ese debate se logró en medio de violencia y de linchamientos hacia los negros en el sur. Incluso entonces, dentro de ese contexto, fue inimaginable que los candidatos dieran refugio a la odiosa ideología supremacista blanca. Han pasado exactamente 60 años desde entonces y nos encontramos hoy, después del asesinato brutal de Emitt Teele, de Medgar Evers, de Martin Luther King, de Malcolm X y de muchos otros, a un presidente sin la decencia ni la moralidad para condenar a la supremacía blanca”.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump,  en el primer debate presidencial del martes 29 de septiembre de 2020 en la Clínica Cleveland de la Universidad Case Western en Cleveland, Ohio. Foto: Patrick Semansky / AP

Magalys Pérez, pastora evangélica, aclara que, aunque no apoya al actual presidente en todo, “en principios defiendo la plataforma republicana porque se acerca a los valores que predico y defiendo. Así que mi voto es republicano”. Con esta opinión también se identifica Tatiana Domínguez, dueña de Gallo Travel, una agencia de viajes ubicada en el sur de la Florida: “Bueno, yo voto por Trump, porque voto por América”.

Y aunque para muchos estas elecciones signifiquen votar por una u otra persona, para otros, como el humorista Ariel Mancebo, las elecciones del 2020 son entre “Estados Unidos o Trump. No hay otra opción”.

El debate de este 29 de septiembre suscitó opiniones de votantes de uno y otro partido. Cada persona defiende de la mejor manera su elección electoral:

“Trump 100%. Biden en 40 y tantos años no ha hecho nada. Su hijo se enriqueció, al igual que toda su familia en Ucrania. Y Trump tiene muchos fakes news que lo atacan, pero él es lo mejor que le ha pasado a este país”, asegura Vivian Sánchez, quien vino a Estados Unidos en la década del 90. Actualmente los casi veinticinco miembros de su familia: padres, hermanos, hijos, apoyan la campaña del actual presidente, y votarán por él el próximo 3 de noviembre. “La mejor economía de este país la levantó Donald Trump y los negocios crecieron, además de la clase media. Joe Biden tiene lapsus mentales y se duerme, así no se puede gobernar. Además, los demócratas son comunistas, creen en el aborto, están dando dinero para que los de Black Lives Matter desestabilicen el país”.

“Por supuesto, es Biden. Pero no por él, que es un señor desgastado y sin capacidad de motivar, sino por los valores del partido demócrata”, dice Mabel Cuesta, profesora de la Universidad de Houston, Texas.

“Trump, porque vengo huyendo del comunismo, y no quiero volver a él”, explica Francell Rojas, cubano emigrado residente en Nueva York. “Yo no puedo entender cómo hay gente que sale huyendo de países socialistas y vienen a instalarse en un país imperialista de toda la vida, con la idea de que se practiquen políticas muy parecidas a las que de alguna manera pudrieron las sociedades de donde escaparon. ¿O acaso huían del hambre y una vez que se llenaron la panza se les olvidó el pasado? Uno puede detestar a Trump como ser humano, pero de ahí a ser inmigrante cubano en EE.UU. y votar por un demócrata en pleno 2020 hay una gran diferencia que se llama falta de sentido común total”.

El abogado de migración Santiago A. Alpízar asegura que “el partido demócrata, abiertamente y sin disimulo, busca y aboga por el fracasado sistema de economía y organización cívica socialista. Como cubanoamericano víctima del comunismo, no puedo votar o alentar el voto por la izquierda radical que se ha apoderado del liderazgo del partido Demócrata. Además, bajo el liderazgo de Trump, es posible una reforma migratoria comprensible y una ley de salud que viene precedida de un compromiso de la industria farmacéutica, de ofrecer precios de país favorecido a Estados Unidos con un descuento del 78% de los precios del presente. De haber perdido las elecciones, la confirmación de una jueza conservadora habría dado la victoria al status quo presente, al menos por el futuro inmediato de la nación”.

A la especialista en reumatología Romy Aranguiz le preocupa que, aunque “Trump prometió un plan de salud para sustituir el Obamacare, todo lo que ha hecho es tratar de quitar las protecciones sin proponer plan alguno, sumado a su actitud irresponsable ante el COVID-19 va a ser desastrosa para este país”.

El ex vicepresidente y candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Joe Biden, durante el primer debate de la campaña el martes 29 de septiembre de 2020 en la Clínica Cleveland de la Universidad Case Western en Cleveland, Ohio. Foto: Julio Cortez / AP

La doctora manifiesta sus reservas respecto al papel de Trump en sus cuatro años de mandato. “El presidente no tiene idea alguna de cómo manejar un país, su única estrategia ha sido desde el comienzo, dividir al pueblo americano y crear odio de clase, racial, hacia los emigrantes y homosexuales”.

El poeta y ensayista cubano radicado en Miami Yosvani Oliva considera que “el debate es fácil de resumir: un gritón que interrumpe a mansalva y un hombre que intenta explicarse, al menos lo posible ante el evidente sabotaje del otro, lo mejor que puede. Negarse a condenar al supremacismo blanco debiera ser razón suficiente para descalificar a Trump como un candidato legítimo a la presidencia, en las circunstancias actuales ¿Quién sabe?”

Tras el cierre de este primer debate presidencial, para muchos, solo queda la prueba de que “el tiempo pasa, pero la historia de un país se atasca en enfermedades crónicas del pasado”, como precisa el historiador Oscar Blanco. “Trump es ese pasado odioso que no se ha podido extirpar. Biden debatió contra la personificación de todas las enfermedades históricas de esta nación. Y como buen cáncer, Trump buscó el desorden para reanimar y hacer metástasis en el pasado de odio y exclusión que acecha a esta nación. Si bien Biden no es quimioterapia para nadie, Trump sí es el cáncer de todos”.

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